Porque la mayoría de los senadores no quieran de presidente a Eduardo Estrella, para nada significaría que Abinader pudiera perder influencia en la cámara alta

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De cara al proceso electoral de mayo de 2024, lo que menos le conviene a la reelección constitucional del presidente Luis Abinader, es que al mandatario se le continue mirando como el titiritero que tiene en la presidencia del Senado y en funciones, a lo más parecido a las de un muchacho de mandados y el que, de hecho, es un senador que se ha convertido en su sombra y quien de forma sumisa solo actúa y toma de decisiones, en función de los intereses del Poder Ejecutivo.

Si este aspecto se toma en cuenta, Abinader bien haría en dejar a la libre a los senadores del PRM para que ellos decidan respecto a cuál de sus colegas debería encabezar el Senado y menos a “su” senadora Faride Raful, quien cuando Abinader dice blanco, ella dice de inmediato, leche y de tan entregada que le es.

Todavía más, lo que realmente al gobierno debería de convenirle políticamente, fuera que la presidencia de la cámara alta recayera en un opositor y sobre todo, cuando en estos dos último años ese cargo es lo más parecido a un sello gomigrafo que no representa ni siquiera a los del partido oficial.

Incluso, por la misma naturaleza del cargo, ser presidente del Senado y en manos de un independiente u opositor, no significaría un grave problema de gobernabilidad para el Poder Ejecutivo y toda vez que la cabeza del Poder Legislativo está más comprometida que otros poderes, con la aplicación y funcionabilidad de la Carta Magna. (DAG-OJO)