La aritmética electoral es totalmente diferente a lo que indica la matemática a la hora de calcular factores y productos y que, por tal error de percepción, cualquier candidatura podría fallar y hasta perderse

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A dos años de las elecciones del 2024 y viniendo de otra en las que un 47,11 por ciento no votó y teniendo un gobierno metido dentro de una pandemia y una crisis económica global, es una temeridad empujar al presidente Luis Abinader a una súbita campaña electoral de 21 meses y de profundo desgaste, cuando lo que procede, es que el mandatario se mantenga con su política de cara a cara y auscultando la realidad de como popularmente la gente y en particular los electores, estos le vean.

Desde luego, entendemos que se pueda dar esta especie de frenesí partidario por ver desde ya que su líder sea nominado y ratificado como candidato presidencial, pero resulta, que en las actuales circunstancias que se viven, de una nación acorralada por una pandemia y otra nueva, que si se profundiza pudiera darse, no es precisamente el momento oportuno para lo que sería un lanzamiento electoral prematuro que, por su misma naturaleza, sería de desgaste y por lo tanto frustrante.

Son, no solo dos años para el próximo torneo electoral, sino que meterse desde ahora en una precampaña electoral de 21 meses y al mismo tiempo manejando o controlando al gobierno de la nación y el que como tal, hasta ahora ha sido uno de expectativas y hasta de parches y no precisamente de políticas propias, sería más que un riesgo calculado el emprender semejante aventura.

Abinader está en el tiempo de ser visto y entenderlo como un presidente trabajador y desarrollista y de grandes expectativas abiertas a favor de la nación y por lo tanto, aceptándose que en algún momento su política pudiera confrontar alguno que otro error y lo que sería entendido, no como un retroceso y sí como el paso necesario de suma y error que se pudieran suscitar y para un presidente que heredó un gobierno no lo suficientemente promisor y que gente nueva en los cargos, entraba de lleno a un camino incierto y sin expectativas reales.

Por lo tanto, mientras no se presente ahora como candidato, Abinader siempre recibirá de la población el beneficio de la duda y lo que para nada podría significarle que se quemaría políticamente, pero por lo visto, quienes patrocinan o incitan a que desde ahora vaya a la carrera presidencial, en el fondo y ni por mucho, pudieran ser catalogados como seguidores electorales y sí como oportunistas mediáticos de a tanto por palabra o por contrato de suplidor o constructor del Estado.

Igualmente, el mismo presidente debería tener muy en cuenta, que por mucho caminar no se llega y en la política del poder mucho menos y cuando lo que procede, es que la ciudadanía, no solo que empiece a aceptarle como un buen presidente, sino que al mismo tiempo fuera forjándose la idea de que él sería su mejor candidato.

En este sentido, consideramos que ese es el panorama que sus estrategas deberían de tener en cuenta, que todavía la gente no ha terminado de conocerlo como su presidente y por lo que cautelarmente, debe tratarse, de que sea por sus propias realizaciones que la gente razone que Abinader podría ser un mejor presidente si repitiera en el cargo y que ese sentir lo hiciera suyo y si se quiere, de manera espontánea y no por manipulación mediática.

Todavía más, creemos que Abinader y en su probable camino hacia la reelección constitucional, todavía necesita pasar un largo trecho para que la misma nación le reclame su continuidad y hacerse más duro y ducho en su quehacer y lo decisivamente, más importante: Ganarse la confianza de cada ciudadano al que le estrecha la mano o que le sonríe sin maldad.

En consecuencia, seguimos creyendo que quienes tratan de incitarle a meterse en una precampaña electoral no le quieren bien. Por ejemplo, ¿tiene el presidente, respuesta al por qué teniendo este país tan lisonjeros indicadores económicos, los mismos no se proyectan con la necesaria resultante, de que efectivamente se han mejorado los niveles y calidad de vidas de los ciudadanos de la burguesía media hacia abajo y de los de a pie y al contrario, toda la riqueza como los beneficios solo benefician y a menos del 25 por ciento de la población?

Por eso y mientras Abinader el candidato se encontraría si respuesta para tal pregunta, al contrario, Abinader el presidente, se encontraría en mejores condiciones de explicar el por qué de tal contradicción y con solo apelar a las políticas y acciones que está tomando a favor de mejor el nivel y calidad de vida de la mayoría ciudadana.

Obviamente, los ciudadanos prestarían mayor atención al ejercicio de su política en el terreno y hasta justificarían que sus esfuerzos no hubiesen llegado al nivel que se aspiraba y por la sola razón, de que los ciudadanos saben que su presidente está trabajando y dedicado en cuerpo y alma a resolver, tanto los problemas heredados como los otros creados por ese grupo perverso de funcionarios, quienes desde el partido oficial, entienden que pueden hacer lo que les venga en ganas y que nadie caiga en cuenta.

Y es en base a tal deducción, que entendemos, que los ciudadanos tenderían a perdonarle a Abinader, el presidente, cualquier error y mucho más, viendo que de pronto lo corrige, que aceptarle a Abinader, el precandidato, que no haya sabido ni corregir y tampoco actuar como cabeza de la administración pública.

Pudiera pensarse que el planteamiento es otra necedad con ánimos de fastidiar o boicotear una probable candidatura. Sin embargo, la política y mucho mayor la de Estado, siempre se rodea de una de sutilezas, que mientras más pequeñas, son las verdaderamente peligrosas.

Además, también hay que entender, que solo con el cincuenta por ciento de realizaciones positivas de los dos últimos gobiernos del PLD, el gobierno de Abinader y su PRM, todavía no llegan en realizaciones de mediano y largo plazo a neutralizar aquellos resultados y para proyectarse adecuadamente con miras de ganar el presumible torneo electoral de mayo de 2024.

Solo, ese es el detalle que queremos advertir, que con todo y los trabajos y esfuerzos hechos por el mismo Abinader, todavía falta un buen trecho para que su administración supere las realizaciones pasadas y de modo que estas pudieran darle un buen crédito electoral que le haga destacar frente a lo que hizo en bien y no solo en mal, el PLD.

 Y como tenemos en cuenta ese “detalle”, entendemos, que Abinader y siendo presidente de la República, debe continuar sus encuentros cara a cara con la ciudadanía y al tiempo que define a mejor su política y las realizaciones materiales que de la misma se esperan. No es lo mismo un 67 por ciento de “popularidad” de una encuesta aleatoria empresarial en estos días, que obtener ese mismo porcentaje y ya como candidato presidencial y a tres meses de los comicios.

¿Se entiende por qué planteamos, que la aritmética electoral es totalmente diferente a lo que indica la matemática a la hora de calcular factores y productos y que, por tal error de percepción, cualquier candidatura podría fallar y hasta perderse? (DAG)