Que los diputados chilenos hayan decidido sustituir el término “mujer” por “persona menstruante” puede tener todas las implicaciones ideológicas que se desee formular. A favor o en contra, del derecho y del revés.
Pero lo que sin duda revela esta decisión, (que todavía debe pasar al Senado), es que sus señorías tienen demasiado tiempo libre, pocas ganas de trabajar sobre los problemas reales y un afán de protagonismo que raya en la idioticia. Dicho esto, sin ánimo de ofender.
Al gobierno de Boric no le están saliendo bien las cosas. Las promesas de campaña eran demasiado rotundas. Desde nacionalizar las empresas mineras (que no ha podido ser) disolver los fondos de pensiones (que tampoco). Necesitará más tiempo o se verá obligado a revisar sus planes.
El 4 de septiembre Chile celebra un plebiscito para reformar su Constitución. El nuevo gobierno quiere cambios profundos, pero, aunque ganó en segunda vuelta, los votos que puede realmente atribuirse Boric no superan el 26 %. En ese escenario, en el que la popularidad del joven presidente ha caído hasta el 30% según algunos reportes, la inflación puede llegar este año al doble dígito y los salarios están estancados, los diputados discuten sobre la identidad de las “personas menstruantes”.
Los populismos (de derecha o de izquierda) avanzan porque el ciudadano mira con escepticismo cada vez mayor la burocracia gigantesca que debe sostener, por la inoperancia de unas administraciones cada vez más onerosas, unas élites que antes eran de un tipo y hoy son de otro, pero élites al fin y al cabo y un cuerpo legislativo que en el caso de Chile milita recostado sobre el diccionario y en nuestro caso, sobre qué nuevo proyecto de Código Penal puede presentarse este verano 2022. Por: Inés Aizpún [Diario Libre]
