¿Cerrando puertas de los mercados fronterizos? Una provocación hija del engreimiento y la fanfarronería y la falta de perspectiva como pueblo carente de libertad y soberanía

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El pueblo haitiano y esto sea dicho con el mayor de los respetos y al ser un conglomerado que creó y organizó su nación, es uno que sin embargo no se comporta con la normalidad y la civilidad propia de personas que han vivido y se sienten libres o que ejercen su libre albedrío y por lo contrario, su mentalidad sumisa y de esclavo, en la generalidad de los casos, no sabe distinguir que es lo prudente, de aquello otro que provoca que alguien se vea como ridículo  y en cierta manera, con una actitud propia del infeliz que no sabe comportarse adecuadamente frente a quien le provee de las facilidades propias para subsistir.

En este aspecto el pueblo haitiano y en gran mayoría, es uno totalmente resentido e inamistoso con todo cuanto sea dominicano y desde que, al nacer y luego tener uso de razón, se le inculca que los dominicanos somos los malos que siempre le hemos disputado su modo de vida, cuando en la realidad es totalmente a contrario.

Solo hay que repasar la historia y desde que los primeros bucaneros y piratas tomaron por asalto la isla de la Tortuga y años luego “inmigraron” a la isla grande y hasta que con el discurrir del tiempo se constituyó en una nación a expensas del territorio de otra y resultado, que ahora las dos colonias independizadas y Repúblicas, son parte de la comunidad internacional de naciones. Una con gran diferencia de la otra.

Haití y por más que se quiera hacer creer y desde que nació como nación independiente, tiene un pueblo absolutamente desarraigado e hijo de su pasado esclavista. República Dominicana, desde antes de nacer era un conjunto humano en el que la esclavitud nunca adquirió dominio y por lo tanto, facilitó las cosas para que la idiosincrasia dominicana no tuviera la limitada mentalidad de un pueblo haitiano de estructura primitiva y que no sabe diferenciar, que la persona y como tal, su característica natural es la de ser ciudadano y nunca súbdito.

Semejante diferenciación es lo que ha marcado las idiosincrasias de los dos países que comparten la misma isla y el origen fundamental de sus problemas de convivencia y de relación de vecindad.

Para empezar, el dominicano tiene una cultura muy diferenciada de la haitiana, es mucho más cosmopolita y económicamente tiene mayor capacidad de compra como de bienestar y que ha provocado, que, de los dos pueblos, el haitiano esté sujeto a la producción del campo dominicano y también de su industria. Haití y como todos conocemos, siempre ha sido la mano de obra de bajo costo que provee a la economía dominicana.

No estamos diciendo que el país transfronterizo fuera un pueblo de incompetentes e incapaces que no supiera labrar su propio destino, pues si así fuera, en enero de 1804, los ancestros del haitiano de ahora nunca habrían capitaneado una próspera economía plantacionista, una fuerte capacidad militar y una apetencia de nación propia que arrojara el feliz resultado, de esa nación que es la República de Haití.

Sin embargo, tanto ímpetu progresista fue dañado por la naciente mentalidad de dependencia colonial que arrojó su variable de mentalidad esclava, que ciertamente todavía ata al pueblo haitiano y en esta ocasión, por el surgimiento de la vieja estructura de economía plantacionista y mano de obra esclava, que evolucionó y como estructura de mando y poder, en la aguerrida burguesía de origen árabe y otomano, conocida como oligarquía.

Y es por ese atraso estructural formativo, que Haití y con todo y ser una economía tercermundista clasificada como de subdesarrollo, no ha podido arrancar como una independiente en la que sus habitantes e hijos trazan su propio destino.

De esta manera, Haití fue quedando rezagada en su evolución como pueblo de idiosincrasia propia y en la que el norte a seguir hubiese ido paralelo al propio en su evolución natural y que al mismo tiempo la independizara de su pasado de esclavitud y atraso.

Es por esa razón, que se supo que el pasado fin de semana, haitianos en las cercanías de la franja fronteriza a la altura de las ciudades dominicanas de Juana Méndez y Dajabón les dio por cerrar con soldaduras el portón que da paso a los mercados fronterizos y cometiendo la estupidez, de manifestar que lo hacían hasta que los dominicanos no dejáramos de repatriar conciudadanos suyos.

Decimos que es un acto irracional de estupidez e ignorancia, porque al hacerlo, los alborotadores cierran la posibilidad de que los rayanos (habitantes fronterizos de lado y lado) y los haitianos propiamente, pudieran abastecerse y como están acostumbrados, de los productos dominicanos que requieren para alimentarse y vivir. ¿Quién pierde? Los mismos haitianos de la zona que se quedan sin abastecimientos de alimentos de manera rápida, normal y oportuna, al tiempo que colateralmente incitan a los dominicanos a cerrar definitivamente esos pasos fronterizos e imponiendo el tránsito solo por la vías aérea y marítima y con lo que la burguesía y la oligarquía haitianas quedarían doblemente beneficiadas al tener disponibilidad directa de los productos que compran y generándose, que los comerciantes haitianos de Puerto Príncipe impongan un monopolio total de los productos dominicanos que adquieren, al crear un afán especulativo contra sus  mismos ciudadanos y colegas comerciantes.

Desde luego, el engreimiento y fanfarronería de los agitadores y revoltosos que dicen que “cerramos la frontera”, parecería que no les permite entender a profundidad el grave precedente que han creado y que en nada perjudica a la economía dominicana.

Lo que también nos hace plantear, que los dominicanos debemos mantener un espíritu sereno y no dejarnos provocar por los mismos haitianos que son enemigos de sí mismos. Las repatriaciones y como es lógico, no es una política dominicana que podría suspenderse, sí aminorarse en la medida que haya menos ilegales haitianos en nuestro territorio y teniendo presente esta realidad, para nada se le puede dar espacio al discurso truculento y seudo nacionalista de nuestros reaccionarios grupos anti haitianos, locos porque las dos naciones se fueran a las manos.

Es al contrario, Haití y como si fuese una persona, es una nación que hay que entender que está pasando por una de sus peores crisis emocionales y estas, hijas del hecho y grave, de que carece de gobernabilidad y en donde, para más extremismos, el gobierno provisional que tiene, acorralado por los acontecimientos que no puede conjurar y disminuir o aplastar, tiene que recurrir a echar mano del expediente de la anti dominicanidad y como el único modo que dispone de lograr cierto espíritu de paz con agrietada convivencia y de ahí su cándido mensaje del otro día contra los dominicanos.

Y si esto último es lo que está ocurriendo, los dominicanos somos los llamados a ser tolerantes y no cerrar puertas, abrirnos al diálogo oficial y empresarial mejor entendidos, buscar la comisión mixta dominico-haitiana, revivirla y por nueva vez, tratar de contribuir a una reconciliación entre los dos pueblos y naciones.

Naturalmente, la pretensión es ahora casi imposible, pero no, que las mentes más amuebladas de los dos países no pudieran hacerse escuchar entre el bullicio de una provocación hija del engreimiento y la fanfarronería. Haití busca su camino, no quiere admitir su propia culpa y de ahí que a los dominicanos se nos vea como el mejor pretexto para salvar la cara y con el pretexto de lanzar amenazas mendaces y falsas contra la única nación y pueblo y como lo es República Dominicana, que durante todo el tiempo ha sabido demostrarle que es su amigo y protector. Antes del 1937, en el mismo 1937, en el 2010 y también ahora.

En consecuencia y buscando compresión de trato, preguntamos: ¿Cerrando puertas de los mercados fronterizos? Una provocación hija del engreimiento y la fanfarronería y la falta de perspectiva como pueblo carente de libertad y soberanía. (DAG)