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Mundo en ascuas Un imperio unipolar en declive luego de 80 años de dominio y frente a un mundo multipolar en el que sus gobernantes no son burócratas mediocres y sí estadistas. Los desafíos deberían convertirse en retos de colaboración

El más grave problema institucional que EEUU tiene a la fecha y desde que un condenado como delincuente pudo llegar a la presidencia de ese país y debido al terrible desajuste amoral que allí existe entre su desacreditada clase gobernante y en particular para las naciones satélites de su espacio geopolítico, es si su gobernante entiende que puede actuar como el líder de una secta religiosa de fanáticos, que en base a un terror difuso, asume que los demás deben obedecerle y sin importarle si son gobernantes de países soberanos.

En este aspecto, solo hay que ver como el presidente Donald Trump y utilizando un lenguaje de matón de barrio, considera que puede imponerse a un mundo, que hace no menos de diez años que escapó de la total influencia estadounidense y el que ahora reclama su derecho a su libre albedrío y exigir el debido respeto a su soberanía.

Tampoco es que vayamos a considerar, que Trump, un experto propagandista y mercadólogo con éxito en la televisión, por su arrogancia desmedida y ciertamente insultante, se le pudiera descalificar en cuanto a que no tuviera razón para mostrar ímpetus y exigencias, que en el caso de sus antiguos socios europeos, es evidente que todos esos países y con la Unión Europea al frente, han sabido aprovecharse de la buena fe estadounidense y por lo que ahora, ese presidente, reclama que esas naciones y sus dirigentes burócratas tan mediocres y de moralidad laxa, le paguen los dineros que sus países les deben a EEUU.

Pero que este presidente de vocación imperialista, actúe groseramente contra quienes han engañado a administraciones pasadas estadounidenses y por lo tanto, a los contribuyentes estadounidenses, no le da derecho a ni siquiera suponer que igual debe comportarse con las naciones y gobernantes estadistas lideres del mundo  multipolar que existe y sin duda, gracias al financiamiento estadounidense y el traslado de sus fabricas y manos de obra especializada a aquellas naciones y habiendo sucedido por razones de simple ahorro de costos y posterior ventas masivas de artículos a mucho menor precio y gracias a lo efectivo de sus canales de comercialización, superiores a los de Occidente y que es el caso de la economía de China Popular preponderantemente.

Y es ahí en donde han nacido las discrepancias y los desencuentros que tienen a Trump peleándose con todo el mundo y no de buenas formas y sí amenazando a diestra y siniestra y que no es el comportamiento correcto del gobernante de una de las naciones y economías lideres del planeta.

Paralelamente y para crispar las relaciones de su administración contra todo el resto del conjunto de más de 190 naciones soberanas, vemos que el mismo Trump comete el desatino, de creerse que el poder militar de su país lo puede blandir cual hacha de guerra lista a decapitar naciones, pueblos y gobernantes y provocando en todos estos, la reacción inmediata de autodefensa, que si se materializara en una lucha abierta, seguro que a Washington le faltarán armas y hombres y aun cuando utilice armas atómicas o de las nuevas hipersónicas de cuarta generación.

Adviértase, que cuando el ser humano se siente amenazado, acorralado más bien, poco le importa sacrificar su vida con tal de preservar su vida, inteligencia, cultura e idiosincrasia y que es lo que ya se está viendo en naciones que a duras penas aceptan el insultante acoso estadounidense.

Véase lo que ocurre en naciones de este Continente Americano al sur del Rio Grande. Nadie acepta las groseras acusaciones y presiones contra algunos de estos países y pueblos y menos, que Trump pudiera considerarse como que es el capataz que las dirige.

Pues independientemente a ideologías y sistemas políticos, cada nación tiene derecho a trazar su destino y no a que se las pueda considerar como satélite sumiso y entregado y nunca aceptando que en Washington haya un presidente matón que puede saltarse las normas jurídicas, morales, cultura e idiosincrasia de sus países vecinos, donde la mayoría de sus gobernantes no se entienden vasallos de Washington y que es el factor que Trump debería de tener en cuenta.

Porque, que haya países como República Dominicana, cuyo gobernante poco le importa que se le entienda un servil de Trump y si a cambio cree que con esa actitud, el estadounidense siempre le apoyará o gobernantes de un país quebrado institucionalmente como el Haití fallido que ahora se tiene y con las características de un territorio libre asociado a EEUU, no quiere decir, que el resto de los gobernantes de las islas-estados caribeñas le van a aceptar su absurda pretensión actual de  un despliegue de cerca de 15 mil efectivos en pie de guerra y pretendiendo convertir la zona caribeña  como un sector al que le ha sido impuesta una política de estado de sitio, donde ningún país puede utilizar sus aguas territoriales con la libertad que le corresponde o que pueda tener acceso y uso a las rutas internacionales de navegación y con el pretexto estadounidense de librar una guerra a muerte contra el narcotráfico, cuando el pueblo estadounidense es el mayor consumidor y mercado de drogas ilícitas en el mundo y conociéndose, que su economía se nutre de esa situación y por el orden de cerca de 500 mil millones de dólares anuales que son manejados por su cartel bancario, que dicho sea de paso, es el que financia a todos los demás, en Colombia, México y Ecuador fundamentalmente.

En el pasado, la llamada “doctrina Monroe”, fue el arma de reglamento para sojuzgar a estos países, débiles institucionalmente en aquel entonces y dominados con regímenes autoritarios militares favorables al Pentágono. Ahora no es así, por eso y si Trump y su ultraderecha  entiende que de ese modo dominará a estas naciones y pueblos, comprobará, que aunque desate el infierno, al primer intento de invadir a cualquiera de ellos y derrocar sus gobiernos, su país experimentará una situación peor que la ocurrida en Viet Nam y Afganistán en el pasado siglo y que frente a la rebelión interna por su subsistencia de los 25 millones de trabajadores “latinos” que contribuyen al crecimiento económico estadounidense y quienes ahora son acosados por la policía política migratoria, conocida como ICE, tendrá como resultado, lo más parecido a una guerra de guerrillas interna y como Washington nunca habría supuesto.

Lo mejor entonces es que Trump se sosiegue y ordene que sus efectivos militares y de guerra se retiren a sus bases en territorio estadounidense y ensaye a buscar la paz y tratando de ver en los países latinoamericanos a iguales y no a siervos.

No hay que decir más y sí puntualizar, que para un mundo en ascuas. Un imperio unipolar en declive, luego de 80 años de dominio y frente a un mundo multipolar resurgiendo y en el que sus gobernantes no son burócratas mediocres y sí estadistas. Los desafíos deberían convertirse en retos de colaboración. Con Dios. 26.09.2025

 

 

 

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