Chile: como convertir la derrota política en victoria

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Cuando Gabriel Boric ganó las elecciones presidenciales en Chile, en segunda vuelta, el pueblo no votó decididamente por la izquierda. Votó esencialmente contra lo que había.

El hoy presidente de Chile y aliados habían reiterado que, para implementar el programa de gobierno, les era posible, exclusivamente, con la aprobación del nuevo texto constitucional, rechazado abrumadoramente. Esto así porque el objetivo político no era el establecimiento de un programa de gobierno, sino instaurar un régimen: una sucesión de gobiernos del mismo signo bajo amparo constitucional para establecer una nueva realidad cultural, social, económica, jurídica y política en Chile.

De modo que cuando viniera el cambio de insignias políticas ya el sistema se hacía impermeable, intocable a un gobierno de cualquier otro signo. En otras palabras, si otros partidos ascendían al poder, no podrían cambiar nada, porque todo estaría definido, decidido y sellado.

Debemos tenerlo claro, Chile está en medio de un proceso revolucionario. Los elementos que definen toda revolución están ahí: empezó con la violencia de octubre del 2019, continua con un cambio de dirigentes políticos vía proceso electoral. Se expresa con una victoria cultural del actual grupo de poder y por supuesto van caminando hacia un cambio normativo – de las reglas del juego – y, sin lugar a duda, una redistribución del poder.

Ahora bien, el deterioro de Boric ha sido muy grande en poco tiempo. Sus contradicciones han sido infantiles. El gobierno está muy débil, y en política las derrotas significan pérdida de poder, empezando con una posible redefinición del gabinete.

Para colmo, la situación económica está muy difícil en Chile. La crisis se va a acrecentar en los próximos meses, los últimos datos son complejos. El Banco Central de Chile acaba de firmar una línea de crédito por 18 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional. Los expertos predicen que vienen muchos meses de contracción económica. Igualmente, los empleos, no logran volver a los meses prepandemia mientras al sector público han entrado más de 8 mil nuevos empleos. Ahora mismo no hay ahorro ni inversión y la salida de capitales anda por los 50 mil millones de dólares, mientras la producción minera cayó un 6.4 % anual, la industrial sobre un 3% y el comercio se desplomó sobre un 11%, lo que demuestra que el poder adquisitivo se está deteriorando muy rápidamente.

La izquierda lo tenía todo al alcance de su mano, pero perdieron las perspectivas. Los errores de cálculos han sido graves. Pero esto no termina aquí, pues como afirmamos previamente, la batalla cultural la perdió la derecha hace mucho tiempo. El gobierno de Boric deberá encontrar un nuevo equilibrio con la izquierda democrática y alejarse de la extrema izquierda. Deberá acercarse a la denostada “Concertación” que gobernó los últimos 30 años. Construir consenso en políticas públicas implica incluir y representar a sectores de izquierda y derecha, conservadores y progresistas, de esa forma puede nacer una constitución hegemónica.

La otra opción hubiese sido atrincherarse con los suyos e inmolarse para morir con las botas puestas, pero Boric entendió que perdió y para ampliar su base electoral debe moverse al centro político.

Si tan solo no hubieran llegado a los extremos como el del estado plurinacional, el tema del aborto, los excesos identitarios o de los múltiples sistemas de justicia habrían ganado el plebiscito.

Todo plebiscito divide, por eso hay que echarle mano a la democracia deliberativa que construye consensos nacionales. Aunque el “Apruebo” tenía la calle con el presidente Gabriel Boric a la cabeza. El “Rechazo” tenía a los que deciden, los silentes. Por eso este rechazo es una derrota personal del presidente y sus aliados, quien ahora deberá convocar el proceso constituyente nuevamente, pero hasta ahí, pues el poder pasará al congreso.

¿Cómo ayudar al presidente? A Chile le hace falta una izquierda republicana, con una comprensión más profunda de la economía y una derecha social con más comprensión de la gente. Boric debe negociar. El discurso de unidad nacional del domingo en la noche es parte de esa decisión. Si yo estuviera al lado de Boric, intentaría iniciar la negociación a partir del texto existente. Si estuviera al lado de la oposición, intentaría desde cero. Se abre el capítulo de la negociación e idealmente de la construcción de consenso en políticas públicas. Por: Nelson Espinal Báez [Diario Libre]