La dictadura conyugal de Nicaragua

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Nicaragua vuelve a donde solía en los tiempos de la dinastía de los Somoza. La revolución sandinista ha regresado a la dictadura sólo con una mínima diferencia respecto al pasado: ahora la dictadura familiar se ha convertido en una dictadura conyugal que además de seguir constriñendo las libertades e incrementando la represión, pretende convertirse en un modelo de igualdad sexual.

Es lo que ofrece al mundo el matrimonio entre Daniel Ortega y Rosario Murillo que se han repartido la presidencia de la República en una candidatura conjunta que, bajo el argumento de ejemplarizar la paridad entre géneros, ejercerá el mando bajo la táctica del estacazo y tente quieto. El domingo los cónyuges ganaron las elecciones que perpetuarán su mandato.

No es noticia de última hora; por el contrario, se trata de un hecho cantado con mucha antelación y fraguado gracias a la impasibilidad de sus protagonistas frente a las denuncias, críticas y censuras del público en general y de los sufridos demócratas locales en particular. Muchos fueron silenciados en las cárceles que llevan mucho tiempo sin cerrar por vacaciones.

Los demás dictadores que en mundo son, desde Cuba hasta Venezuela pasando por Corea del Norte y Bielorrusia, lo celebran vigilantes de que el ejemplo que llega de Managua no se pierda ante las ansias de los ciudadanos por soltarse las amarras que es atenazan a la gloria despótica de sus gobernantes. La familia Ortega-Murillo se ha convertido en un símbolo de la desvergüenza y desfachatez disfrazadas de política. Nadie como ellos ha aprovechado la reconquista de la libertad soñada para recuperar la represión perdida.

 En Nicaragua, con ellos al frente, el poder se ejerce desde la comodidad del lecho conyugal. La buena avenencia que proporciona compartir sueños y disfrutar placeres, empezando por el placer supremo que ofrece el poder, culmina el éxito logrado gracias a la ausencia de escrúpulos. Por: Diego Carcedo [20Minutos]