Que 14 de 100 dominicanos adultos estén en contra de la corrupción, habla pésimo del país de piratas en que nos hemos convertido y desde el 1996 al presente

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El viernes, la encuestadora CID—Gallup reveló, que República Dominicana es uno de los países donde menos se percibe que la corrupción sea un mal que afecte a su sociedad y lo que de suyo es un resultado extremadamente contradictorio con el sentimiento nacional que dice lo contrario, que la corrupción y principalmente la política como la económica, es el mayor problema institucional que abate a esta nación.

Con razón entonces que desde el 1996 a la fecha, elecciones van y vienen y la mayoría de los electores no asumen como un grave peligro institucional, que su clase gobernante y en unión de sus mass media, incentiven que la partidocracia sea el principal motor del enriquecimiento ilícito desde el poder y lo más grave, que políticos imputados como corruptores o corruptos como Leonel Fernández ó Danilo Medina y el mismo Hipólito Mejía coincidan en no darle importancia, a un asunto que lacera y afecta gravemente la seguridad de la nación y desde el punto de vista de que parecería que muy poca gente le da la importancia que se merece, a una situación, que en los últimos 27 años ha significado un robo público a gran escala de no menos el 25 por ciento del producto interno bruto en ese lapso.

Cifra que es perfectamente aceptada, cuando se recuerda, que para el año 2019, el ahora presidente del opositor Fuerza del Pueblo, hablaba, de que en ese año la corrupción él entendía que representaba no menos de 100 mil millones de pesos saqueados por el aparato político desde el poder.

Todavía más, Fernández en su segunda etapa como gobernante a partir del 2004, abarcó tres periodos gubernativos, doce años y en los que se recuerda, que comenzando por él, se descubrió, que de hombre acomodado salido de su primer periodo en el 1996-2000, salió lo suficientemente rico y como para abrir un centro de pensamiento al que públicamente y como si fuera una subasta, los principales empresarios millonarios, públicamente disputaban quien aportaba más millones de pesos para que ese político tuviera los recursos suficientes como para que hoy sea el cabeza de no solo un centro de pensamiento, sino de una universidad y con presencia en medios de comunicación propios o con significativa participación accionaria y que se conozca, nunca ha sido investigado por esa muestra tan significativa de enriquecimiento personal a las sombras del poder y quienes le regalaron, el por qué lo hicieron.

Tampoco se ha investigado a profundidad el caso procesal ante los tribunales y de corrupción a gran escala, en el que, el expresidente Danilo Medina y vía cuatro de sus hermanos, se le atribuye complicidad en un desfalco de más de 20 mil millones de pesos y ni hablar con relación al expresidente Hipólito Mejía, quien por resentimiento personal quebró el primer banco de desarrollo del país al año dos mil y provocando una pérdida neta a esta economía de 4 mil millones de dólares en el 2003, que los contribuyentes tuvimos que pagar y finalizando en el 2018.

Solo en esos tres episodios concatenados de presumibles hechos de desfalcos millonarios desde el poder, debió de haber sido la justificación para que fiscales y jueces se hubiesen empeñado en abrir procesos legales y provocar condenas que justificaran la imposición de multas millonarias, que a su vez justificaran el resarcimiento de la economía en los bienes directos o indirectos de estos tres expresidentes y por lo que se ha visto, nada ha sucedido y que ha sido el factor que incentivó, que el grueso de la empleomanía pública y por sobornos, tenga ingresos ilícitos de más de 9 mil millones de pesos por año y como ha sido denunciado.

Por eso, que ahora una firma demoscópica de cierta credibilidad en la región, diga por medio de una de sus muestras, que solo el 14 por ciento de sus entrevistados dominicanos condenan la corrupción en todas sus manifestaciones, ofrece una visión maniquea y hasta surrealista, de cómo la mayoría de los dominicanos nos hemos dejado corromper y envilecer y al grado, de no darle la menor importancia, de que los hechos de corrupción continuos, lo que hablan, es de que por lo visto, a los dominicanos no nos importa robarnos a nosotros mismos.

Precisamente por esa falta de decencia pública y personal y como conglomerado social, parecería que quienes vivimos en este país, o estamos anestesiados por algún mejunje extraño que se nos da vía los acueductos y para citar un ejemplo, o que simplemente, es verdad que aceptamos todas las maneras o formas de corrupción habidas y por haber y tan frívolamente, que el gobierno anuncia su disposición a que desde la Contraloría General de la República, no solo se hagan cuantas auditorias sea necesarias y con miras de trazar un límite a la corrupción reinante, sino que estas se publiquen y para que los tribunales actúen y en vez de que el gesto presidencial sea aplaudido, el mismo se critica y de las más atrevidas formas posibles.

Los del mismo gobierno, dicen que las auditorías que hablan de ciertos excesos administrativos, “los mismos son recuperables” o que fueron de “administraciones anteriores” y se quedan tan frescos. En tanto desde la oposición, se critica a la autoridad nacional por haber dispuesto semejante gesto de corrección administrativa y de rescate de los dineros desfalcados y diciéndose, que se trata de solo propaganda eleccionaria.

Ante semejante actitud, tan de falta de civismo y amoral, se entiende el porqué del terrible fenómeno social y de una población arropada a lo absoluto por lo ilícito y que, ante el desamparo mediático y la falta de llamados de corrección por las religiones, ha caído de lleno en esa espiral urbana de desenfreno amoral y que abarca las redes sociales como los exponentes de esas transmisiones electrónicas, a lo alofoque, que impulsan la degradación moral a niveles realmente preocupantes. Con razón electoralmente, el tema corrupción no existe en ninguna campaña y los políticos felices.

Entonces, ¿qué hacer?, ¿a dónde ir?, ¿a quién buscar como referente moral que detenga la terrible degradación moral que se está viviendo? Honestamente, no hay respuestas y solo ver e impotentes, como la República se degrada moralmente y su juventud se pervierte a grados inimaginables, mientras los medios de comunicación de masas “responsables” no hacen nada para detener la inmoralidad que ya acosa.

De ahí que no sorprenda, que 14 de 100 dominicanos adultos estén en contra de la corrupción y lo que habla pésimo, del país de piratas en que nos hemos convertido y desde el 1996 al presente. (DAG) 02.07.2023