Drogas y guerra

0
201

Apoyo la posición sobre la guerra contra las drogas que ha asumido el presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien en su alocución en la Asamblea General de la ONU hizo un llamamiento desesperado: “Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas”, dijo el mandatario.

Sí, sé que es una posición que puede ser considerada radical, pero lo cierto es que respaldo lo que sostiene el presidente colombiano, no porque sea un visión izquierdista o liberal, sino porque es lo más racional.

La guerra contra las drogas acaba matando más gente que lo que busca combatir. No es un secreto que los muertos vinculados a la producción, distribución y venta de narcóticos ilegales superan por mucho a los que fallecen por sobredosis de esos productos ilegales.

A eso se suman las cantidades descomunales de fondos que los gobiernos dedican a financiar las estructuras militares, policiales y judiciales para combatir a unos delincuentes que siempre llevan la delantera.

Además, no son pocos los gobiernos nacionales y las estructuras económicas que han sido penetradas por los carteles de la droga y las organizaciones criminales vinculadas a ellos. Negarlo a estas alturas sería querer tapar el cielo con la mano. Es tiempo de sentarse a pensar en esa realidad y atajar este tema con valentía y una cuota importante de objetividad y realismo.

Como se hizo con el alcohol en su momento, se hace urgente poner las cartas sobre la mesa y encontrar una solución generalizada. Las guerras se ganan y se pierden. La de las drogas se perdió hace tiempo. Lo vemos a diario, en las calles llenas de violencia, en los cargamentos que siguen entrando, en quienes viven la gran vida con el dinero ilícito, sin aportar un peso al bien común.

Y se ve allí en el país que más promueve esa guerra, Estados Unidos, donde los usuarios de drogas “adornan” las calles con sus andares lentos y desgarrados, como el vivo ejemplo de que, a pesar de ser ilegales y combatidas, las drogas están siempre cerca, a la vuelta de la esquina. Por: Benjamín Morales Meléndez [Diario Libre]