Putin, modelo de presidente

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Repaso con interés no exento de envidia las crónicas que llegan desde Moscú sobre las elecciones presidenciales. Los rusos votarán durante tres días, hasta el domingo, bajo la atenta supervisión de las juntas electorales, designadas por el gobierno, y los jueces de recurso –de esos que te clavan quince años en Siberia por protestar– y la solícita protección de la Policía y el Ejército, insobornables vigilantes de las urnas durante las noches.

La pluralidad se demuestra en la existencia de varios candidatos –un comunista, un millonario y un ultranacionalista partidario de tirar bombas atómicas, además de Vladimir Putin–, pero lo esencial es que han sido apartados de las urnas esos opositores disolventes y antipatriotas, pacifistas y liberales, que sólo buscan la destrucción de la Gran Madre Rusia.

No sé si me darán las tres de la madrugada del lunes, ansioso por conocer el resultado de las elecciones, pero me atrevería a apostar que Putin revalidará el mandato y que, con sus esplendorosos 71 años, si Dios le conserva la salud, estará al frente de los destinos de Rusia hasta 2036.

La verdad es que los rusos tienen mucha suerte. Cuentan con un modelo de presidente vocacional, profesional probado y al que sólo le mueve la felicidad de su pueblo y extender la grandeza de la Nación, no importa los sacrificios que haya que afrontar. Y, claro, el pueblo ruso le respalda con entusiasmo y dedica sus preocupaciones a las cosas importantes de la vida sencilla, no como esos magnates dudosos, llenos de estrés, que siempre acaban saltando por un balcón o envenenados por un exceso de caviar en mal estado, por no hablar de los Navalni, que no aguantan un poco de frío, que ya es ser poco ruso.

Y uno se pregunta por qué el pueblo español no puede ser como el ruso. Al fin y al cabo, aquí nos gobierna un verdadero presidente vocacional, un profesional de la política probado, que sólo busca la felicidad de la gente, que estaría dispuesto, no lo duden, a seguir sacrificándose por la grandeza de España hasta más allá de la edad de jubilación y al que respalda un partido virtuoso como se han conocido pocos en la historia.

Porque, aquí, cuando tienes esa suerte, siempre hay tipos raros, cuando no enemigos de la patria, que ponen pegas. Hay que imaginarlo: un Sánchez vitalicio y adiós a esos pesados nacionalistas catalanes. Por: Alfredo Semprún [La Razón]