Cuando la seguridad nacional está de por medio debe entenderse que la razón de Estado se impone y sin cuestionarla, la decisión debe ser acatada de pleno

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Generalmente, la mayoría de los ciudadanos y en muchos asuntos que tienen que ver con aspectos sensibles para la salvaguarda de las instituciones, opinan y francamente hay que decirlo, sin tener ideas de lo que dicen y lo que a diario se muestra en las redes sociales en donde el analfabeto funcional hace olas.

Sin embargo y que es nuestro caso, cuando se trata de una decisión presidencial tomada y sopesando todos los aspectos y riesgos y aun así se toma con la determinación de preservar la República y tomemos el peligroso sesgo de involución de la política haitiana que desde hace una semana a tomado espacio con un espíritu de violencia y anarquía más que preocupantes, lo mínimo que hay que hacer es respaldar al presidente de la República, cuya obligación primordial es proteger nuestra nación.

En este aspecto, lo primero que hay que entender, que cuando el presidente y en este caso, Luis Abinader, declara mediante entrevista a un medio de importancia y mucho más si es uno del exterior y del tipo que el capital financista extranjero toma en cuenta, lo lógico es cerrar filas y apoyarle.

¿Qué se quisiera que la decisión fuera diferente a la que debe existir entre dos naciones vecinas, que tienen buenas relaciones humanas y comerciales?, es obvio. Pero en Haití la situación política institucional ha desmejorado tan notoriamente, que francamente sería un riesgo persistir en querer cambiar la realidad y mucho menos abogar por que al primer ministro en escape, Ariel Henry, Abinader le permitiera utilizar el territorio nacional para ir al su país y cuando ya es de conocimiento general que, en su nación, mucha de su gente no le quiere al frente del Estado.

Consecuentemente, se vería como una provocación a todas las fuerzas fácticas y populares que no quieren a Henry de vuelta, que el Estado Dominicano patrocine una vía de apoyo y socorro, que tal como están las cosas, ya se ha convertido en una totalmente perjudicial para nuestros intereses permanentes.

Al entenderlo y fundamentados en la criptica entrevista que Abinader le concedió al Financial Times, periódico emblemático británico en el aspecto económico y que aquí se publicara ayer, ya no es asunto de especular o criticar negativamente y sí entender, que si el presidente decidió no dejar que el primer ministro de facto utilice nuestro país para pasar al suyo, lo ha hecho por razones poderosas, que de una u otra forma afectarían a nuestro país y máxime, en momentos que Haití ha caído más debajo de un Estado fallido, a uno prácticamente en pie de guerra.

Obsérvese, que desde el pasado lunes y en bajo perfil, han empezado entrar allí efectivos de las fuerzas especiales estadounidenses con base en el Comando Sur y lo que indica, que la situación se está convirtiendo en inmanejable para las mismas autoridades haitianas quienes ahora responden a los dictados de un primer ministro provisional, que por lo que se está viendo, tiene menos respaldo que aquel que tuvo Henry.

Todavía más, los informes más fidedignos indican, que, en movilización general, en el país transfronterizo hay y bien armados por paisanos suyos que residen en el estado de la Florida y como estadounidenses de origen haitiano, unos cinco mil pandilleros, que han dado muestras fehacientes que van por todas contra él desalojado primer ministro de facto.

Por eso y cuando este tipo de disyuntiva se presenta: Marines estadounidenses operando en Haití, en la generalidad de los casos, sucede, porque unidades de espionaje de la CIA y a ojos del Pentágono, parecería que estuvieran ganando terreno y por lo tanto, cayendo en una de esas sinuosas rivalidades burocráticas entre altos cargos civiles y militares y que cuando se presentan, en Washington, D.C, saben perfectamente que la situación empieza a caer en terreno pantanoso, políticamente hablando.

Tómese en cuenta, que los pandilleros están siendo manejados por un expolicía políticamente populista y quien odia profundamente a la burguesía haitiana, precisamente, cuyos más altos componentes se encuentran asociados a la burguesía haitiana que tiene sociedad o es bien recibida en el gobierno plutocrático dominicano.

Entonces y de una u otra forma y a ojos haitianos, el gobierno de Abinader ya tomó partido a favor de un sector no necesariamente popular dentro de los ciudadanos de a pie y menos de los ubicados en Puerto Príncipe y principalmente en su sector este y lo que provoca, que al mismo tiempo el brazo armado del Estado Dominicano -sus fuerzas armadas y policía- extremadamente parciales a todo lo que provenga desde el Comando Sur, tendrían que empezar a comprometerse en la inestable situación y desde luego con el pretexto de proteger los 390 kilómetros de frontera común entre los dos países.

Al sector militar-policial criollo comprometerse y como derivación de la inestabilidad haitiana, obliga al presidente Abinader, a cuidar también sus espaldas y plantar cara a toda situación que por derivación pudiera afectar la estabilidad de su gobierno.

Sobre esto, muchos dominicanos no han caído en cuenta y menos en sus medios de comunicación y ni hablar en sus redes sociales y sus lupanares mediáticos, quienes todo el tiempo están azuzando las más bajas pasiones y que en momentos que en este país se entra a una campaña electoral que culminará -se supone- con las elecciones presidenciales y legislativas del 19 de mayo, un presidente de la responsabilidad personal, política y cívica que empieza a entenderse que caracteriza a Abinader, no puede descuidarse en lo más mínimo y mucho menos, cuando geopolíticamente existe una seria posibilidad de que la guerra en Europa se amplie y cuyos efectos colaterales más nocivos puedan repercutir en el Caribe Central.

Entendido esto, creemos que los dominicanos no debemos caer en el error de lo superfluo, anodino, frívolo y de riesgo y sí hacer un alto, tomar aire si cabe y entender, que el clima político institucional se está complicando de una manera, que hasta en serio riesgo podría quedar nuestras elecciones y que en un panorama tan siniestro como el que empieza a generarse, no es para frivolidades y disputas internas inútiles.

Ojalá se comprenda porqué decimos, que cuando la seguridad nacional está de por medio, debe entenderse que la razón de Estado se impone y sin cuestionarla, la decisión debe ser acatada de pleno. Con Dios. (DAG) 10.03.2024