¿El sanchismo es la destrucción de España?

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No es una exageración, sino una inquietante realidad. Sánchez no tiene un proyecto para España, mejor o peor, sino una ruta de supervivencia personal para seguir en La Moncloa. Es evidente que no encontraría un trabajo mejor. Hay pocas personas en el mundo que dispongan de aviones y helicópteros sin rendir cuentas por su uso, vivan en un palacio y tengan varias residencias a su servicio, cuenta con centenares de asesores y dispone libremente de los fondos reservados. Por supuesto, le rodea una ingente nómina de criados, así como recursos para complacer sus caprichos.

Esa hambre de poder es un síntoma muy interesante, porque muestra a un político que lo pasó mal y fue menospreciado por aquellos que ahora le ríen más gracias.

Esto explica que necesite demostrar permanentemente que está al mando y que ha triunfado. Cuando llegó al ayuntamiento, una política socialista le dijo a uno del PP: «ahora entra en el pleno el concejal más guapo que ha habido en Madrid». El coste para España de su continuidad es impresionante, así como la tensión que ha introducido en las instituciones colocando a marionetas que actúan a su servicio como sucede en el Congreso o el Tribunal Constitucional.

Con la excepción de Pérez Royo y Martín Pallín, siempre al servicio del sanchismo, cualquier jurista sabe que la amnistía es inconstitucional. No es una cuestión ideológica o partidista.

El pobre Galindo me da mucha pena. Es triste hacer una oposición para pasar a la historia como el servicial letrado de Cortes que firmó un bodrio jurídico. En el caso de Conde-Pumpido es más lamentable. Ha triturado su prestigio como penalista, ya que no es constitucionalista, en el vertedero ideológico del sanchismo. Estos días podemos comprobar que la victoria de Sánchez se ha limitado a una rendición incondicional y servil.

Los independentistas han confirmado que quieren el referéndum y que si vuelven a la vía unilateral lo harán mejor. Por su parte, Aragonès ha anunciado que exigirán recaudar todos los impuestos con un sistema como el cupo. Lo que llaman solidaridad se acotará en el tiempo. Es decir, todo beneficio y ningún gasto. A lo que hay que añadir el suculento mercado español. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]