Burdeles mediáticos

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Desde que para el año 1978 un comerciante discográfico inició la etapa de los burdeles radiofónicos y como expresión cruel y caricaturesca de lo que debe ser un periodismo de masas  y “orientador” en este país, no solo el ejercicio de la comunicación quedó afectado de una manera radical, sino que por lo visto y ahora con las plataformas digitales de corte a lo alofoke como expresión del bajo mundo dominicano de Nueva York, ha llegado a niveles extraordinariamente denigrantes y no únicamente para el ejercicio de la comunicación en sí, sino para el periodismo como un todo.

Semejante involución, que ya no deja espacio para el sano propósito del diálogo y la réplica decentes, está arrojando la grave situación de que más del 70 por ciento de la radiocomunicación mediante las radioemisoras nacionales, compite con la cloaca infame de unas redes sociales que no dejan nada a la imaginación en materia de rastrerías, insultos, procacidades y burlas hirientes contra las personas y en particular contra aquellas que no piensan ni actúan como los nuevos vocingleros dentro de los burdeles mediáticos.

Tan lejos se ha llegado, que hasta los políticos y determinados gobiernos han caído en el grave error de propiciar el lodazal de la demagogia más desvergonzada utilizando uno que otro exponente de estos burdeles y lo peor, que los medios escritos de la llamada “prensa seria” y por una interpretación errada de como luchar para sostener sus audiencias y ahora a más que tienen sus versiones digitales, sus responsables se ha hecho ojos cerrados y oídos sordos ante el alud de descalificaciones, mentiras e interpretaciones subjetivas de quienes como si fueran un grupo de trolls (personas que publican mensajes instigadores en vehículos de comunicación de Internet) van contra la verdad, las buenas costumbres y el sentido común. Y perturbando y prostituyendo todo lo que sea periodismo profesional y de respeto a las personas.

Solo hay que ver cómo y ahora que se está en tiempos preelectorales, la nación es bombardeada continuamente y cada día y debido a lo cual, nada es lo que parece y todo lo que se dice parece poco para crispar los ánimos, tergiversar la verdad y hacer de cada individuo un monstruo que es arrastrado por lo peor de sus sentidos a un dime tú y yo te digo, en el que fácilmente la decencia y la educación de hogar se dejan a un lado y tomando espacio lo peor de la comunicación.

Y como la política ya está de por medio, parecería que nada impide que el lenguaje político haya dado ese giro tan procaz de insultos y vejaciones, que de buenas a primeras es asimilado por la parte más joven de las nuevas generaciones de los últimos veinte años y con una desvergüenza y descaro que cambia la virtud y la decencia por la prostitución de las ideas y las costumbres y arrastrando a las nuevas generaciones hacia una caricatura deformada del dominicano, que si los mayores en posiciones de influencia, poder y opinión no hacemos nada para impedir que la nación que amamos sea totalmente vulnerada por la gleba consciente de su pretensión de destruir a la sociedad y en base al chantaje y coacción  del insulto y la amenaza a gran escala y como parte de ello se vio recién cuando una horda de tres mil delincuentes juveniles barriales e instigados por un expresidiario que ofreció un montón de dinero supuestamente escondido en la ciudad colonial y cuyo único y porfiado interés, era, que ya que cuenta con el apoyo directo del Poder Ejecutivo, demostrarle a la clase media cuán lejos puede llegar si los ciudadanos no se ajustan y aceptan sus nuevas reglas de amoralidad absoluta y que es una situación que debería preocupar a toda la ciudadanía sensata.

Se ha caído entonces en una fase peor: El uso de las redes sociales y ciertas plataformas digitales a lo alofoke, como arma de reglamento para aterrorizar a una atrapada opinión pública, que temerosa en extremo, ya no sabe a qué referente social, religioso o político acudir para lograr que se pueda llegar a un cierto equilibrio armónico y deseoso de paz social.

Lamentablemente, la clase política da la impresión de que ha sucumbido ante la ola de pornografía sostenida en el habla y en el comportamiento que se proyecta desde los burdeles mediáticos a que hacemos referencia y por primera vez, parecería que un elemento extraño a las normas sociales de orden, decencia y civilidad ha terminado por maniatar a la clase gobernante y bajo lo peor de las amenazas y las coacciones.

Basta con darnos cuenta, de que el instigador de la poblada social que se vivió en la zona colonial capitaleña y a un mes de la ocurrencia, aún no ha sido llamado por la autoridad a cargo de la preservación del orden público y tanto en materia policial como del ministerio público y dándole fuerza de ese modo, a quienes entienden que ya la sociedad ha caído postrada y sin ánimo de luchar por un mejor país.

Los teteos, el fenómeno social más explícito de este desorden inmoral que los burdeles mediáticos propician, ya no solo están a nivel de las pandillas barriales, sino que poco que mucho, están siendo adoptados como “sistema de socialización” por la parte más baja de la pequeña burguesía y de esa manera y casi sin que muchos caigan en cuenta, la nación y a nivel social, es huérfana de guía y moralidad.

Por supuesto, no decimos que de alguna manera y como parte del orden natural, los individuos no evolucionen en sus principios y costumbres, sino que sencillamente y ante este inusitado destape amoral, que aquella República que los de 70 años para abajo conocimos, parecería que definitivamente se está perdiendo y por una horda de juventud inescrupulosa, rastrera, sin norte moral y con parte del ominoso tinglado de prostitución, drogas y sicariato, alimentado por el lavado de activos de quienes como dueños de los antros de perversión social en  barrios y urbanizaciones, realmente se han convertido en las puntas de lanza que hasta el mismo gobierno parecería que ha cedido sus prerrogativas.

Al plantear pues la existencia de los burdeles mediáticos de todos conocidos y los que todo el día son dueños de la voluntad y el pensamiento de tantos a los que, en una especie de esclavos sodomizados de los sentidos, de hecho, nos han puesto el país al revés y que como los políticos están en campaña y el gobierno ni se diga, la población ha sido dejada en manos de los peores gamberros y delincuentes que en algún momento se hayan parido. En consecuencia, los burdeles mediáticos son ahora quienes dirigen la sociedad, la prostituyen y convirtiéndola en un ente de absoluta incivilización y para mayor escarnio, teniendo los apoyos políticos, gubernativos y hasta religiosos de lugar. ¿Perdimos nuestra nación? ¡Qué Dios nos encuentre confesados! (DAG) 16.11.2023