domingo, septiembre 1, 2024
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Illa, la bandera de España, el Rey y el ridículo de ERC

No es fácil ser objetivo, pero hay que esforzarse. Es algo que nunca se puede pedir a la izquierda política y mediática, porque ha abrazado el simplismo ideológico del sanchismo basado en la radicalización, el populismo y el autoritarismo democrático. No hace más que seguir las pautas de la izquierda iberoamericana, aunque tenemos la suerte de no tener un sistema electoral presidencialista y nos encontramos en el marco de la Unión Europea. Por tanto, más pronto que tarde, Sánchez acabará dejando el poder.

El resultado de las elecciones catalanas y la formación del gobierno presidido por Illa ha tenido, por lo menos en el aspecto protocolario, algunas ventajas frente a lo que sucedía con las presidencias de Joaquim Torra o Pere Aragonès, dos ilustres fracasados y políticos de una mediocridad exasperante.

Y ha sido el regreso a una normalidad de respeto institucional que se ha podido comprobar con el uso de la bandera de España y que el presidente de la Generalitat recibiera al Rey tal como establece el protocolo. Esto pone fin a las tonterías de los independentistas que hacían el ridículo con una insistencia realmente sorprendente.

Los necios y los maleducados siempre me han producido una enorme irritación. Mi madre me decía que «no hay peor desprecio que no hacer aprecio», pero era más sabia que yo y me molesta el comportamiento de personajillos como Torra o Aragonès. La razón no es que sean independentistas, tengo amigos que lo son y nos respetamos, sino esa falta de educación que es algo que entra en colisión con el carácter catalán.

Nada impide que sean independentistas, pero hay que respetar al jefe del Estado y a todo lo que representa. Por tanto, Illa estuvo impecable, algo que no me sorprendió, cuando recibió a Felipe VI. Me gusta, además, porque es otra muestra de la incompetencia de Marta Rovira que ha conseguido con su obcecación la normalización institucional de Cataluña.

Es otro caso de un personaje menor que consigue una posición de poder y traiciona a quien se la otorgó. Es algo tan habitual que no merece ni siquiera ser glosado.

Los independentistas se tendrán que acostumbrar a que Illa ejerza de presidente de la Generalitat respetando el ordenamiento constitucional en el fondo y en la forma.

El otro aspecto que me produce gran alegría como catalán es que la bandera de España deja de estar proscrita. Ahora que causa tanta preocupación el escudo preconstitucional, que no es inconstitucional, entre las huestes sanchistas y sus aliados mediáticos estaría bien que hubiera mostrado ese mismo sentimiento cuando los independentistas arremetían contra la Corona o escondían la bandera de España.

Por cierto, me pregunto qué dirían los independentistas si se hubiera dado este tratamiento a los expresidentes Aragonès y Torra o la senyera. El lío hubiera sido monumental. Otro error de Marta Rovira y su equipo ha sido darle todo el poder al PSC, que ahora controla la Generalitat, la diputación de Barcelona y la capital catalana.

No hay duda de que son unos analistas brillantes y unos estrategas de primera división. Con victorias de este calibre caminan al desastre final. Hace unos días auguraba que conseguirán tener un resultado peor que el que obtuvo Heribert Barrera. A cambio de la irrelevante presidencia del Parlament se convirtió en un apéndice de Pujol y lo pagó muy caro en las urnas.

En este caso, la torpe Rovira, quizá influida por su retiro dorado en Suiza, ha olvidado que el PSC es una máquina de poder y una impresionante agencia de colocación capaz de estructurar sólidas redes clientelares. Al final, la realidad es que el presidente de la Generalitat es Illa y no hay una mayoría alternativa, como sucedió y sucede con Sánchez, que le pueda desalojar del poder. La burguesía catalana, como era previsible, apuesta por los socialistas catalanes y la estabilidad.

ERC está inmersa en una crisis de consecuencias imprevisibles que se basa en acabar con Junqueras. No he encontrado ningún pronunciamiento programático o proyecto sólido más allá de esta idea fuerza. Ni siquiera tienen un candidato o candidata e insisten en esa chorrada de una dirección coral e integradora. Me parto de la risa.

Con Illa en la Generalitat se van a hartar, afortunadamente, de ver a Felipe VI en Cataluña, lo cual es un gran acierto para erosionar al independentismo, y a la bandera de España en los edificios y los despachos. Esta es la parte muy positiva, tengo que reconocerlo, de esta normalización institucional y un fracaso histórico del independentismo. En cambio, la salida de Cataluña del sistema de financiación común sería un desastre.

Me es igual cómo se denomine esa soberanía fiscal que dice ERC que consiguió acordar con el PSC y autorizada por Sánchez. Unos dicen que no es un concierto y un cupo mientras que los otros aseguran que sí. Los expertos que han estudiado el tema se pronuncian por lo segundo. Al margen de su manifiesta inconstitucionalidad, por lo menos hasta que Conde-Pumpido y sus magistradas perpetren otra de sus chapuzas, la realidad es que el impacto económico es inasumible.

Es cierto que Sánchez espera acudir a un mayor endeudamiento para comprar voluntades. En cualquier caso, es aterrador que la recaudación sea realizada por la administración autonómica, porque todos sabemos cómo se comportarán los independentistas cuando recuperen el poder. Estaremos ante la misma insolidaridad e injusticia tributaria que se vive en el País Vasco y Navarra, asimismo dispondrán de otro instrumento al servicio de la independencia y el clientelismo. Lo único que me tranquiliza es que no tiene ningún futuro y que sería el fin del PSOE. Esto último lo digo expresamente y con pena, porque la inmensa mayoría de españoles no aceptarán la consagración de un modelo injusto e insolidario. Por: Francisco Marhuenda (La Razón)

 

 

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