El presidente Joe Biden hace bien en convocar una Cumbre de Democracias para promover las libertades básicas en todo el mundo, pero existe el peligro de que invitando a algunos presidentes democráticamente electos, pero con ínfulas autoritarias pueda terminar legitimando a estos aspirantes a dictadores. Según una declaración de la Casa Blanca, Biden “reunirá a líderes de un grupo diverso de democracias del mundo en una Cumbre virtual de Democracias” el 9 y 10 de diciembre.
El encuentro será para plantear iniciativas conjuntas para combatir el autoritarismo y la corrupción, y para promover el respeto a los derechos humanos, señaló el comunicado. Suena estupendo, y sin duda es mucho mejor que los encuentros del expresidente Donald Trump con el tirano de Corea del Norte Kim Jong-un y otros autócratas a quienes abrazaba alegremente mientras ignoraba sus abusos contra los derechos humanos.
Pero Biden corre el riesgo de cometer el error de invitar tanto a las democracias bien establecidas como a las democracias híbridas, con la idea de que estas últimas acaten los acuerdos que se firmen. Eso ya se ha intentado en el pasado y no funcionó tan bien. A fines de la década de 1990, bajo el gobierno de Bill Clinton, Estados Unidos copatrocinó una gran cumbre internacional para impulsar la democracia en el mundo. En la conferencia del 27 de junio de 2000 en Varsovia, Polonia, altos funcionarios de 106 países democráticos firmaron una declaración titulada “Hacia una Comunidad de Democracias”.
Aunque las dictaduras de Cuba y China no fueron invitadas, como probablemente no lo serán ahora, la conferencia de Varsovia y sus secuelas en los años siguientes incluyeron a Venezuela y Perú. En este entonces, Venezuela estaba gobernada por el ex militar golpista Hugo Chávez, y Perú por Alberto Fujimori, quien había clausurado el Congreso de su país ocho años antes. Uno podría argumentar que Chávez acababa de ser electo, y se merecía una oportunidad de reformarse. Pero Venezuela continuó siendo invitada a las conferencias de la Comunidad de Democracias hasta 2005, cuando Chávez ya estaba acaparando poderes casi absolutos.
Tanto Venezuela como Perú firmaron felizmente la Declaración de Varsovia de 2000, que comprometía a los países a realizar elecciones libres y justas, respetar a los otros poderes del Estado y a una prensa libre. ¿Tendría sentido que Biden invite ahora al presidente de El Salvador, Nayib Bukele? Fue elegido democráticamente, pero ha irrumpido en el Congreso con tropas del ejército para intimidar a la oposición, y más recientemente utilizó su mayoría en el Congreso para despedir a cinco jueces independientes de la Corte Suprema. ¿Tendría sentido que Biden invite ahora al presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien recientemente amenazó con no reconocer los resultados de las elecciones presidenciales del año próximo si es derrotado?
¿Tendría sentido que Biden invite al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador? Recientemente, le dio una bienvenida de alfombra roja a los dictadores de Cuba y Venezuela, dándoles una gran victoria propagandística en momentos en que ambos estaban reprimiendo brutalmente a la oposición. ¿Tendría sentido que Biden invite al presidente de Bolivia, Luis Arce, quien permite que su sistema de justicia mantenga en prisión a la expresidenta Jeanine Áñez bajo cargos infundados de “genocidio”? ¿Tendría sentido que Biden invite al presidente de Argentina, Alberto Fernández, que hasta momento de escribir este artículo se ha negado a desautorizar o despedir a su ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, por tuitear una amenaza velada contra los hijos de un caricaturista político? En lugar de invitar a más de 100 países, como hizo el gobierno de Clinton, Biden debería hacer una cumbre más pequeña. Sería mejor invitar a unas pocas democracias bien establecidas para coordinar nuevas formas diplomáticas de presionar a Cuba, Venezuela, Nicaragua y otras dictaduras para que restauren las libertades básicas. Por: Andrés Oppenheimer [Listín Diario]