Todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad, pero ciertamente unos más que otros y mucho más cuando lo que esta de por medio es el como se manejaron y administraron presupuestos públicos

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Ayer y después de un anuncio de guion cinematográfico, uno de los políticos que más tuvo que ver con que el abinaderismo llegara al poder, ofreció una extraña y criptica rueda de prensa, por la que dijo lo que entendió que debía que decir, pero no lo suficiente como para que todo el mundo le diera visto bueno a que lo dijo.

Para empezar, el sujeto es responsable de un manejo presupuestal directo de más de cinco mil millones de pesos, de los que, y por lo que quedó como rastro, todavía hay dudas de si su buena fe le traicionó y dejándose llevar de las emociones, cayó en la trampa de tomar decisiones que ahora y por lo poco que dijo, parece que le dejaron el sabor agridulce de sentirse no del todo realizado en cuanto a lo que le hubiese gustado hacer y sin necesidad de quedar en entredicho.

En cierto modo se entiende la incertidumbre que dejaron sus palabras en una rueda de prensa, de la que todavía no entendemos el porqué quedó como un preámbulo de tanteo, del tipo de ver los efectos de por donde se pisa y como si quien protagonizara la misma, entendiera que debía de actuar cautelarmente y para no caer en terreno falso.

El individuo -funcionario todavía- dio la impresión de que, en vez de hablar para todos, lo hizo para sí y quedamente para quien le había nombrado y como si en cierta forma, buscara su aquiescencia y lo más importante para su amor propio, sentirse de vuelta y sin que nadie le vea como aquel que hay que señalar, porque los demás le sintieron, o que falló o que sencillamente no dio la talla.

Suerte que el hermano legislador que le acompañaba, no se le ocurrió salir de gallo respondón amenazando a quien entendiera que le haría una que otra pregunta y de esas tan incómodas, de cuando se trata que se hurga hasta tratar de ver cuánto se extrae de probable verdad.

Por supuesto, nadie en sus cinco sentidos, dirá del personaje esto o lo otro si no se tienen pruebas de lo que se quiera decir o preguntar, pero cuando se conoce apenas el leve fantasmeo de lo que dice su ejercicio de administración y los tantos dineros que se entienden presumiblemente despilfarrados, a veces y para ganar tiempo, una enfermedad oportuna ayuda para que las aguas y el sosiego se calmen.

Pero es tanto el dinero que se entiende malversado por malas decisiones administrativas y sabiéndose que en lo personal el disertante no se apropió de nada que no fuera suyo o que no le perteneciera, que evidentemente hay que darle la razón y cuando dice que todo lo que vivió como funcionario público de presupuesto propio, le llevó a la terrible situación de verse confrontado por sus propios miedos ante un malestar de salud, que hasta para describirlo tuvo cuidado de no decir más allá de lo prudente.

Quién escribe y más de 30 años atrás, la una o dos veces que entrevistó al entonces joven político que provenía de la parte más sana de un gremio de profesionales. En aquel tiempo, el candor le traicionaba y su buena fe, era como leche que brotaba de sus labios y por lo profundamente romántico y sano que era su sentir y sus sueños y quimera de bien hacer.

De ahí, que al verle ahora tratando de dar explicaciones y recordemos que no hay cosa más terrible que darlas cuando se sabe que de alguna manera quienes le critican pudieran tener algo de razón en lo que observan, que definitivamente haya que entender, que estamos ante un señor, que en cierta manera y por más que se quiera ocultar, experimenta cierto tipo de desgracia política, que por lo menos no le deja tener la paz que quisiera.

Ante una situación como esa, lo mejor debería de ser encarar la problemática y mucho mejor ahora, antes que los más duro de la campaña electoral le arrastre al altar del cuestionamiento público más agresivo y lo que siempre vendrá de las propias filas en las que en los últimos años concretó su carrera política.

En este sentido, si guarda silencio más allá de lo prudente, debe saber que le hará más daño que bien y en cuanto a la imagen que quede frente al que le ha nombrado en otro cargo público, no de tanta responsabilidad de administración como el anterior, pero sí lo suficiente, para que entienda que ha quedado, no tan lejos del hacedor de todo, pero tampoco tan cerca, que una mirada dura y cuestionadora se posará sobre sí.

Y es ahí donde la duda duele más y el amor propio se fragmenta y lo más terrible, cuando siente que los compañeros se le alejan y casi todos le hacen ver que es una sombra del pasado en materia de política de Estado viva.

Entonces, cuando se observan los hechos en su justa perspectiva, se hace evidente, que, si se quiere buscar una segunda oportunidad, debe ser ágil en la exposición y hábil en la argumentación de contenido y sobre todo, cuando por lo poco que dijo, la audiencia sintió que el funcionario quería sentirse redivivo y aceptado.

Naturalmente, en un caso como este, nadie debe apropiarse de la función de juez y mucho menos hacer imputaciones que ante un tribunal no pudiera demostrar. Mejor es otorgar el beneficio de la duda y dejar que poco a poco la verdad emerja sin acomodos ni frenos y es que efectivamente, tantos millones de pesos manejados con esperanza de servir bien, por lo menos merecen que se dé una versión lo más correcta posible y  para que de ese modo haga contrapeso a la carga de la prueba que su sucesor  ha colocado y no por nada personal y sí por el peso de responsabilidad política que conlleva salir bien y con la frente en alto del cargo de alta responsabilidad que se ocupó.

Sencillamente, ¿por qué hablar de que se regresa a la política y sin guardar rencor a quienes le han hecho señalamientos?, ¿acaso todo político que administre no debe estar preparado para ello? Pero si algo llamó la atención y poderosamente sobre lo que expresara, solo hay que repetir lo que dijo, de que regresaba y se reintegraba “pausadamente” a la política del poder y que, a razonamiento a contrario, siente que no es así y mucho más, cuando admitió que no sabía si volvería a ser jefe de campaña para la reelección constitucional.

A todo esto, desconocemos si quien le nombró se sentirá satisfecho con la curiosa presentación de hechos, que el todavía ministro Roberto Fulcar Encarnación, ha entendido que ofreció. Pero aquella frase tan reveladora de que” no quisiera vincular esto a hablar del tema político ni el tema social, pero sí les prometí que oportunamente vamos a tener otros encuentros para tratar todos los temas que sean de interés de la opinión pública, sin censura y sin opacidad, con toda transparencia. Incluyendo el tema político, incluyendo el tema social e incluyendo educación”, nos deja dentro de un manto de dudas y penumbras, que mejor es invocar a Dios y desearle lo mejor y estando preparado para lo peor.

Que también nos hace decir, que todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad, pero ciertamente unos más que otros y mucho más, cuando lo que está de por medio es el cómo se manejaron y administraron presupuestos públicos. Con Dios.  (DAG) 08.08.2023