Mientras estemos creyendo en el falso estereotipo de que Haití es el más peligroso motivo contra nuestra seguridad nacional, los dominicanos nunca entenderemos que es lo que realmente ocurre en el país transfronterizo. Aquí un intento

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Para empezar, hay que partir del 07 de abril de 2021 con el magnicidio del presidente Jovenel Moïse y que coincidió aquí con los aprestos económicos desestabilizadores que obligaron al presidente Luis Abinader a emitir el día anterior una fuerte y firme declaración, por la cual y, de hecho, retaba al empresariado y a la clase económica como un todo a que intentaran desestabilizar su gobierno.

Del lado de la nación vecina, no de ese “territorio”, como últimamente escriben periodistas analfabetos, se estaba llevando a efecto, lo que parecía que sería el último acto en el proceso de desestabilización que la oligarquía del país vecino se había abocado y como culminación a su disgusto en cuanto a que el presidente Moïse, al disponer de una serie de proyectos de recomposición o corrección económica, afectaba directamente a los doce grupos que conforman la oligarquía haitiana y la que, de acuerdo a fuentes fidedignas, aportaron 21 millones de dólares estadounidenses para que sicarios extranjeros, se encargaran de asesinar a aquel presidente.

Han pasado ya 18 meses de aquel crimen de Estado y el qué todavía no tiene visus de que podría ser aclarado, en tanto para impedir la materialización de aquellas probables reformas, la misma oligarquía dio un giro a su proceso desestabilizador , haciendo contactos y financiando de inmediato a la mayoría de los sesenta y pico de bandas armadas dirigidas por ex militares y expolicías y quienes han puesto al garate a lo poco que de gobernabilidad podía mantenerse en nuestro primer socio comercial caribeño.

Los crímenes han sido incontables de parte de esas bandas, al mismo tiempo que sus miembros protegían la infraestructura económica y de negocios de la oligarquía y la que a cambio de ello, permitió que Haití se hubiese convertido en tierra de nadie y donde su gobierno provisional ha dejado de ser tal y en la medida que se comprueba que no tiene control de su propia nación.

Dado que la situación y prácticamente se le ha salido de las manos a los mismos auspiciadores empresariales y tanto, que ni siquiera la prensa haitiana que les pertenece, no ha podido convencer a los ciudadanos respecto a la conveniencia de buscar un punto de avenencia que preserve por lo menos un intento de paz relativa, vemos, que ahora la oligarquía a dado un nuevo giro y sin dejar de tener control de las bandas y pandilleros, sacando a relucir la carta de presión y amenaza política por parte de supuestos políticos y quienes en realidad, son una amalgama de agitadores y demagogos y con el propósito y ante la probabilidad de una ocupación militar en firme, de hacerle entender a la comunidad internacional, de que si diera tal paso, Haití sería empujado a un sangrienta guerra civil.

De ahí que ahora llame la atención mediática, el surgimiento del político, Jean-Charles Moïse, el guía máximo del partido izquierdista haitiano Petit Dessalines y pariente del malogrado mandatario, quien ha pedido a sus seguidores, estar preparados y empezar una “compra de machetes”, seguro de que en su país “ha llegado la hora de la revolución”.

Sin embargo, ante esto, hay que ir por parte y entender y ver las cosas en frío. Por ejemplo, Haití y desde que nació como nación independiente y soberana ha estado en un permanente ambiente de inestabilidad política y social, que, en la práctica, es de imagen netamente revolucionaria dentro del término que significa el trastorno generalizado que un país experimente con la destrucción de todas sus infraestructuras y con las actuaciones de bandas de ciudadanos llenos de odio y asesinando por doquier.

En este sentido, debe entenderse, que no es nada nuevo, que ahora este autodenominado “máximo líder” se pronuncie y diciendo que hay que hacer una revolución, cuando el espíritu de desorden “revolucionario” generalizado, es uno y permanente en el país transfronterizo.

Lo nuevo, es que este exalcalde y exsenador Moïse y quien profesa lealtad a la exprimera dama, Martine, se haya decidido por el lenguaje flamígero y totalmente desestabilizador y con el único propósito de quienes le patrocinan y para que la comunidad internacional no se meta en el país transfronterizo y deje que sean los haitianos, es decir, su oligarquía y su clase media, la que decida en que momento se le pondrá punto final a tanta violencia generalizada.

Y por lo que decimos, que del lado dominicano y en concreto, del presidente Luis Abinader, se debería de entender, que lo importante, no es cuantos haitianos terminen matándose, sino cómo debe llenarse civilmente el vacío de poder que hay en Haití y para lo cual, República Dominicana debería alentar y preparar a todo un grupo de representativos del exilio económico haitiano en nuestro país, para que y en base a profesionales y pueblo haitiano que vive como inmigrante en nuestra nación, sea de este núcleo del que salga el futuro nuevo gobierno provisional haitiano y el que, de implementarse, perfectamente que podría contar con la parte de la oligarquía haitiana que tiene intereses en República Dominicana.

Esta iniciativa y de darse, perfectamente que podría servir de contrapeso a quienes desde la ONU y la OEA abogan por la intervención militar pura y simple y hasta saldría más barata en materia de gastos y muertes. Todo radica en que se tenga mente libre y desde luego que se la utilice.

Entiéndase, que la revolución permanente en Haití y que por los últimos cien años no ha dado resultado y ahora, es evidente que desde el corazón de la población y por la impotencia que embarga al pueblo haitiano dentro de los ciudadanos de a pie y también juventudes, que poco que mucho, el grueso de la población, no solo que quiere que se le tome en cuenta, sino que alienta una rebeldía tan sorda, que poco pudiera faltar para que todos los intereses de pandillas y población se unan y a Dios que reparta suerte.

Asumiendo pues, que este el clima que se está viviendo dentro de la población, que también veamos la amenaza de Moïse, de “identificar las casas de cada ministro” y la promesa “de estar en esos lugares en tres días”, que definitivamente haya que entender y no subestimar y menos desestimar la nueva situación y de la que por primera vez, vemos, que ahora son los ciudadanos sin apellidos conocidos, los que quieren el baño de sangre contra la clase media y la oligarquía. Entonces no hay que perder más el tiempo y buscar una vía corta pero efectiva para una intervención civil extranjera en procura de la gobernabilidad ahora perdida y la alternativa que planteamos, creemos que entre todo lo peor, sería la mejor solución a mediano plazo.

En consecuencia, consideramos, que mientras estemos creyendo en el falso estereotipo de que Haití es el más peligroso motivo contra nuestra seguridad nacional, los dominicanos nunca entenderemos que es lo que realmente ocurre en el país transfronterizo. Aquí un intento, (DAG)