Racionalmente, es imposible deducir que el canal de riego que Haití construye en una parte del río Masacre afecte a República Dominicana, como tampoco es cierto, que el otro que se construye de parte dominicana en La Vigía y en el mismo río, afecte a Haití

0
286

En este sentido, no comprendemos, que, si en la cancillería dominicana había una reunión de las partes tecnócratas binacionales que discutían sobre el asunto, sorpresivamente, el presidente Luis Abinader hubiese ordenado su suspensión al tiempo que disponía el cierre unilateral de la frontera y suspensión de visados e imponía una movilización militar de aparente zafarrancho de combate.

Cómo hemos dicho al comienzo del contencioso, el gobierno dominicano debió de tener el cuido de no dejarse llevar de algún tipo de sentimiento patriótico fuera de tiempo y el que al final se le volviera en su contra como el efecto de un bumerang.

Porque vamos a ver, ¿qué es lo que realmente está ocurriendo?, que la parte haitiana ha avivado su nacionalismo, en tanto de parte dominicana, los sectores más ultranacionalistas y anti haitianos se lanzaron a una locura de imputaciones e insultos contra la nación vecina y que de algún modo avivaría un sentimiento natural contra el acoso mediático dominicano desde las infames redes sociales, que preñadas de bots de todo tipo, han estado emitiendo soflamas y ataques diarios de toda especie y generando una reacción lógica entre los haitianos, de sentirse como si su país y de un momento a otro, estuviese amenazado por una invasión militar dominicana.

Peor, del lado internacional, lo que se está viendo y entendiendo, es que el gobierno de Abinader está agrediendo al país vecino y prácticamente amenazando con acciones militares que terminen en una invasión militar dominicana en toda regla y lo que, en términos políticos, realmente ha sido un exceso, que, de seguir, el gobierno nacional pagará y caro.

Y es que, si ya los técnicos de los dos países estaban reunidos discutiendo los puntos discrepantes, nadie entiende y menos en los organismos internacionales, el sorpresivo paso dado por Abinader, del que lo menos que se puede decir, es que arrastra a toda la nación hacia una confrontación, ahora mediática y diplomática y por lo visto también militar en el futuro cercano, realmente desproporcionada e innecesaria.

Ahora, la imagen que el gobierno dominicano tiene, es de uno agresor que no le importa llevar a la guerra  a sus militares y ciudadanos, salvo que todo sea parte de una estrategia oculta de movilizar en secreto a los militares dominicanos, para que estos y cuando suceda la intervención militar internacional en Haití, nuestros militares se unieran de inmediato y ya movilizados, a la situación de guerra que se avecina en Haití y que es lo que acaba de confirmar indirectamente, el presidente de Kenia, William Ruto, quien acaba de decir, que su misión en Haití no será "misión de paz como las que suele desplegar la ONU”.

Al quedar abierto el canal de la intervención militar pura y simple y teniéndose a diez mil soldados dominicanos en zafarrancho de combate en toda la frontera y tanques de guerra incluidos, es imposible no entender que ya nuestro gobierno está implicado y mucho más, después de la declaración de Abinader luego de una reunión entre ambos, de que Ruto es “mi nuevo amigo”.

Los costos de un movimiento de movilización militar a gran escala económicamente son amplios y políticamente es un arma de doble filo, que, a estas alturas, Abinader debería de valorar y revisar. Ya antes habíamos solicitado que el gobierno diera marcha atrás de las cinco medidas de presión contra Haití y como un gesto de buena fe para que se reanuden las conversaciones técnicas en la mesa hídrica. Lamentablemente, el presidente no lo ha hecho y quedándonos la terrible sensación, de que seremos los dominicanos quienes pagaremos los platos rotos y que el gobierno dominicano, aliado a la parte de la burguesía haitiana que actúa como su socia, parecería que también está dispuesto a jugársela por ella.

Incluso, cuando el contencioso comenzó, lo primero que hicimos fue releernos el Tratado de Paz, Amistad y Arbitraje de 1929 y el Protocolo de Revisión de 1936 y al encontrarnos con el articulado que dice que "ambas partes contratantes se comprometen a no hacer ni consentir ninguna obra susceptible de mudar la corriente de aquellas o de alterar el producto de las fuentes de estas". Caímos en cuenta, que la medida dominicana simplemente era desproporcionada, porque el canal de desvío que Haití está construyendo, no afecta para nada los intereses dominicanos.

Todavía más, al releer el artículo 10 del Tratado de Paz, Amistad y Arbitraje, encontramos con lo siguiente: “En razón de que ríos y otros cursos de agua nacen en el territorio de un Estado y corren por el territorio del otro o sirven de límites entre los dos Estados, ambas Altas Partes Contratantes se comprometen a no hacer ni consentir ninguna obra susceptible de mudar la corriente de aquellas o de alterar el producto de las fuentes de las mismas. Esta disposición no se podrá interpretar en el sentido de privar a ninguno de los dos Estados del derecho de usar, de una manera justa y equitativa, dentro de los límites de sus territorios respectivos, dichos ríos y otros cursos de agua para el riego de las tierras y otros fines agrícolas e industriales”.

Y que, por lo visto, fue lo que pesó en el ánimo de la cancillería dominicana, cuando en el 2021, el gobierno de Abinader aceptó que los trabajos del canal de riego no eran obstáculo para los intereses dominicanos.

Desde luego, que como dominicanos, por ningún concepto podemos estar en contra de los intereses permanentes de la nación, pero tampoco el gobierno tiene derecho a empujar a la República hacia la hondura de un conflicto político, social y militar, que cuando llegue el momento, habría una mayoría nacional que nunca estaría de acuerdo con ir a guerrear a Haití y por más interés estadounidense que haya para invadir de nuevo a ese país por parte estadounidense y con el pretexto de eliminar un grupo guerrillero de diez mil individuos que tienen bajo secuestro al Estado haitiano y los que en los últimos cuatro años han sido financiados por la burguesía haitiana y entregándoles armas de guerra por sectores estadounidenses ligados a Washington y para no hablar de su posible implicación en el magnicidio del presidente Moïse y como se comprobó con el millonario haitiano de origen árabe y ahora preso en Miami como instigador de aquel crimen ejecutado por sicarios colombianos, antes, militares de los que junto a soldados estadounidenses peleaban en Colombia contra las guerrillas que EEUU dejó que a su vez fueran cultivadoras de coca y también narcotraficantes  y que dicho sea de paso, afectará -esa invasión militar- y de uno u otro modo, la gobernabilidad de nuestra nación.

Abinader debe recapacitar y entender que está creando un problema que nunca debió de darse, salvo y repetimos, que él haya consentido ser parte de la invasión militar estadounidense-ONU y que, de comprobarse, políticamente le obligará a rendir cuentas.

De ahí que digamos, que racionalmente, es imposible deducir que el canal de riego que Haití construye en una parte del río Masacre afecte a República Dominicana, como tampoco es cierto, que el otro que se construye de parte dominicana en La Vigía y en el mismo río, afecte a Haití. Con Dios. (DAG) 22.09.2023