Vivir en nuestro país da miedo

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Si consideramos la apatía de algunos funcionarios y la participación de otros en el crimen organizado y en la corrupción a todos los niveles, francamente cabe la expresión: da miedo vivir en nuestro país.

Diariamente se destapan casos, se manejan otros y siempre se cuenta con los mecanismos, que con excelencia contribuyen al olvido de lo verdaderamente importante, por sustitución de eventos, para la continuidad de la estafa al pueblo dominicano, con una farsa imperdonable que no puede ocultar las impunidades, pero que constituye la norma de nuestra fuerte inversión de valores y el sistema del delito que opera desde el estado.

Un operativo prácticamente de excelencia para prevenir la delincuencia se montó para las fiestas navideñas, parece ser que se recogieron los delincuentes y al menos en algunos sectores del gran santo domingo, no se escucharon tronadas de nuevos robos, asaltos y atracos, o al menos la información no fluyó o no se le dejo fluir.

De repente, lo que debería ser un servicio de excelencia continuo, se dejará en el olvido, indicando claramente que cuando se quiere se puede y que no hay razón para volver atrás a dejar desprotegida la población y a merced de la delincuencia y el crimen organizado.

Parece que la tregua anunciada por el presidente se hizo más eco en el terreno del crimen que en el campo político. Pues la misma pobreza de las fiestas navideñas se encargó de hacer la campaña pro-calidad de vida, ante la merma indiscutible en la economía doméstica.

Pero nuestro enunciado que indica: da miedo vivir en nuestro país, no me parece que sea un sentir solitario de alguien que se atreve a escribir compartir lo que piensa. Sino que tiene sentido y cabida en la mayor parte de la población sensata y de la familia dominicana.

Los sucesos y la violencia en las calles se pueden ver por doquier, las redes que son el reportero por excelencia dan cuenta diariamente de una dosis de Ubicatex 500, a los dominicanos, para que abran los ojos y no se atrevan a confiar en desconocidos.

La pérdida de confianza y con ello de autoridad de los cuerpos del orden, es real y hasta merecida. Ahora no solo se desconfía de los mismos, sino que se han vuelto en más sospechosos que los mismos delincuentes, a quienes se les pide se entreguen.

Y este espíritu de ser sospechoso, permea todas las instituciones castrenses, de inteligencia, antidrogas y del orden, sin dejar fuera rango alguno y muchos funcionarios que la gente señala y conoce como corruptos, aunque usted los vea posando en fotos y fiestas en las redes sociales. Lo que hemos sembrado con las mafias enquistadas en el estado por décadas, en las entidades públicas civiles y militares, ha dado sus frutos. Y lo que supuestamente debe ser el orden para beneficio de toda la nación, es orden para seguir beneficiando los corruptos, enriquecer anillos y asegurar impunidades.

Pero si nos quedamos en ese supuesto orden existente se podrían realizar preguntas como estas, ¿Quién puede confiar en guardia, marino o policía en la República Dominicana? ¿Quién puede confiar en funcionarios en cualquiera de los poderes del estado y órganos constitucionales? Y claro, hay excepciones, pero como los verdugos han impuesto aquello de justos por pecadores, solo resta decir con claridad: nadie puede tierra la primera piedra. Comenzamos el mes de enero del 2024 con los mismos problemas de antaño y sumados a ellos una real caída del poder adquisitivo de nuestra moneda, un estrangulamiento a la calidad de vida de los dominicanos que hace imposible cualquier presión tributaria adicional, y un endeudamiento sin freno galopando en una carrera anti-soberanía.

La sobrevivencia y los sistemas del delito han justificado la necesidad del dinero sucio, para ser lavado en nuestro sistema financiero y también el auge de la criminalidad en sus múltiples facetas.

Y una ley de gastos con un súper presupuesto, que se querrá imponer, para continuar con la fiesta del endeudamiento o terminar de asfixiar la economía doméstica, pero para mantener sin problemas el reparto del botín de guerra.

Y también continuar con las denuncias detalladas de ingresos estatales canalizadas a líderes de opinión para el mal, recibiendo millonadas, por su silencio o por promover medias verdades o por sus apoyos en múltiples terrenos y sobre todo en la vulgar manipulación de conciencias.

Un ejercicio que se auto califico como decente y que figura en las listas de los beneficiados por el presente gobierno, junto al inevitable nepotismo que siempre se destaca en la mafiosa cultura política comunicacional nacional.

Santos que jamás volverán a ocupar los altares de donde cayeron, falsos líderes, falsos investigadores, expertos en extorsiones y hacer dinero sucio, junto a las mismas mafias que operan en el país.

Bandas criminales enquistadas en nuestros cuerpos castrenses y la policía nacional. Compromisarios de los más grandes despropósitos de políticos perversos, que no cesan en sus iniquidades y maquinaciones contra la nación dominicana.

Nuestro país, da miedo. Sobrevivir en esta selva mafiosa implica no intentar participar con luz propia, intentando iluminar el camino para que se persigan metas correctas y las cosas se hagan correctamente.

Implica correr cada día el riesgo de morir en el intento y de correr en la aventura del desierto y luego tener que conformarte con los espejismos, pues el oasis siempre estará ocupado por los maleantes y dirigidos por los depredadores de turno.

Estos son solo algunos detalles que nos permiten afirmar con vehemencia que: vivir en nuestro país, da miedo. Por: Julián Padilla [Listín Diario]