El ‘premier’ juerguista

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Hay políticos para todo y gobernantes que dejan recuerdos escabrosos y pintorescos. Quizás de los actuales el más esperpéntico es nada menos que el premier británico, Boris Johnson. Gobierna uno de los países más importantes del mundo, pero seguramente ha equivocado su profesión: de actor circense que haría un buen espectáculo, aunque no conseguiría hacer reír tanto.

Johnson es un personaje inteligente al que cuesta mucho tomar en serio. Ejerce de iconoclasta y clown oficioso desde que tuvo uso de razón. Sus colegas corresponsales en Bruselas unos años atrás cuentan mil historias que rayan entre el gamberrismo y lo esperpéntico. Le gusta más el alcohol que a los chotos la leche y no se reprime de emborracharse en público.

La última vez, que se sepa, lo hizo bajo la impunidad frustrada de jefe del Gobierno de Su Majestad más ortodoxa desde que hay historia en Londres. Fue en las pasadas Navidades, en plena pandemia de Covid. Entonces no se reprimió a la hora de legislar medidas para evitar su expansión e inmediatamente de emprender iniciativas para violarlas.

En medio del confinamiento montó una juerga nada menos que en los salones de Downing Street de las que hacen historia y en esta ocasión por partida doble. Primero, por lo bien que lo pasaron las decenas de participantes y segundo, por las consecuencias que le han ocasionado.

Por más que intenta disfrazar la verdad y pedir perdones, sus adversarios políticos y hasta algunos afines han ratificado el escándalo y han abierto un juicio político que escandaliza a la calle, conmociona a los estamentos oficiales y le acaba de llevar a un proceso en el Parlamento de Westminster que podría costarle el cargo. [20Minutos]