Sacar a Haití del atolladero y como hoy se discute entre EEUU y Canadá, no quiere decir que el problema quedará resuelto, sino que en muchos aspectos podría agravarse. Por ahora es cuánto

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Entre EEUU y Canadá habitan cerca de 3 millones de inmigrantes haitianos y de los que sus descendientes y en una mayoría cercana al millón de personas, son estadounidenses o canadienses de origen haitiano y todos, con el punto común de que si bien quisieran que su país de origen pudiera salvar todas las taras e impedimentos que desde el inicio de su independencia la nación haitiana ha estado experimentando y como producto de la horrorosa y desproporcionada deuda que Francia le impuso  y si a cambio quería que la reconociese como nación independiente. Deuda que al valor del dinero en la actualidad pasó de los 21 mil millones de dólares y la que todavía no ha sido pagada plenamente.

Es decir, ambos países norteamericanos tienen un interés común, no tanto de que en Haití todo se normalice, sino más bien, de aprovechar las circunstancias para que sus ciudadanos descendientes de haitianos pudiera ser la justificación o la pieza de intercambio y para lograr que en un momento dado, semejantes grupos humanos pudieran servirles de instrumentos  con miras de hacer del país transfronterizo  uno suyo y en base de los estadounidenses y canadienses de origen haitiano que ejercen sus derechos como tales, dentro de la vida política de las dos naciones norteamericanas y en el mismo Haití, donde actúan como puntas de lanzas.

Como se conoce, Canadá a tenido una gobernadora de origen haitiano y EEUU ha conocido la existencia de ciudadanos suyos, nacionalizados o de origen dominicano y haitiano que han sabido o tienen importancia capital en las vidas de los Estados en los que se encuentran.

Al mismo tiempo, ambas naciones norteamericanas tienen otro punto común y con República Dominicana, respecto a la cantidad de ciudadanos dominicanos de origen haitiano, quiénes y aunque en menor medida ejercen su condición de ciudadanos dominicanos, si bien es cierto con un bajo perfil, no es menos, que, alentados por sus contrapartes estadounidenses y canadienses, procurando cada vez una mayor participación en la vida política dominicana y estamos hablando de cerca de dos millones de personas conservadoramente hablando.

Entonces y cuando esta realidad es observada a plenitud, perfectamente que se puede entender la peculiaridad de vida que tiene la nación al oriente de la isla compartida y la que “por coincidencia” está tan expuesta en su propia idiosincrasia y soberanía a fluctuar entre lo que la política le trace a EEUU y Canadá pero y llamémosle de algún modo “en asociación de ideas” con República Dominicana y desde el momento que en Washington entiendan, que llegó la hora de satisfacer los requerimientos de sus ciudadanos de origen haitiano como dominicano, de hacer de la isla compartida una sola nación o en su lugar, fusionar ambas naciones isleñas como parte de los propios Estados Unidos o de la misma Canadá y con lo que de seguro, se lograría, fortalecer las minorías étnicas estadounidenses de origen dominicano y haitiano y como punta de lanza para trazar el viejo proyecto de hacer de las llamadas “minorías latinas” un grado de dominación propia y como muestra de lo que las minorías étnicas pudieran servirle a Norteamérica como grupos de poder fáctico propios y peculiares que sirvieran también de ejemplos para el control del resto de las minorías étnicas, sociales y latinas tanto en EEUU como en Canadá.

Desde luego, podría presumirse que, al plantear este escenario, de hecho, estaríamos generando un factor de opinión que pudiera solo beneficiar a los dos países norteamericanos y quienes de ese modo verían como los 74 mil y pico de kilómetros de la isla entera y con sus casi tres mil kilómetros de playas, fueran convertidas en el centro vacacional por excelencia para una gran parte de los ciudadanos de los dos estados norteamericanos y de origen en ambos países isleños.

Claro está, asumimos que algunos lectores no entenderían o tal vez no pudieran darle crédito a lo que planteamos, pero ciertamente, que si se dieran cuenta en el alto nivel de orfandad jurídica e institucional que tienen las dos naciones que comparten la misma isla y ambas, como factor común de un amplio segmento de ciudadanos estadounidenses o canadienses de los dos países isleños y originados en ellos mismos, que entonces y gradualmente, pensamos que se podría desarrollar  una vuelta al sentido común y dominicanos y haitianos, darse cuenta, que por sus frivolidades y gran irresponsabilidad, en estos momentos son los culpables de todo cuanto les pudiera ocurrir como parte de dos naciones libres e independientes que no han podido sustraerse a la terrorífica influencia de los descendientes de aquellos inmigrantes, que en los últimos veinte años, se han convertido en ciudadanos de los dos países norteamericanos y quienes a modo de desquite, quisieran que sus países originarios fueran parte y fusionados de los dos países norteamericanos.

Por lo pronto, los estadounidenses y canadienses de origen dominicano o haitiano tienen a favor, el alto poder adquisitivo de las monedas de sus dos naciones norteamericanas y por vía de consecuencia y si le agregamos el factor remesas, se encuentran en la condición privilegiada de dominar “por la boca” a los ciudadanos dominicanos y haitianos en la isla compartida.

Sin embargo y en el caso dominicano, el desarrollo y crecimiento extraordinariamente positivo de su economía, facilita el pie de amigo y en el caso de que su oligarquía y grupos empresariales asuman, que por sí mismos, ambos sectores pueden demorar la perdida de soberanía y la concreción de estado fallido de uno y otro lado de la isla compartida, si junto con la oligarquía de mercaderes haitianos, presentaran y a modo de contrapeso institucional, que las dos naciones isleñas pudieran sobrevivir  y repuntaran cómo naciones confiables e institucionalmente aceptables.

Y lo que decimos, porque definitivamente, con este análisis político de Estado, nuestro interés es llamar la atención de dominicanos y haitianos y para que se den cuenta, que al final, no todo debería de estar perdido y que, si cada uno se empeña, se podrían sustraer a la influencia nociva de los extranjeros de origen dominicano o haitiano que quisieran que sus naciones originarias se fundieran con las dos de acogida y refiriéndonos a EEUU y Canadá.

En lo personal y para quien escribe, creemos en las fortalezas de los Estados, dominicano y haitiano, en sus respectivos pueblos y por su rica historia común de heroísmo, determinación y confianza determinantes en sus respectivos destinos y como lo entendemos, presentamos este panorama, de suyo chocante, pero al final esclarecedor y si logramos, que quienes nos lean, entiendan, que de ellos es la responsabilidad para que las dos naciones sobrevivan como países soberanos e independientes.

De ahí que observemos, que sacar a Haití del atolladero y como hoy se discute entre EEUU y Canadá, no quiere decir que el problema quedará resuelto, sino que en muchos aspectos podría agravarse. Por ahora es cuánto. (DAG)