Los granjeros de la acuicultura

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Pongamos que Naciones Unidas le encarga a una persona cualquiera la misión de aportar proteína de buena calidad y otros nutrientes esenciales para una población creciente, tanto que en 2050 los 10.000 millones de humanos necesitarán alrededor de un 50% más de alimento que el que se produce hoy. Debe hacerlo con bastantes menos emisiones de gases de efecto invernadero que otras carnes, muy bajo consumo de agua dulce, casi nula necesidad de tierra de cultivo y conservando los recursos de océanos, ríos y lagos.

¿Difícil? ¿Imposible? Al contrario, le bastaría con acudir a la acuicultura española, porque hoy ya ha logrado hitos en esa misión de salvamento: es la primera en la Unión Europea por investigaciones científicas publicadas, la más diversa en especies y potente en volumen, capaz de proveer una cuarta parte del pescado comunitario cultivado. Solo habría que replicar y escalar su progreso. Y contar con el equipo humano que en apenas dos décadas ha evolucionado de actividad tradicional a uno de los sectores más innovadores del mundo alimentario. De los pocos en los que España es líder.

El ‘latido’ de la tecnología

Hablamos del talento humano como recurso decisivo porque alumbra las ideas, exprime la tecnología y pone el corazón. En lenguaje de gestión empresarial, la clave es el equilibrio de las habilidades duras conocimiento científico y la pura cualificación técnica y las blandas empatía, actitud, compromiso, motivación que, según IEBS Digital School, marcan la diferencia entre el profesional adecuado y el óptimo.

La acuicultura española podría servir como ejemplo en las escuelas de negocio por ese talento diverso: desde un reparador tradicional de redes de viveros ⎯que las doradas, por ejemplo, tienen el instinto de morder⎯ a biólogos que desarrollan alimentos naturales como el zooplancton y las microalgas en fotobiorreactores, con milimétricos balances de oxígeno, dióxido de carbono y temperatura.

¿Qué motivación comparten perfiles tan diferentes como marinería, tecnología de alimentos, mantenimiento de instalaciones, veterinaria acuática o digitalización de procesos para una trazabilidad total desde el huevo al plato?

Eduardo, responsable de Sostenibilidad en una destacada compañía acuícola, no idealiza, “como cualquier otro trabajo, este también es duro”. Pero estar en plena naturaleza o muy cerca de ella, la evolución tecnológica que exige formación constante y disuade la rutina, la proyección profesional en una actividad pujante, “y sobre todo la conciencia de ofrecer a la sociedad alimentos saludables, asequibles, que protegen los recursos acuáticos para legárselos a las generaciones futuras”, son imanes para un talento vocacional. “La acuicultura engancha”.

Engancha a personas como Paula, compañera de Eduardo, que entró como estudiante en prácticas, ascendió a técnico de calidad y alimenta su motivación “al contribuir a recuperar una especie desaparecida de la dieta como la corvina o la autoexigencia en materia de bienestar animal que se anticipa años a las leyes y a la sensibilidad social”.

Engancha a personas como Elena, inmigrante rumana que empezó de envasadora, que con su habilidad se ganó la admiración de toda su empresa y ascendió a formadora laboral y encargada de demostraciones a clientes. Personas como Nuria, que primero ejerció de buzo para revisar instalaciones mar adentro, después de responsable de alimentación o de patrona de barco para alimentar, cosechar o transportar peces, y ahora es directora de una instalación flotante completa. Es frecuente fichar hijos de sagas marineras, como Javier, también buzo y patrón de barco, que quieren seguir vinculados a la mar sin el sacrificio y el riesgo de navegar durante meses.

Personas como el veterinario Ignacio, que de perros y gatos pasó a cuidar esturiones naccarii o beluga, cuyas hembras superan la tonelada y media y necesitan más de veinte años para producir caviar. Ignacio es además un conservacionista de verdad, porque todas las especies de esturión están al borde de extinguirse.

Investigación en femenino

Personas como los cientos de investigadores, la mayoría, mujeres, en 130 laboratorios, facultades e instituciones científicas, más los cientos integrados en departamentos de I+D de las empresas para reducir la huella de carbono ⎯apenas tres kilos de CO₂ por kilo de lubina frente a 29,6 por kilo de ternera, por ejemplo⎯, desarrollar alimentación específica y circular para especies tan distintas como un lenguado o un rodaballo, la acuaponía que combina peces y plantas en hábitats nutritivos naturales, sistemas de filtrado del agua que la devuelven al medio en mejores condiciones ayudando a recuperar ecosistemas, o probióticos que previenen enfermedades al estimular el sistema inmune y ya se exportan a 55 países.

También personas del Comité de Expertos de Apromar Asociación Empresarial de Acuicultura Española, como Aurelio Ortega, biólogo y jefe del Área de Acuicultura del Instituto Español de Oceanografía, y su conocimiento en cultivos multitróficos y reciclaje del agua de las granjas, rica en nutrientes, para alimentar otras especies. O Dolors Furones, experta en microbiología y antigua directora del Centro Nacional de Acuicultura de la Generalitat Catalana, o Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de la Nutrición, que defiende las bondades de los ácidos grasos, proteínas y vitaminas de la acuicultura “como contribución a la longevidad de la población en España”. Si la calidad de vida y la dieta son exportables al resto del planeta será en parte gracias a esta actividad. [cinco días -JPZ]