Las elecciones españolas de este domingo ofrecen una interesante perspectiva de porqué el pandillerismo político de banderías en el poder es la mayor amenaza para la libertad de escogencia ciudadana y al comprobarse que los partidos suplantan el voto ciudadano

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Siempre se nos ha dicho y como si fuera un dogma o mantra que las elecciones libres son aquellas en las que los ciudadanos deciden directamente con sus votos a quien favorecerán en las urnas y, por lo tanto, quienes, formaciones políticas y dirigentes quedarán ungidos para ejercer el poder durante un lapso determinado, que en la generalidad de los casos es de cuatro años.

Por igual, también se nos ha inculcado, que en lo concerniente a la reelección y tanto partidaria como presidencial o de primer ministro en un sistema parlamentario, en la mayoría de los casos, se acepta y sin límite de tiempo, que los legisladores, alcaldes y regidores pueden reelegirse cuantos periodos quieran y siempre y cuando los electores les favorezcan y lo de hecho es un favoritismo que no favorece al voto presidencial.

Sin embargo, en lo referente a la reelección del Poder Ejecutivo, sea presidente de la República o Primer ministro y en el caso dominicano, que es un sistema presidencial, está limitada a una sola reelección y nunca más y lo que realmente es una discriminación notoria que afecta derechos adquiridos.

Ahora bien, en la medida que los partidos y formaciones políticas han ido gradualmente suplantando la libertad de escogencia de sus propios miembros o partidarios, por lo nuevo de elecciones internas abiertas o si no mediante asambleas electorales o lo peor, por encuestas y el principal organismo electoral nacional no objeta esas variables o lo muy significativo, que tampoco las supervisa, las elecciones que sean no son igualitarias y sí discriminatorias.

De ese modo, nace la terrible situación, de que ese esquema de fraude encubierto que las dirigencias partidarias tienen contra sus militantes; de buenas a primeras, ha sido impuesto y en base al apoyo inmoral del factor mediático, generalmente apandillado con el partido en el poder o con el preponderante en la oposición y para que la libertad de escogencia ciudadana no sea tal y que gracias a una campaña publicitaria y de propaganda masiva a la ciudadanía, las banderías políticas y como aliados coyunturales, suplanten al voto ciudadano.

El mecanismo es el siguiente: Varias formaciones políticas se alían a una más fuerte y esta, a otra determinante a nivel nacional y siempre de la misma tendencia o ideología política, en el caso de España, estas se dividen o conocen como “progresistas”, a todo el abanico de las izquierda e incluidos comunistas y anarquistas, frente a uno o varios partidos de derecha o ultraderecha o formando un frente común de derecha para enfrentar al otro “progresista”.

Para República Dominicana, la escenografía es parecida pero limitada a los no mas de cuatro partidos “grandes” que al momento de la campaña electoral existan y teniendo de aliados, un enjambre de 24 partidos de alquiler y sin más ideología que engancharse al presupuesto nacional.

En ambos casos, semejante distorsión del ejercicio del voto popular y la libertad de escogencia contra el votante abiertamente es suplantada por los grupos políticos apandillados como tal o con la etiqueta de partidocracia, que, en su ejercicio, deviene en una dictadura partidaria con apoyo mediático constante y apabullante, que, de suyo, es la negación absoluta de un sistema democrático valedero y moralmente estructurado.

Ni que decir, que cuando de ese tipo de farsa o fraude electoral nace el gobierno central de que se trate y con los provinciales respectivos, que es el caso de España. En tanto en República Dominicana, todo el poder queda en manos de quien sea presidente de la República y de este, es que se derivan en la práctica e inconstitucionalmente, todos los demás poderes provinciales y municipales.

De esta manera, el ejercicio democrático no es tal, tampoco alternancia real y mucho menos, que los ciudadanos sean los dueños del destino de su país y sí simples sellos goniógrafos de la partidocracia y la que hace a placer y como hemos dicho, en base a subsidios gubernamentales multimillonarios a favor de los medios de comunicación, periodistas, partidos y organizaciones no gubernamentales y para colmos, sin estos declararlos al fisco.

Generándose entonces dos situaciones graves: La pesadilla de periodistas y medios no apandillados con el poder, ahogados económicamente y el nacimiento de un proceso de corrupción a gran escala, que se convierte en irreversible y el que, en manos inescrupulosas de poder, de hecho, significa la muerte del mismo proceso democrático en materia legal y legítima.

Hasta ahora, son pocos los países que han podido desprenderse de semejante camisa de fuerza que aprisiona y aniquila la institucionalidad y de ahí, que cuando los ciudadanos se dan cuenta de la mascarada política institucional que les han hecho ser partícipes. Unos, estallan públicamente y otros, menos emotivos, aguardan su desquite u oportunidad y mediante la abstención electoral y para que haya un resultado de autoridades no del todo legales y nunca legitimas y obligando de ese modo, que los gobiernos que surjan como minorías dentro de su misma nación, tengan que convocar nuevas elecciones y si es que se quiere que las autoridades sean legales o legítimas.

En el caso español, este tipo de procedimiento o iniciativa siempre tiene perspectivas de concretarse, pero en República Dominicana, lo más seguro, es que las emociones estallen, que la institucionalidad se resquebraje aun más y un gobierno civil y con mezcla de castrense, imponga un gobierno provisional limitado a imponer nuevas elecciones o abiertamente, que la bota militar aproveche el encono civil e imponga la dictadura.

Entiéndase y hasta donde estamos viendo, si bien en este país la partidocracia no da signos de aflojar y sí de insistir en monopolizar el poder. Bien pudiera ocurrir, que como el voto mayoritario es joven, pero con un fuerte componente de voto de electores maduros y comprobándose que hay una fuerte mayoría nacional de votantes mixtos (jóvenes y maduros)  con formación institucional y educación cívica de valer, que para las elecciones de febrero y mayo de 2024, la partidocracia no lleve todas las de ganar y de ocurrir, habría un indudable reordenamiento institucional y de mucha alternancia política y electoral.

Para muestra, hasta este día  y por la saturación mediática y propagandística y por más que la batalla de los dueños de las firmas encuestadoras hacen lo indecible para inclinar la intención del votante a favor de las banderías y políticos que les pagan y apelando al sentido común, nadie puede decir que determinado precandidato o posible candidato a nivel presidencial o legislativo va a ganar y en menor grado a nivel municipal el año que viene. Pero se trata de emociones y como tal, siempre están expuestas a cambiar y en lo que la personalidad de los candidatos será determinante y que es el factor que significan los abrumadores indicadores demoscópicos de que el presidente Abinader es el primero en todos ellos.

Y como en este país, los problemas nacionales que afectan en su día a día a los ciudadanos, los políticos no los tocan o evaden, a este día, nadie puede hablar de sentirse ganador, aunque en España y como sus elecciones son este domingo, parecería que la partidocracia está fraccionada entre los partidos tradicionales, el Popular (PP) y el Obrero Español (PSOE) y teniendo de contraparte al agresivo VOX, que es un partido conservador relativamente nuevo, pero que confronta serios obstáculos frente al establishment  y que solo rebasaría, si hay un vuelco directo del votante a su favor y porque el grueso de los españoles, resulte que se han rebelado contra su partidocracia.

En todo caso, la realidad apunta a que los resultados serán reñidos y que el PSOE y mucho más que el PP, verá menguada su cuota de poder y ambos con fuerte resistencia del votante y más inclinado por VOX.

De este modo es que decimos, que las elecciones españolas de este domingo ofrecen una interesante perspectiva de porqué el pandillerismo político de banderías en el poder es la mayor amenaza para la libertad de escogencia ciudadana, y al comprobarse que los partidos suplantan el voto ciudadano. (DAG) 20.07.2023