lunes, septiembre 2, 2024
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El último sordello

De bien escrita, seriamente documentada, fabulosamente narrada y verosímil podría resumirse El último sordello (Letra Gráfica, 2021, 272p.) la novela que acaba de publicar Manuel Núñez sobre los últimos años de la vida del poeta Ezra Pound luego de haber sido liberado del manicomio en que lo recluyó en 1946 la justicia norteamericana al condenarlo por alta traición. Sus emisiones en radio Roma durante el régimen fascista de Mussolini fueron calificadas de antiamericanas al finalizar la Guerra. Gracias a la intervención de reconocidos escritores como Ernest Hemingway y William Carlos Williams, así como de otros autores no menos importantes, el poeta Ezra Pound pudo evitar la muerte y, al ser considerado incapaz, pasar 12 años en el manicomio de Saint Elisabeth de las afuera de Washington. La vida del poeta norteamericano más importante del siglo XX desfila en los capítulos del Último Sordello: “Y, aun cuando no había nacido en Provenza en el siglo II”, se define el personaje, “quería ser un poeta a la manera en que lo fue Sordello. Quería volver a nacer, en el tronco medieval, donde ha nacido la civilización mediterránea. […]. De alguna manera, todos llevamos la máscara de aquel que queremos ser” (pp.14-15).

El último Sordello no es una biografía novelada de Ezra Pound al ser liberado bajo la tutela de su esposa, la escritora británica Dorothy Shakespear. La novela arranca con su regreso a Rapallo (Italia), acontecimiento que permite a Manuel Núñez reconstituir la vida intelectual, ideológica, política y personal de Pound como si volver a la ciudad en dónde fue arrestado por los partisanos italianos en 1945 le abriera la puerta del recuerdo de los momentos de su vida comenzando por la humillación de que fue objeto al verse en una jaula: “A poco me llevaron a la jaula del gorila, en Pisa. Eran enormes galerías abiertas cubiertas de barrotes y mallas.” (p.62), pasando por toda la vida del poeta desde sus años de formación en su Idaho natal, sus conflictos intelectuales como profesor en Pennsylvania hasta su muerte en Venecia en 1972.

Basado en una copiosa documentación biográfica sobre Ezra Pound, Núñez, gracias a los artificios literarios que permite el arte de la novela logra los efectos de real en que separar los hechos reales de los ficticios o de la invención del narrador, resulta difícil para quien conoce la vida y tropiezos del célebre autor de Los Cantos de Pisa. En esta maravillosa reconstitución de los últimos años del último sordello, nada es descuidado. El juicio de 1946 pone en escena las razones de la acusación; su defensa de la colaboración con el régimen fascista de Mussolini la hacen los que dieron sus testimonios durante las audiencias y los que, más tarde, como Hemingway y William Carlos Williams, intervinieron en su defensa para evitarle la muerte.

Tampoco es una invención de la imaginación de Manuel Núñez que Ezra Pound fuera el maître à penser de los escritores americanos residentes en París a principios del siglo XX, a quienes la escritora Gertrude Stein llamó generación perdida; tampoco es falso que influyera considerablemente para que Tomas S. Eliot dejara de trabajar en un banco y se dedicara exclusivamente a la poesía ni que en sus años de París tuviera amistad con escritores como Hemingway y James Joyce ni que frecuentara la librería de Sylvia Beach Shakespeare and Company cuando estaba en la rue de l’Odéon del Quartier Latin la que publicó, en 1920, Ulysses de Joyce.

El acierto de Manuel Núñez está en haber podido penetrar en Ezra Pound, el ser humano, en su manera de ver el mundo y hasta en su ingenua osadía de querer disuadir a Franklin Roosevelt para que no su país no entrara en la Guerra mundial que se veía venir; en haber logrado contar la vida sentimental del poeta, su relación con las dos mujeres de su vida: Dorothy Shakespear y la violinista Olga Rudge; tampoco es invención novelesca su amistad con el futurista Filippo Tommaso Marinetti como son posibles sus conversaciones con Pasolini y que Neruda estuviera en el cumpleaños de Gabriela Mistral en Rapallo en 1952 o que la poeta chilena recibiera las felicitaciones del dominicano Max Henríquez Ureña. El entrelazamiento de lo ficticio y lo real es lo que le da dimensión a la historia de Ezra Pound, el último sordello.

Sin embargo, el uso de los efectos de real no impide que el texto explique sus mecanismos cuando Pound, acompañado de Olga Rudge, al momento de registrarse en el hotel de Venecia, recuerde: “El mozo del hotel anotó nuestros nombres en el registro de ese día. Buscamos nuestros nombres. Al verlo en ese viejo registro nos sentimos personajes de una historia que otro escribiría. Una vida que estaría agazapada, escondida, dispuesta a renacer cuando ya no estemos en este mundo. Sentimos el placer de los personajes de papel.” (264). y más adelante es Olga quien dice: “En Roma, en la librería angloamericana de la Piazza Navona, hallé esta novela dedicada a contar la aventura vital de Ezra Pound. No conozco a su autor. Cuando vi el título y la cubierta, The Last Sordello, aun sin hojearlo, imaginé que me hallaba en la vida de Ezra […] Al leer esta novela, me pregunto: ¿Qué le puede decir esta Olga, a la otra, la que había sido imaginada por un escritor del Caribe?” (265).

El último sordello, de Manuel Núñez, rompe con la narración de acontecimientos de nuestra historia reciente y trata de darle a la narrativa dominicana una nueva dimensión, un mayor alcance. Por: Guillermo Piña-Contreras [Diario Libre]

 

 

 

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