¿Ciclos institucionales de dictadura militar y democracia autoritaria?

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En la vida de pueblos y naciones, siempre ha surgido la característica, de que todo tiene que ver con ciclos institucionales de gobiernos y matizados por el flujo y reflujo de generaciones y siempre las más jóvenes pugnando contra las establecidas y las que por razones de tiempo, estas últimas no se dan cuenta de cuando han caído en ese instante, en el que el tiempo no solo se les acorta, sino que de golpe se les detiene.

Cuando esta situación sucede, las clases gobernantes y en sus diversos tiempos y etapas, sus miembros no suelen entender el momento que las circunstancias imponen un evidente como claro cambio generacional y a estos no caer en cuenta de semejante perspectiva de camino sin retorno, los países empiezan a confrontar serias situaciones de ingobernabilidad, antes, matizados por la fuerza bruta y ahora encubiertos dentro de un cambio evolutivo de nuevas tecnologías y facilidades comunicacionales, por las que casi nunca, los que mandan y deciden terminan por entender lo que pasa y mucho menos, cuando se presenta el hecho sorpresivo de que otros que subestimaron les están arrebatando el poder.

Veamos lo que ha ocurrido en República Dominicana y arbitrariamente comencemos con un inicio de nuevo ciclo de 31 años que abarcó los años 1930-1961 y en el que un hombre fuerte y joven de 35 años termina entregando violentamente el poder 31 años después y apenas cuando ya estaba cumpliendo 69 años.

Para su último año de dictadura, las fuerzas sociales y una parte de ellas compuestas por una nueva generación de clase media, prácticamente le instaban a un cambio de gobierno y mediante el cual cediera el poder. Los avisos le llegaban desde el mismo país como desde el exterior y hasta aquel día de abril de 1961, que un periodista estadounidense le entrevistó en su hacienda Fundación y allí hizo la pregunta que decidiría el destino del hombre fuerte: “Generalísimo, ¿en qué momento usted se retirará del poder?” Y no terminaba de formular la interrogante, cuando la respuesta llegó rauda y firme: “sabrán que me he retirado cuando sepan que estoy muerto”.

Y ocurrió el 30 de mayo de 1961 se batió a tiros con antiguos colaboradores, todos resentidos por una u otra causa y también, todos, beneficiados de su generosidad y benefactoría.

Comenzando ese año, pero desde el 19 de noviembre, la Era de Trujillo desaparecía del poder y se establecía un nuevo ciclo, ahora impulsado por la pequeña oligarquía o alta burguesía de aquel entonces y encabezada por la familia Vicini y la que gobernó despóticamente y de facto, desde ese 1961 hasta la primera mitad de 1966 y teniendo un interregno de siete meses (diciembre de 1962 a septiembre de 1963 con el derrocado presidente por elección popular, Juan Bosch, que fuera desalojado de la presidencia por la oligarquía y los Vicini  y quien tuvo un amago de gobierno “democrático de elección popular” de siete meses) y que fuera derrocado por la vieja casta trujillista y ahora disfrazada de “víctima de la tiranía” y sin que el partido de Bosch, el PRD moviera una hoja para impedirlo.

Durante ese lapso, de abril 22 al 28 de 1965, hubo una intentona cuartelaria castrense, que sucumbió ante una poblada popular “izquierdista” y la que luego fue ahogada por una invasión militar estadounidense con 42 mil marines en pie de guerra, que entraban al país “para restablecer la democracia”. Invasión y ocupación militar que terminó en septiembre del año 1966, luego que un nuevo gobierno constitucional de elección popular fue elegido en junio y tomando posesión el primero de julio de 1966.

Para que se entiendan estos acontecimientos, vamos a resumirlos de la siguiente forma:  La intentona revolucionaria fue siempre una militar y de derecha. Por un lado, un gobierno “revolucionario” en la zona colonial capitaleña que encabezó Francisco Caamaño Deñó, un coronel trujillista hijo de uno de los principales generales trujillistas de mano dura y con cementerio privado.

Del otro lado, un general honorario, Antonio Imbert Barreras, que participó en la emboscada contra Trujillo y manejando el principal auto de los conspiradores, fue instalado con poder militar y ocupando el 90.5 por ciento del territorio nacional con el título de “gobierno de reconstrucción nacional” y que era la nueva cobertura de la familia Vicini  y la en cierto modo, “clase gobernante” también de derecha y lo más significativo, que el club militar para alistados estadounidenses fue instalado y como un honor de la familia dueña de la propiedad, los Caamaño Deñó, del que uno de sus miembros dirigía “el gobierno revolucionario anti yanquista”.

En el interin, los estadounidenses instalaron un gobierno provisional dirigido por el diplomático Héctor García Godoy, quien entregó al nuevo presidente y gobierno constitucional de Joaquín Balaguer y el Partido Reformista (PR) el primero de julio de 1966.

Este primer ciclo institucional, se inició pues, el 16 de agosto de 1930 y concluyó el primero de julio de 1966 con el ascenso al poder del presidente Joaquín Balaguer.

A partir de Balaguer, que ya antes había sido presidente nominal de Trujillo, se inicia el segundo ciclo institucional desde el primero de julio de 1966 al 16 de agosto de 1996 con el ascenso, primero de Balaguer desde el 1986 al 1996 y luego del presidente Leonel Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana y abarcando 35 años en los que también gobernó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en tres periodos, del 1978 al 1982 y 2000-2004 y otra vez el PLD desde el 2004 al 2020 para otros 20 años de un tercer ciclo institucional.

Pasó el tiempo y también otra nueva generación y entramos al cuarto ciclo institucional, que se inició el 16 de agosto de 2020 con el ascenso del presidente Luis Abinader y el PRM. Si sumamos, tenemos un primer ciclo de 31 años, un segundo de 35 años y un tercer ciclo de 20 años y para un total de 90 años desde el 1930 y si agregamos “la etapa revolucionaria” del 1965.

¿Por qué con Abinader entendemos que se inicia el cuarto ciclo institucional generacional? Primero, porque es el primer presidente nacido después de la Era de Trujillo y segundo, porque encarna el amplísimo segmento generacional nuevo que ahora disputa principalías a las viejas generaciones de los años trujillistas y de los gobiernos de democracias autoritarias ya pasadas.

Desde luego, con Abinader se inicia una nueva etapa de democracia autoritaria, pero con jóvenes nacidos después de Trujillo y del 1996 y quienes, con sus nuevos valores de dirección y preferencias culturales, han entronizado una nueva variable de democracia autoritaria, que por lo que ahora se nota con el afán reeleccionista para las elecciones de mayo de 2024, parecería que no tiene nada que envidiarle a las pasadas.

Solo hay que ver, que la cultura autoritaria impregna toda la vida nacional y significativamente, arrastrando los nuevos actores generacionales de la era Internet, quienes con sus plataformas mediáticas a lo alofoke, han terminado por presentarle batalla generacional y fundamentada en esa subcultura de la delincuencia del bajo mundo dominicano de Nueva York y con la abierta pretensión de tirar a un lado todo lo establecido en materia de valores morales, civilidad y decencia y logrando que un amplio segmento de jóvenes de ambos sexos en los últimos veinte años, entiendan, que pueden sacar de circulación a quienes como pequeña burguesía y clase gobernante, les impiden de alguna forma llegar al poder político absoluto.

Este amplio grupo generacional desafecto a todo lo establecido, es a nuestro juicio, el nicho en el que la revolución social que pretenden pueda afincarse y de ese modo, derrotar a todo cuanto se entienda clase gobernante de estos tiempos e incluido su apéndice mediático tradicional y el que sería derrotado en base a lograr que la población joven adopte totalmente la terrible inversión moral que los lupanares mediáticos en internet disponen.

Hasta ahora, pocos se han dado cuenta de que es lo que en ciernes se quiere que arrope a este país y que entendemos, sería una terrible revolución social y para que entre el lapso 2024 a 2028, las fuerzas políticas y sociales de ahora, sean sustituidas por la expresión más rastrera de la delincuencia política y social y con origen juvenil.

De ahí, que mostremos alta preocupación y ante lo que vemos, es el mayor peligro para la institucionalidad gubernativa nacional y que si la clase política, no hace lo necesario para generar una contraparte constructiva en la que la corrupción política y empresarial cese de raíz, creemos que nada ni nadie podrá impedir la explosión de dominicanidad torcida a partir del 2028 y la destrucción de este cuarto ciclo institucional que se vive. ¡Anhelamos equivocarnos!

¿Y saben que es lo más aterrador de todo este panorama? Que la generación alofoke y al ser alfabetos digitales, pueden utilizar y como mecanismos de dominio y de extorsión, un teléfono, un código QR, una identificación digital y adiós libertades públicas como ahora las conocemos y que acaba de recordarnos la eurodiputada Christine Anderson.

Entonces, verdad que no es ocioso preguntar: ¿Ciclos institucionales de dictadura militar y democracia autoritaria?  Con Dios. (DAG) 14.12.2023