jueves, septiembre 5, 2024
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Cuando en la política de Estado, quien la dirige llega a la adultez operativa, la amistad o la enemistad no cuentan, solo los intereses

Muchos todavía no entienden ciertas complejidades que son propias del ejercicio del poder político y que en el caso dominicano es de características absolutistas y dado el sistema presidencialista y autócrata que se tiene y del que ningún presidente de la República y por “más democrático” que sea, no se atreve a renunciar.

Lo que ninguno lo hace, porque a horas de instalarse en “la silla de alfileres”, de inmediato se dan cuenta, de que el poder a ejercer y por el uso y costumbre dominicana, es imposible escapar a semejante tipo de herencia casi atávica, que obliga a ejercerlo el verticalmente y en oportunidades, hasta con cierto corte brutal.

Por lo que hemos percibido, el presidente Luis Abinader no ha escapado a esta realidad y de ahí, que al igual que todos sus antecesores, tenga que practicar el culto a su imagen presidencial, no por interés propio y el que siempre chocaría con sus propias creencias morales, sino porque si no se despersonaliza y acepta que esa es la manera de como el dominicano entiende a quien sea su presidente, que entonces Abinader esté obligado y si quiere que la gobernabilidad sea aceptable, que ajustarse sin más a la normativa.

Y sabiendo, que  aun cuando lo haga, si se descuida, de inmediato ciertos vivos entre los individuos que designa en cargos públicos, aprovechan lo que entienden es una debilidad presidencial y se apropian del primer resquicio que descubren, no solo para realizar sus tropelías, sino que al mismo tiempo, el hueco que entienden que han descubierto, les lleva a la terrible situación de caer en inconductas de todo tipo y hasta que al final, el destape de corrupción administrativa es tan escandaloso, que el mismo mandatario debe partir por el medio y ajustar cuentas con quienes han abusado de su confianza y prerrogativas.

Es de este modo, que quien es presidente en este país, aprende el ejercicio del poder y mayormente en base a solucionar excesos ajenos, al tiempo que el mandatario y en este caso, Abinader, deberá de ingeniárselas lo suficiente para atender a las dos mayores circunstancias de depredadores orgánicos paralelos al poder: Los factores, mediático y el empresarial.

Por supuesto, no estamos diciendo que todos los altos cargos y funcionarios públicos y dentro de los tres poderes interdependientes del Estado, pero en específico,  todo lo relativo al Poder Ejecutivo, sean delincuentes por sí o bandidos de escritorios prohijados por las mieles del poder, pero tampoco se puede negar, que sobre esas muestras, es mucho lo que un presidente de la República debe lidiar en su día a día y no poco asombro tendría y al descubrir determinadas inconductas, de individuos que los entendía en sus tiempos de aspirante presidencial, decididamente honestos e íntegros.

Ni hablar de tantos periodistas que se entendían cercanos en tiempos de campaña y quienes, al llegar su candidato al poder, asumen que tienen el derecho de exigir y hasta buscar aquello que tantos dominicanos conocen y sobre todo quienes suelen viajar y quienes, al llegar a los corredores de las aduanas, con pocas excepciones, no hay inspector que les salga y solo les pregunte: “¿dónde está lo mío?”.

Pues exactamente, del mismo modo se le presentan los periodistas y comunicadores “que se fajaron en campaña” y quienes no disimulan si a los que se les atiende primero obtienen más de lo que las expectativas de los que esperan les había hecho presumir aquellos recibirían. Por eso, a estas alturas y habiendo Abinader satisfecho sus apetencias, ya tiene que haber convertido su piel en la coraza protectora que impida que “los íntimos” lo quisieran abarcar todo y mucho más, cuando les toca el turno a los jefes de los periodistas y comunicadores y quienes, en líneas generales, no tienen hiel y tampoco escrúpulos para efectuar las peticiones más desorbitadas.

En el mismo camino se encuentran la mayoría de los empresarios y financistas y muy seguros estamos, que, ante semejante destape, el mismo presidente se habrá quedado por momentos helado, al descubrir la jauría de lobos en que muchos de los anteriores se convierten y al ponerse el ropaje de traficantes de influencias o simples suplidores del Estado y a lo que no escapan ciertos jefes de culto y tanto cristianos católicos como sus iguales protestantes.

En fin, llegar al poder presidencial, es decir, al Poder Ejecutivo, es descubrir la naturaleza humana en su grado más hipócrita, perverso y también cruel y desde las perspectivas de tantos que se acercan cabizbajos y dizque humillándose y todo sonrisas, pero siempre listos para dar la puñalada trapera.

De ahí, que al tener Abinader dos años de su cuatro de primer mandato (la Constitución de la República le favorece con la postulación a su reelección constitucional) necesariamente que ya debió de haber aprendido lo suficiente en materia de conocimiento de las caretas y miserias humanas y para darse cuenta, de que, sin ser cruel, duro y altanero y sí saber estar en guardia todo el tiempo, a la vez que desarrolla sus propias políticas desarrollistas a favor de la nación y de sus ciudadanos.

Tampoco es, que haya que exigirle o pedirle a la fuerza lo imposible, pues al fin y al cabo, un primer mandatario con la experiencia de gobernanza que tiene Abinader, realmente se hace inmune a halagos extremos o a traiciones impensables y en este punto de prevención, es evidente que el presidente cuenta con el escudo de defensa que le proporciona casi con fanatismo, su temperamental esposa y la que por lo que se dice, “no es un maíz” y hablando en dominicano, desde el momento que sabe que alguien se quiere pasar de listo.

En definitiva y viendo de lejos, creemos que nuestro joven presidente, no solo que ha aprendido rápido y también a la carrera, sino que ya está en condiciones objetivas de ganarse el favor ciudadano y para el caso que se decida por utilizar su relección constitucional y de la que triunfará, en la medida que logre controlar el aparato burocrático y que desde el Banco Central o desde Hacienda (donde se trabaja en paralelo) no le hagan alguna jugada disfrazada de intereses internacionales, que de buenas a primeras le arrastren a una realidad objetiva, de esas de cuando terceros le ponen las políticas patas arriba y para que a ese momento, las ratas abandonen el barco de la administración que encabeza.

Sabiendo todo lo anterior, es que decimos, que Abinader siempre y sin ser paranoico, “deberá de estar mosca” y comportándose como la guinea tuerta, que, al estar sin nido, es simplemente imposible agarrarla y por lo que siempre tendrá que partir y romper a quien sea que pretenda alterarle o afectarle su porvenir gubernativo y político, pues cuando en la política de Estado, quien la dirige llega a la adultez operativa, la amistad o la enemistad no cuentan, solo los intereses. (DAG)

 

 

 

 

 

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