domingo, septiembre 1, 2024
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Los 600 de Latinoamérica (discos de 1920-2022)

Una mirada crítica a un esfuerzo de selección que comenzó durante la pandemia y se acaba de publicar. Toda selección antológica es una mirada que dependerá del método de selección y los gustos y las inclinaciones personales (gustos musicales e inclinaciones ideológicas) de los seleccionadores.

Los 600 es la selección que acaba de hacer un grupo conformado a través de las redes sociales por Jorge Cárcamo, Juan Francisco Jaramillo, Julián Jiménez y José Luis Mercado. Cristofer Rodríguez, Mercedes Sanz y Juan José Zapata no llegaron hasta el final.

Le llaman la celebración de la latinidad. En su introducción, Mercado explica que usaron “dinámicas mixtas de selección” donde “se tomaban en cuenta las decisiones mayoritarias, a través de múltiples votaciones”. Eso es evidente.

Esto porque, ante todo, no se evidencia un método científico de selección basado en arreglos, composiciones, géneros, épocas, popularidad, influencias, tendencias estéticas, o incluso modas epocales.

Desde el punto de vista de quien suscribe, esta super antología tiene algunos defectos a primera vista: mucho artista desconocido a nivel continental, muchos de poca trascendencia internacional. Por encima de verdaderas leyendas que han influido en el rumbo de la música latinoamericana. Y lo peor muchos por encima, por ejemplo, de discos como Maestra vida I y II, de Rubén Blades.

Machito, uno de los precursores del jazz latino aparece en el puesto 436 con su disco Jazz with flip and bird, (Mercury, 1952). Está ausente el que influenció en Dizzy Gillespie para el jazz latino: Chano Pozo, con Manteca. De Perez Prado incluye el disco Prez, pero en el puesto 494, después de Christian Nodal (493, con Me dejé llevar del 2017). Y antes de esto en el 492, con su trascendental Mambo, que incluye el no 5 y el no. 8, así como Que rico mambo.

Un disco tan fundamental para uno de los géneros de moda en el mundo, Bachata rosa, de Juan Luis Guerra ocupa el puesto 221, detrás de Joseito Mateo, que aparece con El Verdadero Rey del Merengue (Riney Record, 1964). Ambos debieron estar entre los primeros 50 seleccionados.

República Dominicana está representada al comienzo, en el puesto 19, con Ojalá que llueva café, de Juan Luis Guerra y La 440 (Karen Records, 1989), después de Amor prohibido, de Selena y antes de Tarimba negra, de Chabuca Granda. En el 90 tiene a Wilfrido Vargas con El Funcionario (Karen Records, 1983).Haciendo el recorrido dominicano al revés, en el número 556 aparecen Tatico Henríquez y sus muchachos con 20 éxitos (Bachata, 1989) Y en el 547 Sandy & Papo con Sandy & Papo MC (Parcha Records, 1996).

Mientras en el 530 Son verdad de Xiomara Fortuna (Ilé Akwa, 2018). En el 500 Las Chicas del Can por el disco Caribe (Sonotone, 1988); en el 483, Angelita Carrasco aparece con Quererte a ti su disco con Arriola de 1979 y en el 462 Los Hermanos Rosario por Los dueños del swing (Karen Record, 1995).

En el 275 Milly y Los Vecinos con el disco En tus manos (RTP, 1996). Antes que ella, Luny Tunes, los productores dominivcanos de reggaetón se sitúan en el 266 con Mas Flow 2 (con Baby Ranks) y en el 212 Pa otro lao, de Chichí Peralta. En el puesto145 Rita Indiana y los Misterios con El Juidero (Sony Music, 2010). Mientras en el 107 God’s Project, de Aventura (Premium Latin, 2005).

Cuando se aprieta el corazón

No está mal comenzar el listado con Siembra, de Willie Colón y Rubén Blades (Fania Records, 1971). Aunque uno siempre querrá ir a la raíz, y habría que pensar en un disco grabado en vivo ante 80 mil personas en Zaire, titulado Live in Africa de la Fania All Stars (Fania Records, 1976), para no hablar del primer disco de todos, además grabado en vivo: Live at the Red Garter, Vol. 1 (Fania Records, 1968).

Donde sí se aprieta el corazón es cuando descubres que Chico Buarque con su disco homónimo de 1978, aparece 100 puestos después que Bad Bunny, quien aparece en el 162, antes que Omara Portuondo, Johnny Ventura (que aparece en el 178 con La Agarradera, de 1962) , Daniel Viglietti, Vicente Fernández, Mercedes Sosa. O cuando te das cuenta la imperdonable ausencia de los discos de la Orquesta América, en especial Ritmo Chachachá Vol.1 (Panart, 1953), primera huella de ese ritmo en surcos discográficos.

Se evidencia una exageración de la importancia de la música peruana, desde que en el escalón 28 aparecen Los Destellos, incluso precediendo a Atahualpa Yupanqui o a Simón Díaz. Mentira que Los Kjarkas, Los Saicos, Los Mirlos, los argentinos de Pescado rabioso o los bolivianos Wara, ni tampoco el costarricense Walter Ferguson ha influido en la música latina, ni tienen más calidad que, por ejemplo, Michel Camilo y sus discos Why Not (1985) o Caribe (1988) o Take five (2013).

Carlos Puebla está con sus canciones revolucionarias, mas están ausentes los danzoneros Barbarito Diez y Antonio María Romeu, o la Reina del Guaguancó Celeste Mendoza o el Sexteto Ignacio Piñeiro. Pablo Milanés aparece en el puesto 103, con sus canciones de contenido social, mas obvia la entrega amorosa con Yolanda, El breve espacio en que no estás, De qué callada manera o Para vivir. Mientras la Orquesta Aragón o Gonzalo Rubalcava están ausentes. En el 191, está Pello el Afrokán con Mozambique, mas no aparecen Yoruba Andabo con Merceditas Valdéz y Aché IV (1995) o Muñequitos de Matanzas, con La rumba soy yo (2001).

En fin, el mar… Habrá que hacer otro listado (ver 600discoslatam.com).

Música sinfónica en Los 600 de Latinoamérica

La música sinfónica latinoamericana muy poco representada: Musica para guitarra, de Leo Brower, (Areito, 1965);

Orquesta Filarmónica de México, 4 compositores mexicanos (Forlane, 1980); Cuarteto Latinoamericano The Three Strings Quartets, de ALberto Ginestera (Brilliant Classics, 1997); Cuarteto Bredo, Primer Cuarteto Atonal, de Julián Castillo ( Concermex, 1952); Heitor Villalobos y Orchestra National de la Radiodiffusion Francaise en Bachianas brasileiras Nos. 2,5,6 & 9.

Durante la Era de Trujillo, (1930-1961) en el país hubo una verdadera pléyade de tenores, sopranos y orquestas sinfónicas y filarmónicas, cuyos registros e historiales prácticamente han desaparecido y debido a la desgraciada “costumbre” dominicana de romper con el pasado cuando se trata de figuras precursoras del arte, la farándula y la música sacra e igual clásica. Tambíen pintores, escultores y muralistas.

En los archivos de la entonces Voz Dominicana, artistas de la nueva etapa (1961-2000) y con el locutor y cómico Freddy Beras Goico a la cabeza, se convirtieron en “agentes de la moral pública”, destruyendo de la memoria histórica del arte dominicano, colecciones enteras del arte criollo.

Hoy la tendencia sigue, pero con menos probabilidades de destrucción, tanto por las nuevas generaciones artísticas como la entrada de internet y desde ahí queda para la eternidad todo cuanto en este aspecto ha salido y continua por You Tube. (OJO-EC-alfonso quiñones-jesús jorge )

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