sábado, julio 27, 2024
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Biden jugó su carta

El sábado 13 de julio la fortuna desplegó su fuerza misteriosa a favor de Donald Trump, expresidente de Estados Unidos y, nueva vez, candidato presidencial del Partido Republicano. Un joven veinteañero, movido por frustraciones, resentimientos u odios incomprensibles, armado con un rifle semiautomático de los que tan fácilmente se pueden adquirir en Estados Unidos por la negativa de los republicanos a poner restricciones a la venta de armas letales, decidió disparar al candidato republicano mientras este hablaba en un mitin al aire libre en el pequeño pueblo de Butler, Pennsylvania.

Por suerte, ese joven no logró su objetivo, pues, de lo contrario, las consecuencias hubiesen sido funestas para la paz y la tranquilidad de ese país.

 Lo que sí logró, sin embargo, fue hacer que Trump saliera como víctima y como héroe, con fotos para la historia logradas en gran medida por su instinto para atraer las cámaras y aprovechar cada ocasión para afirmar su ego personal. Al desconcierto y la rabia como reacción primera de los seguidores de Trump siguió la euforia y el delirio ante un acontecimiento -el escape a la muerte- que el propio candidato y sus legiones de seguidores, con un sentido de culto, le dieron la connotación de una señal divina.

Al reconocer que ese hecho estremecedor, salido de la nada, puso la balanza electoral a favor de Trump, esta columna, invocando los conceptos de fortuna y virtud de Maquiavelo, se planteó la semana pasada la pregunta de si la fortuna tendría algo nuevo guardado o si solo quedaba que cada candidato hiciera uso de la virtud -en este caso, de sus respectivas capacidades de acción política- para sacar la mejor ventaja posible del nuevo escenario político.

En otras palabras, ante la excepcionalidad de ese acontecimiento que sirvió para unificar aún más al Partido Republicano alrededor de la figura de Trump e inyectar más energía a su campaña, sólo quedaba esperar a ver cómo los dos actores más relevantes de la competencia presidencial en Estados Unidos -el propio Trump y el presidente Joe Biden, quien todavía era el candidato del Partido Demócrata-, actuarían ante esta nueva realidad.

A Trump le tocó primero. Apenas dos días después del atentado a su vida comenzó la convención del Partido Republicano, evento que dio lugar a momentos muy emotivos de simpatía con el candidato republicano. No obstante, cuando le correspondió hablar como figura estelar en ese evento no supo estar a la altura de lo que las circunstancias demandaban.

Si bien su discurso tuvo una primera parte efectiva que giró alrededor del atentado contra su persona, el resto fue una perorata pesada, repetitiva, insultante e interminable que mostró al mismo Trump de siempre que apela fundamentalmente a sus fanáticos seguidores y no al electorado en sentido general.

También seleccionó como candidato vicepresidencial a J.D. Vance, quien, si bien se ha proyectado como una persona brillante, ha dicho tantas cosas negativas de Trump que sus declaraciones pueden ser suficientes para hacer campaña contra Trump. Además, sus posiciones tan radicales contra las grandes corporaciones y algunos aspectos de la economía capitalista lo sitúan en las antípodas de Trump y más cerca de ciertos discursos de corte socialista, pero bajo el manto de un discurso moralmente conservador.

Por su parte, el presidente Biden jugó una carta que, si bien deseada por muchos, causó un efecto sorpresa que, sin duda, cambió la dinámica de la campaña electoral. Apenas dos días después de concluida la convención republicana, Biden interrumpió la tranquilidad de un domingo veraniego a prima tarde no sólo para anunciar su retiro de la contienda, sino también para apoyar a su vicepresidenta Kamala Harris.

Esta última, para sorpresa de muchos, puso en movimiento de forma inmediata una maquinaria electoral verdaderamente impresionante, lo que ha generado un entusiasmo extraordinario en las filas del Partido Demócrata. El apoyo financiero y político que ha recibido en los primeros días ha sido verdaderamente impactante, lo que hace vislumbrar que este partido llegará a su convención unificado en torno a esta figura y evitará, a diferencia de lo que ocurrió en 1968, los conflictos que pueden generarse en una convención abierta sin un candidato seguro ganador.

No obstante, aquí toca poner una nota de cautela que no tuvieron los exaltados seguidores de Trump, tanto en Estados Unidos como en el exterior, que, deslumbrados con ese "momento heroico" del candidato republicano, pensaron que la presidencia ya estaba indefectiblemente en sus manos. Si bien la candidatura de Harris ha tenido un comienzo inimaginable semanas o días atrás, no puede concluirse que ya eso le garantiza un triunfo en las elecciones de noviembre.

Con Biden fuera de la competencia electoral, el foco de atención en cuanto a edad y habilidad mental se pondrá en Trump, quien ahora se ha convertido en el candidato a la presidencia más viejo en la historia de Estados Unidos, con señales inequívocas de pérdida creciente de sus facultades mentales. Ahora es Trump quien tiene el "fardo de la prueba" de que está en plena capacidad para ejercer la presidencia.

Por su parte, Harris tiene sus propios desafíos, sobre todo tiene que mostrar fortaleza suficiente para sortear la campaña atroz que le vendrá encima por ser mujer, de color e hija de inmigrantes. Irónicamente, Trump está casado con una mujer inmigrante, mientras que la esposa de Vance, si bien nació en Estados Unidos, es hija de padres que emigraron desde la India a Estados Unidos. El color marrón, por decirlo de alguna manera, tendrá visibilidad en la boleta republicana, lo que seguro pondrá a muchos de los seguidores de Trump, nativistas blancos, en una situación bastante incómoda y desagradable.

En fin, cuánta diferencia hace una semana. Un par de tuits de Biden, uno anunciando que se salía de la contienda y el otro para apoyar a Harris, pusieron de nuevo a la campaña electoral de pies a cabeza. Si bien Trump encabezaba las encuestas hasta hace algunos días, es muy arriesgado hacer pronósticos ya que es realmente ahora cuando los votantes estadounidenses, especialmente los independientes, pondrán atención a los candidatos presidenciales y a la campaña electoral en sentido general. Por: Flavio Darío Espinal [Diario Libre]

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