Un año que termina y otro que nace

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Hoy decimos adiós a un ya viejo 2021 y damos la bienvenida a otro, 2022, nuevo, joven y, como tal, lleno de esperanza. Esta medianoche celebramos el tránsito de la Nochevieja, que se despide en el carillón del reloj de la Puerta del Sol –convertido en puerta de España– mientras vamos tomando las uvas en una tradición que se mantiene viva y festiva a pesar de los pesares, virus y pandemias.

Es la imperiosa necesidad humana de mantener abierta la esperanza de que lo pasado se extingue con sus desengaños, contrariedades, tristezas, problemas y pérdidas añoradas, para abrir la puerta a la ilusión y a la necesidad de creer que este año que comienza será más dichoso que el anterior, añorado y recordado por unos y cegado por otros en el baúl de los recuerdos. Es una constante de la humanidad que vive inmersa en el tiempo, ese instante fugaz entre el pasado que ya no es y el futuro que ha de ser.

2021 ha sido pródigo en contrariedades objetivas para los españoles, como la persistencia de la pandemia que nos decían derrotada ahora hace un año con las primeras vacunas; o como los tres meses de continua erupción del volcán Cumbre Vieja en la Isla de La Palma, entre otras muchas desgracias naturales y humanas. Pero junto a ellas, también brilla la luz de la esperanza en conductas heroicas y en acontecimientos de la naturaleza que refuerzan no el optimismo laico, sino la virtud de la esperanza. Que en cada amanecer el sol salga nuevamente para todos es una radiante oportunidad que surge ante nuestros ojos para aportar nuestro granito de arena a fin de mejorar como personas y ayudar a mejorar a los demás.

Cada Nochevieja nos encamina hacia la pasada con el recuerdo de los que ya no están entre nosotros, sintiendo su presencia en el vacío que dejaron con su partida. Mantengamos la esperanza en que este año será el último que vivamos como nunca lo habíamos hecho antes, amordazados, físicamente distantes, limitados en nuestros movimientos y costumbres habituales. Que finalmente estemos inmunizados, pero no por habernos convertido en un rebaño como algunos desearían para hacer ingeniería social a costa nuestra.

Y descendiendo a lo más prosaico, esperemos que en lo político las diversas elecciones que se celebrarán este nuevo año –comenzando el 13 de febrero en Castilla y León y terminando en Andalucía, sin descartar unas generales– ayuden a que el bien común prevalezca sobre cualquier otro.

Confiemos en un dichoso 2022, que no sea simplemente un paso más en el calendario hacia 2030. Con esta ilusión deseamos para todos un venturoso año nuevo. Por: Jorge Fernández Díaz [La razón]