¿Religión católica o climática?

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De una fundación y una editorial de la historia y compromiso oficialmente católico como la marianista SM, se tiene el derecho a esperar unos libros de texto sobre Religión que sepan combinar el adecuado rigor didáctico con la solvencia en la materia. Por eso resulta sorprendente cuando menos que a los alumnos de 3º de ESO se les proponga como ejemplo para explicar lo que es la vocación a una edad temprana, el de Greta Thunberg junto al Papa Francisco y a santa Teresa de Calcuta.

Pero la sorpresa inicial da paso a una perplejidad acusada al leer la motivación de esa curiosa selección. Así, a los chicos y chicas en clase de Religión Católica –que no climática– se les enseña que Greta descubrió su vocación a los ocho años, y que ésta consistía en «defender los derechos del planeta». Se entendería si esto lo hubiera hecho una editorial atea o talibán climática –y eso para alumnos que optaran por estudiar el hecho religioso desde una perspectiva «no confesional»–, pero resulta insólito en este caso. Es innovador que nos enteremos que existen «derechos planetarios» regulados por una religión climática, aunque no consta de momento si son fundamentales, como los derechos humanos. Tampoco si serán extensivos a los restantes planetas de nuestro sistema solar, ahora que la carrera espacial está de actualidad con la Misión DART de la NASA, y otras de la Agencia Espacial Europea. De momento, tampoco parece que desde una espiritualidad climática se proponga a Greta como modelo de vida y futura santa de esa religión.

Homologar en la escuela y en clase de religión católica como ejemplos la vocación de Greta con la de la Madre Teresa de Calcuta, da una idea de la desorientación en la que estamos sumidos. Y no es para invitar al optimismo que los chicos y chicas, futuras generaciones de nuestra sociedad, estén recibiendo estas enseñanzas.

No está de más recordar que ilustres historiadores sostienen que nuestra identidad histórica y nacional es indisociable del cristianismo, por lo que la apostasía de la fe o la carencia de una elemental cultura religiosa tiene directa repercusión también en ese ámbito. No es casual, por ejemplo, que Cataluña tenga ahora el mayor porcentaje de auto declarados como ateos y agnósticos de toda España, y el menor sentimiento de pertenencia a la Patria común. El culto a los derechos del planeta y a la religión climática no garantizan a los futuros españoles una mejor vida, ni temporal ni eterna. Por: Jorge Fernández Díaz [La Razón]