Que el presidente Biden renuncie a su nominación y que sea reemplazado por la exprimera dama, M. Obama lo que habla, es que el Partido Demócrata se encuentra dentro de una grave crisis de liderazgo a nivel nacional

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Puede que algunos no lo entiendan, pues eso de que un anciano de 81 años, quien tiene detrás otro de 77 años para reemplazarle, al mismo tiempo tenga la alternativa de una controversial licenciada en Derecho como su probable sucesora, de lo único que habla, es que el Partido Demócrata estadounidense está muy alejado de tener un fuerte vaso comunicante con su militancia y su liderazgo intermedio.

Al mismo tiempo, que la dama en cuestión se encuentre siendo objeto de una perturbadora campaña inquisitiva de si físicamente, es o no mujer, se entiende que no ayuda en nada para que su país y así como la comunidad internacional pudieran tener una aceptable imagen de su persona y lo que de seguro y en el caso que el liderato demócrata insista en que ella reemplace a Biden como candidato presidencial para las elecciones de noviembre, es una situación que deberá encarar y rápidamente.

Por lo pronto, no hay que desestimar, que los primeros en reaccionar contra la probable nominación sean los seguidores republicanos del expresidente Trump y sus más duros correligionarios, quienes con certeza no tendrán pelos en la lengua para descalificar a la exprimera dama.

Paralelamente, no debe descartarse que los demócratas arreciarían sus descalificaciones contra el expresidente republicano, habida cuenta de que está pasando un tortuoso peregrinar judicial y del que hasta ahora arrastra cuatro causas penales y un sinfín de imputaciones, que van, desde haber intentado desviar los resultados electorales de hace cuatro años y para querer quedarse ilegalmente en el poder, a un sin número de acusaciones sobre actividades de comercio non santas.

En uno y en otro caso, se hace evidente que el escenario demócrata no es nada tranquilizador y que, ante el mismo, la imagen de EEUU como gran potencia hegemónica y de suyo, cuestionada como potencia unipolar en baja, pudiera dar pie a un clima de aparente guerra civil en materia de política electoral, que incluso pudiera arrojar dudas de EEUU y su liderazgo a nivel internacional.

Por eso, en los hechos, la entrada de la señora Obama a la arena política electoral. por sí, provoca reacciones de todo tipo y especialmente adversas entre las comunidades afro y latino estadounidenses y en lo que concierne a que si tal nominación -por ahora femenina- agitaría las bases de la fuerte revolución social de extremismos concatenados que vive la nación estadounidense.

Ahí se tiene, a un Trump, que dice, que de ser favorecido y llegar de nuevo al poder, lo primero que hará sería deportar a no menos diez millones de ilegales y la mayoría de origen latino y que de suceder, provocaría reacciones inmediatas de parte de las naciones al sur del Rio Grande que se sintieran amenazadas con tal medida y de paso, aumentando la inquietud entre la comunidad afro estadounidense, y si se toma en cuenta, de que en ella es que se encuentran los mayores consumidores de cocaína, marihuana “medicinal” y fentanilo.

Solo hay que ver, que estando Trump en la conflictiva acción legal que le acompaña, se ha convertido en un serio factor perturbador para la mayoría de los estadounidenses que no comulgan con sus ideas extremistas y entre ellas, su enfática posición de entender que trataría al resto de las naciones como si todos ellas y de algún modo hubiese que tacharlas como enemigas y lo que para nada ayuda, a que en el resto del mundo pudiera darse un cierto espíritu de tolerancia y convivencia y a un EEUU, que en líneas generales, ya no es aquel en quien se podía confiar y sí el peor amigo-enemigo que tenemos todos.

Pero tampoco se puede olvidar, que, en el partido demócrata, Biden es uno de sus halcones más radicales y en lo que los Obama tienen igual característica, pero y si se pudiera creer, “más templada”, aparte de que más allá hay un Kennedy acariciando la alternativa de lograr la nominación presidencial democráta.

Además, hay otra situación, que de aquí a las elecciones de noviembre y renuncie o no Biden, el panorama político internacional, no es precisamente de lo más lisonjero y menos, cuando el propio EEUU se encuentra interesado en provocar una guerra contra Rusia y más amplia que la actual que lleva vía la OTAN con el pretexto de Ucrania y en la que la Unión Europea se encuentra metida hasta el cuello y ni hablar del genocidio en Gaza motorizado por Israel o el “efecto de Yemen”, cuyo dominio estratégico son las aguas del Océano Indico y las del Mar Rojo en su fiera lucha de obstáculos marinos contra Israel y a propósito de la matanza que la entidad sionista lleva a efecto en Gaza y ni hablar de la situación tan perturbadora en todo el Medio Oriente y abarcando inclusive a Irán.

Y es que por dondequiera que se mire, quien vaya a ser el próximo presidente o presidenta estadounidense, no lo tendrá nada fácil con la herencia de obstáculos continuos que Biden le dejaría y lo que menos deja espacio como para que pudiera existir un punto de respiro, mientras que en muchas partes del mundo: Asia, África, China, Japón y las Coreas, ese cierto espíritu sordo de pugnacidad extrema se enseñorea.

Al coctel anterior, añádase la discrepancia de fondo que tiene ahora el gobierno de Netanyahu con Biden y a propósito de que el sionista quiere borrar del mapa a Gaza y su millón de refugiados y a lo que al parecer Washington se opone, pero sin dejar de proveerle armamento al gobierno sionista y entonces, se tendrá todo el montaje de una escenografía fatídica y para un EEUU, que parecería que no cuenta con una dirección apropiada.

De este modo, hay que concluir en lo primero, que el presidente Biden renuncie a su nominación y que sea reemplazado por la exprimera dama M. Obama, lo que habla, es que el Partido Demócrata se encuentra dentro de una grave crisis de liderazgo a nivel nacional. Con Dios. 07.05.2024