Abinader: En cuanto a la forma, su discurso fue excelente para levantar el ánimo de sus parciales, en cuanto al fondo, deberá buscar el punto intermedio y en un país, a cuyo pueblo poco le importan los niveles de corrupción que haya

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El repetitivo discurso anticorrupción que nuestros políticos se gastan y que en los hipócritas mass media dentro de la prensa mercancía se aplaude a rabiar, en realidad, es lo más parecido a una toma de posición o de presencia, que marca territorio en cuanto hacia donde el discurso político puede extenderse o achicarse y según los intereses en juego de quien lo emita.

Por lo tanto es un asunto de declaración de intenciones que realmente no convence a nadie y mucho menos, si quienes aspiran a escalar posiciones públicas o privadas de riqueza y prestigio personal, se encuentran dentro del “flexible” nicho de una mayoría de juventudes, rabiosamente arribistas, que y hablando en dominicano, “no le dan mente”, si el líder o dirigente político que habla, traza o enuncia sus parámetros al respecto y siempre como un asunto de pose doctrinal que en lo absoluto ninguno cumple y tampoco le interesa cumplir.

La muestra se tiene en los tantos jóvenes que se enganchan a la política o al empresariado y quienes en base a una moral maleable, poco les importa contradecirse, si a cambio, los resultados que tienen de su intrepidez, va lo más cerca a lo que han visto en sus mayores, familiares o conocidos y lo más significativo, que por más que se han enriquecido desproporcionadamente y en base a tráfico de influencias o relaciones generosas via lavado de activos o el narcotráfico, entienden que les proporciona un supuesto “blindaje moral” que por asociación de intereses, es parte del círculo de amistades, de negocios o de política en el que se desenvuelven.

Si lo anterior lo tenemos en cuenta, entonces debe entenderse, que el discurso que quiere ser clave para un partido de gobierno en el que la moral es muy laxa y mucho más que en los otros de la oposición, siempre será uno que solo debería tenerse en cuenta como especie de derrotero a seguir, pero a razonamiento a contrario y que en el momento que el partido de gobierno procura impulsar la reelección constitucional del presidente Abinader, ayuda un poco a que el sector de los ingenuos de la política lo entienda creíble.

Nosotros en cambio y expresado lo anterior, más que detenernos en el discurso anticorrupción oficial, preferimos asumir, que como candidato con probabilidad cierta para la continuidad y sin ser cínicos, es precisamente el discurso que en estos momentos sus parciales quieren escuchar y que de cara a la nación, ofrece el punto de justificación para que el presidente se explaye dentro de parámetros de aceptable credibilidad.

¿Por qué esto es lo que debe entenderse?, viéndose, que quien es ahora mismo el político que se reputa como “el principal candidato presidencial opositor”, precisamente, el joven individuo en el 2004, que creó e ideó la zapata del como gobernar y en base a afianzar una base de corrupción a gran escala y comprometiendo, como ocurriera, a todos los sectores de la vida nacional y prácticamente a la totalidad del empresariado de la época y quienes en “agradecimiento” por todo lo que el ahora expresidente Leonel Fernández y en materia de negocios desde el poder y llevados por él a favor de determinados grupos económicos establecidos y otros emergentes les hiciera y de lo que al final, ese mismo exgobernante se benefició directamente y sin importar lo que leyes y Constitución de la República expresaran al contrario y dando por resultado, de que hoy, a ese expresidente se le reputa que es una de las fortunas más sólidas y grandes del país y con ramificaciones entre varias de las familias oligárquicas dominicanas.

Si esto es así y Fernández ahora pretende ser candidato presidencial por nueva vez por su agrupación política, ¿quiénes serían los bravos que podrían colocar sus manos en el fuego, apostando a que ese político y de llegar al poder, no haría exactamente igual o más que en sus años de gobernante? O algo más significativo, ¿acaso no será, que ese es el móvil de quienes dicen apoyarle o que rabiosamente le darían su voto?

Es por eso y ante tal circunstancia y perspectiva, ¿no sería el presidente Abinader un tonto y si de cara a la población y a las fuerzas vivas nacionales, enarbolara la bandera de la anticorrupción más extrema, cuando de entrada, tiene a su frente a un potencial candidato opositor, que siempre será visto como el inequívocamente abanderado de la corrupción desde el poder y a quien ciegamente las masas seguirían, es decir, las de clase media sobre todo, locas por gozar y disfrutar de las llamadas “miles del poder”?

De ahí que advirtamos al presidente Abinader, que en términos realistas y pragmáticos, no se afane en que se le identifique como el candidato anticorrupción, cuando como oponentes determinados, tiene dos partidos, el PLD y la FP que se pasan la moral por sus bolsillos y con el mayor descaro ofrecen villas y castillas para que la ciudadanía y con todo lo equivocado que esto sea, entienda, que desde el gobierno, el que quiere llegar muestre una moral flexible y una de promesas realmente demagógicas, la mayoría, para que la gente solo comprenda, que con cualquiera de esas dos banderías, siempre habrá un camino más corto para hacerse rico y sin importar que los mismos ciudadanos y en sus calidades de contribuyentes, se roben así mismos.

Quizás sea chocante lo que expresamos, desde una columna política independiente y no partidaria, que desde que nació hace 50 años ha mantenido un discurso anti corrupción continuo y por lo que hay que advertir, que una cosa es el discurso mediático anticorrupción dentro del análisis político de Estado y otra, en el mundo político de la partidocracia y que si bien entre uno y otro hay matices, el que está en el ejercicio del poder debe saber a qué atenerse y que tipo de riesgos en contra podría confrontar, sí quienes le desafían y quieren sacar del poder, son los primeros que le ciegan la conciencia a los votantes y haciendo entender que la corrupción es cónsona con la política del poder.

Esto es tan cierto, que siempre hemos dicho, que nosotros, en política como en los negocios, no amamos a nuestros amigos, pero tampoco odiamos a nuestros enemigos y simplemente, porque la naturaleza humana siempre es proclive a actuar en función de los intereses al uso y por más golpes de pecho que todos se den.

Mientras tanto, consideramos, que en lo que respecta a Abinader: En cuanto a la forma, su discurso fue excelente para levantar el ánimo de sus parciales y en cuanto al fondo, deberá buscar el punto intermedio y en un país, a cuyo pueblo poco le importan los niveles de corrupción que haya y ahí están las encuestas que no nos desmienten. Con Dios. (DAG)