Es más que entendible, que el presidente de la República y en un momento dado, entienda que la ciudadanía pura y simple o las redes sociales como su instrumento mediático favorito frente a ese periodismo tradicional que solo se atiene a los intereses que le han creado, se muestre realmente crítica con el trabajo que hace y por eso, Abinader se haga ver incómodo, ante lo que supone un maltrato, frente a lo que realmente entiende, de que está haciendo una gran obra de gobierno.
Y en este sentido, hay que entender al primer mandatario, quien al fin y al cabo y humano como todos y joven-maduro por demás, sin duda que tiene derecho a preguntarse, que si antes de que le eligieran era tan malo, por qué entonces le eligieron.
Sin embargo, en su pensamiento subjetivo, Abinader deja a un lado la carta bajo la mesa que realmente le ha fracturado en imagen su obra de gobierno y la que proviene de tantos funcionarios subalternos, quienes como si la República fuese una inocente doncella, la han violado reiteradas veces y tantas en materia de corrupción y enriquecimiento ilícito, que el honor e imagen gubernamental, no solo que han terminado desacreditados, sino hecho girones y tirados por el suelo.
Es precisamente ahí en donde subyace el terrible peso muerto que le ha caído al presidente y no tanto a su gobierno. Que los suyos o mejor dicho, que cree suyos, encima de que no le ayudan a que se perciba su dedicada obra de gobierno, prefieren destruirla y por su loca carrera hacia el precipicio, en la que los mil principales altos cargos gubernamentales y por sus ambiciones desmedidas, están llevando al gobierno central y todo el ciclo de instituciones civiles, militares, policiales y de inteligencia y data, colaterales y anexas al Poder Ejecutivo, hacia un verdadero callejón sin salida.
¿Qué les induce?, que todos entienden, que como Abinader dijo y ha reiterado, que no continuará en el poder más allá del 2028 y viendo que la mayoría no tiene ante la atrapada opinión pública, la credibilidad necesaria para continuar su dedicado ejercicio de poder, han preferido apandillarse con la parte opositora que tiene que ver con el taimado expresidente Leonel Fernández y en su tonta percepción, de que con este probable precandidato presidencial, que se debe a los Vicini y a los Corripio, el PRM podría compartir el poder.
Ahora bien y por la fuerte presión que los suyos le han hecho, hemos visto, que supuestamente y para darle un vuelco a su equipo de prensa y propaganda, Abinader ha designado a tres periodistas burócratas, quienes por habito servil, es muy difícil que pudieran tomar iniciativas creativas que se salgan de los parámetros de sumisión y obediencia, que sus anteriores empleadores y por años les han inculcado, cuando el aparato de propaganda gubernamental ya le ha llegado el tiempo de dejar de ser estático y sus cabezas, de esos que se espantan de su propia sombra y sí salir al ruedo político, no a defenderse y sí a participar beligerantemente a favor y defensa del trabajo de su presidente.
¿Y esto por qué?, porque ya está en juego la credibilidad del gobierno, mientras el presidente luce empantanado en una de vueltas al círculo y cuya mayor expresión, es la ya inútil y desacreditada rueda de prensa de cada lunes, que ahora debería de ser el escenario natural para que desde el gobierno se imponga una comunicación dinámica, osada si se quiere, por la que al mismo Abinader se le vea dando la batalla y defendiéndose directamente de preguntas y opiniones, que por más que le irriten, ahora mismo son la expresión cruda de lo que piensa una ciudadanía acosada por una política económica que solo favorece a los ricos de Competitividad y quienes se sienten absolutamente impunes al cometer cualquier desafuero y mientras como grave contraste, la ciudadanía, no solo que no llega a fin de mes, sino que no tiene dinero y para remate, su nivel y calidad de vida ha retrocedido salvajemente.
Lo correcto debería de ser, que el trío de periodistas burócratas oficiales recién nombrados, aparte de estar haciendo la ridícula romería de ir a visitar a sus jefes directores de medios, se preocuparan por diseñar un esquema de rueda de prensa de política comunicacional dinámica, invitando a la mayoría de los comunicadores que en las redes sociales y en los lupanares mediáticos se han convertido en un azote para el gobierno, repetimos, fueran invitados a La Semanal y en el debate crudo y sin censura que se suscite, qué es lo que quiere el público, la ciudadanía pueda ver a un Abinader debatiendo fría y rudamente las políticas que implementa y sin censura alguna para nadie y no dejando santo alguno en ningún altar y ni hablar por parte de las viperinas que le pregunten con acidez.
¿Una muestra de ese favoritismo gubernamental hacia los ricos?, el caso reciente de una joven emprendedora con cuenta en el Banco Popular y cuya cabeza principal es miembro en Competitividad, que simplemente y porque la dama comerciante no mueve su cuenta bancaria y solo deposita en la misma, decidieron sus gerentes cerrarle la misma y en bárbaro atropello de violación de derechos y cuando lo correcto hubiese sido, que le debieron comunicar que como solo deposita y no consume ninguno de los productos que ofrece el banco, a partir del mes que viene se le impondrá una multa compensatoria de un millón de pesos cada mes y hasta que mueva su cuenta y utilice los servicios bancarios y que sería la medida correcta para un caso como ese y que perfectamente puede hacerse y porqué está dentro de las reglas de comercio.
Pero esto no fue lo que se hizo, sino que como los 49 mega millonarios en Competitividad, realmente se entienden que son los que mandan en esta economía, se pasan por los forros al mismo Abinader e imponiendo una arbitraria política, por la que desde Hacienda debió de advertirse a la Junta Monetaria, que por razones de seguridad nacional y para evitar una corrida financiera a gran escala, debería advertírsele al banco mencionado, descartar semejante medida que retrata fielmente el capitalismo salvaje que Abinader ha dejado que se imponga en los últimos cinco años.
Entonces y si el presidente fuera menos arbitrario y más político, en este caso bancario, tendría una gran oportunidad para limpiar el piso con la decisión del banco de referencia y llamando a su ejecutivo principal a La Semanal y allí obligarlo a anular la medida burocrática de índole administrativa.
Claro, como Abinader se encuentra encadenado en su libre albedrío, a los miedos y ambiciones de los burócratas que le rodean y en su aparato de prensa y propaganda no existe la osadía que se requiere para darle un vuelco definitivo a la pésima imagen gubernamental que ya tiene atrapado a Abinader, será difícil que un atropello como el que relatamos pudiera ser aprovechado para darle un vuelco a favor de la imagen presidencial.
Es igual en el trato dispensado a comunicadores y periodistas en las redes sociales, a quienes se les tiene vetado concurrir a La Semanal y si alguno va y para exhibirlo, se le bloquea que formule preguntas, cuando lo correcto debería de ser y lo que reiteramos, que la ciudadanía vea a su presidente enfrentado a sus propios críticos, tomar el toro por los cuernos y meterse de lleno en un debate público y agrío, que al final será optimo y por el peso natural del poder e imagen presidencial y, para que Abinader resurja y creando una imagen definitiva de que sabe ser un presidente de carácter recio, contemporizador y no atropellante y al permitir, lo democrático de un debate abierto y ríspido. Total, al final, quien falte el respeto en lo personal al primer mandatario, no se le invita más y advirtiendo de entrada, que quien difame o insulte a la primera autoridad de la nación debería responder ante los tribunales, pues bastante sería que se les permita que «pelen el plátano» formulando preguntas de esas que desquician a los espíritus débiles. Pero Abinader no tiene ayuda de parte de su aparato de prensa, salvo para pedir nuevos presupuestos.
Entendemos, que implementando los correctivos que proponemos y sin ánimo de cargo público alguno, esta sería una política comunicacional de choque que permitiría y dentro de las debidas proporciones, que sus adversarios en las redes y en su misma cara, le digan al presidente -no a Abinader- hasta del mal que va a morir, que se desahoguen y para que la gente entonces se sienta igual: “le dijeron lo que yo pienso y hasta se supo defender, no se metió en miedo” y lo que facilitaría las cosas y para darle un giro definitivo a la fracasada política oficial de comunicación y que por el coraje que muestre el primer mandatario y de lo que su imagen saldría reivindicada como el presidente diestro, integro y arrojado que debe mostrar y no el pusilánime y mentiroso de como ahora y tan inapropiadamente se le muestra.
Buscando entonces lo mejor para el primer mandatario, es que observamos y preguntamos: Presidente Abinader y con el debido respeto. ¿Por qué insiste en querer que se le vea y entienda como dictador? Por favor, serénese. (DAG) 30.08.2025