País de basura

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Los desastres naturales son el reflejo idóneo de las realidades medioambientales en las comunidades. Cada tormenta o ciclón que atraviesa un país expone la eficiencia en el trabajo que, se supone, deben realizar las autoridades. En el caso de nuestras alcaldías, principal ente encargado de garantizar un desarrollo territorial organizado y sostenible, de manera histórica vienen evidenciando muchas carencias. Esta situación se convierte en un peligro ante las depresiones tropicales, pues nos azotan dejando significativas pérdidas materiales y humanas.

El problema es que estos daños podrían ser evitados si existiera una voluntad política real, donde prime la vocación social y no el show mediático. Si visualizáramos hoy los cabildos que recojan los desechos sólidos cada día, nuestras calles dejarían de ser vertederos y fuentes de enfermedades. Y ni mencionar los trabajos de limpieza que se necesitan en los imbornales, los cuales se deben hacer de manera conjunta, para evitar obstáculos en el flujo continuo del agua.

Pese a todo, el objetivo no es culpabilizar a las autoridades del detrimento que sufren los municipios. En muchos casos, los principales villanos son los munícipes, quienes no cumplen con sus deberes y son responsables de entorpecer la labor de las brigadas. Las lluvias del emblemático 4 de noviembre significaron tan solo una pincelada del resultado que tendrá en el futuro no muy lejano la República Dominicana si no toma acción al respecto.

Es ahora, no mañana. De continuar obviando estos pequeños detalles, más que vivir en un país hermoso, situado en el “mismo trayecto del sol”, y donde cada mes se respira “mejor” que el anterior por el “incremento” de turistas, estaremos nadando e intentando respirar a través de murales de plástico. Mejor dicho, habitando en un país de basura. Por: Angel Valdez [Listín Diario]  Foto: Ciudad Juan Bosch