¿Por qué Eduardo Estrella maneja el Senado como si fuera su fundo familiar?

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Primero, porque es una persona sumamente sumisa con aquel que entiende superior o poderoso y segundo, porque no tiene la cultura de decir lo que hace como funcionario público y tampoco su por qué y lo que se vio en sus tiempos de subsecretario de Estado de Obras Públicas en tiempos de Balaguer.

A la fecha, su primer jefe es el expresidente Hipólito Mejía, a quien le debe la nominación a la curul senatorial y el segundo, pero el determinante para su cargo de presidente senatorial, el presidente Luis Abinader. Fuera de ahí a la mayor parte de los demás los ve por encima del hombro y por eso no es una persona pública de fiar y menos de compartir secretos.

Tal carácter se observa plenamente en su quehacer diario como presidente de la Cámara Alta y mucho más puntilloso a la hora de no dar explicaciones sobre lo que hace, dispone o ejecuta. Por eso, en su gestión no hay transparencia y siempre se resiste a que se conozcan los detalles íntimos de los dineros que los senadores se reparten entre sí para “ayudas sociales” y ni hablar si se quisieran explicaciones correctas de como se gasta el dinero de los contribuyentes que salen del presupuesto senatorial.

De ahí que, en una escala de cero a diez puntos, el senador Estrella a penas obtiene un tres en manejo administrativo y eficacia correcta en saber transparentar cuanto hace o dispone y lo que es malo, tanto, que hasta muchos de sus propios colegas se molestan por semejante falta de comunicación.

Por su manera de actuar, es obvio que se fundamenta en la barbaridad de que nuestros legisladores no tienen sanción para los actos, acciones o actitudes que se entiendan irregulares y que es una situación, la falta de sanción para ellos mismos, que la atrapada opinión pública debe exigir que se corrija.

Mientras, se le ve sumiso, cabizbajo y obediente al Poder Ejecutivo y siempre dos pasos atrás de este y tremendamente solicito frente a la “senadora del presidente”, Faride Raful, pero así mismo, se transforma en altanero con todos los demás ciudadanos y de ese modo no se le puede entender como un buen presidente senatorial y mucho menos, uno que sepa guardar su independencia institucional. (DAG-Ojo)