¿Y si Rusia estuviera ganando la guerra a occidente en África de la mano de los mercenarios del grupo Wagner?

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El presidente de la junta militar que dirige Burkina Faso desde el golpe de Estado de 2022, el capitán de artillería Ibrahim Traoré, daba la pasada semana a las tropas francesas desplegadas en el país un plazo de un mes para retirarse. Así lo comunicó este fin de semana la televisión estatal, para luego confirmarlo un alto cargo del Gobierno burkinés. Francia ve así como su influencia en el continente se debilita nuevamente, después de que sus tropas ya se retiraran de Mali en agosto del año pasado.

Burkina Faso vive una grave situación de inseguridad desde el surgimiento en 2015 de grupos terroristas vinculados a Al-Qaeda y el Estado Islámico. Actualmente, más de la mitad del país se encuentra controlado por los insurgentes yihadistas. La falta de efectividad de los sucesivos gobiernos desencadenó una sucesión de golpes de Estado (en enero de 2022 y en septiembre de 2022), donde los militares se apropiaron del poder político mediante mensajes de esperanza dirigidos a una población civil que, angustiada, busca culpables debajo de todas las piedras disponibles.

Francia versus Rusia

Así señalan a un segundo culpable, sólo por detrás de sus gobiernos anteriores: Francia. Los galos fueron recibidos aquí en 2015 como salvadores, igual que ocurrió en Mali en 2013, pero la opinión pública ha derivado en rencor y desconfianza desde que la situación, lejos de mejorar, empeora por momentos.

A cambio de la expulsión francesa, los burkineses solicitaban a Traoré un cambio de partenariado para escoger a Rusia en su lugar (de una forma similar a como ha hecho la vecina Mali). Traoré prometió hacer lo posible, y pocos meses después de su toma de poder se dio a conocer la noticia de que un contingente de 200 efectivos Wagner habían aterrizado en el aeropuerto de la capital.

Ciertos grupos de presión locales, impulsados por la maquinaria de la propaganda rusa, fabrican una mezcla de rencor contra el colonialismo y de hartazgo por la situación persistente del yihadismo. Algo que funciona a las mil maravillas para que la población civil participe en las protestas anti-francesas.

De los cinco países que conforman desde 2014 el G-5 Sahel (Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad), ya son dos que se desvinculan de Francia en materia antiterrorista, y son las dos naciones cuya situación es más crítica. Si cogiésemos un mapa de África Occidental para comprobar qué países se aproximan más a Francia y cuáles se inclinan hacia Rusia, hoy encontraríamos a Senegal, Costa de Marfil y Níger (además de otras naciones de menor categoría) del lado francés; y Mali, Guinea Conakry y Burkina Faso alineadas con los rusos. Y Senegal podría decantarse del lado ruso si en las próximas elecciones generales de 2024 resultase victorioso Ousmane Sonko, un líder panafricanista y anti-francés que pretende cortar todos los cabos que unen a su país con Francia.

No debemos olvidar que 2022 ha sido con toda probabilidad uno de los años más fructíferos que ha vivido el Grupo Wagner desde su fundación en 2014. Los contratos se rubrican y llueve dinero para Yevgueni Prigozhin y sus adláteres. Cada vez son más los gobiernos de tercer orden que acuden al servicio de los mercenarios para mantener un control que se les escapa.

Wagner ha demostrado a lo largo de este año su extrema utilidad a la hora de implantar el soft power del Kremlin en territorios donde el ejército regular ruso no tiene acceso. Ellos son mucho más que mercenarios. Forman parte de una red de tentáculos que maneja un cerebro superior en Moscú. Se mueven al compás del resto de las extremidades y trabajan por un fin mayor a lo puramente económico, que es lo que cabría esperar de una compañía de militar privada al uso.

A comienzos del 2022, Wagner contaba con cerca de 3.000 efectivos en Mali, casi 2.000 en Libia, una considerable presencia en República Centroafricana y grupos de vigilancia en minas de oro en Sudán.

A lo largo de este año han consolidado su presencia en Mali y en RCA y conseguido que las tropas francesas que participaban en operaciones de lucha antiterrorista en ambos países se hayan visto obligadas a replegarse. Si los últimos informes fueran ciertos, en el mes de diciembre habrían aterrizado 200 efectivos en Burkina Faso y otros 100 en el este de República Democrática del Congo.

Mali

El país de África Occidental, inmerso desde hace diez años en una dificultosa lucha contra el terrorismo y las mafias, se ha convertido en el baluarte de Wagner en el continente. Desde que el coronel Assimi Goita tomara el poder mediante un golpe de Estado en 2021, las relaciones con París han alcanzado un punto muerto mientras la amistad entre Moscú y Bamako se han estrechado. Empezaron el año con una presencia limitada en el norte y centro del país, presencia que se ha extendido a las ciudades más importantes tras la retirada francesa a Níger. Gao, Gossi, Menaka, Mopti, Segú, Tombuctú y Bamako cuentan ahora con bases de la compañía militar privada, mientras la única fuerza que hoy combate al yihadismo en Mali son los propios militares malienses, rebeldes tuareg alineados con el Gobierno central y los mercenarios Wagner. Parece irónico que sean los rusos quienes están protegiendo hoy una parte del flanco sur establecido por la OTAN.

Se han reportado un cúmulo de enfrentamientos entre rusos y malienses por aspectos tan básicos como el reparto de agua potable, mientras las víctimas a raíz del conflicto maliense han aumentado un 58% desde 2021. Los yihadistas han ampliado de forma considerable las zonas bajo su control en el noreste del país y la zona conocida como “las tres fronteras”, que delimita con Mali, Níger y Burkina Faso. Por otro lado, llegados al mes de marzo de 2022 más de 300 personas fueron asesinadas en el centro del país a manos de soldados malienses y mercenarios rusos. Otro ejemplo de la pobre capacidad de Wagner, no ya para combatir al yihadismo, sino a la hora de aliviar los sufrimientos de la población local (un aspecto fundamental de cualquier operación militar del siglo XXI) ocurrió a finales de noviembre. Los ciudadanos de la ciudad de Sevaré comenzaron a denunciar que los mercenarios de Wagner estaban vendiendo latas de sardinas a la población local por 500 francos CFA (unos 76 céntimos), una medida a todas luces ridícula, ya que las latas cuestan exactamente lo mismo en cualquier tienda de allí. Fotografías tomadas en el momento muestran a soldados blancos repartiendo las latas a cambio de billetes.