sábado, julio 27, 2024
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Desde una perspectiva racional y de vocación prociudadanía, la reforma fiscal debería de ser bien aceptada por todos. Sin embargo….

¿Qué es el motivo que a todo gobierno debería de interesarle cuando se trata de mejorar sus ingresos y sin perjudicar a la población?, que la calidad y nivel de vidas de los ciudadanos no sea perjudicada y de una manera, que cuando se venga a ver la irritabilidad se apodere de las calles y la gobernabilidad quede en entredicho.

Por ejemplo, ¿cómo es posible que el presidente Luis Abinader abogue por una nueva reforma fiscal, en sus palabras, “estructural” y para que se proyecte a largo tiempo, cuando el fundamento de esta, que el Estado no disponga de amplios ingresos para su desenvolvimiento, no es precisamente el asunto que le podría preocupar, cuando en menos de 15 meses, su gobierno y dicho literalmente, nada en la abundancia de ingresos muy superiores a lo proyectado?

Entonces y si esa es la realidad auspiciosa que las cuentas nacionales tienen, ¿a qué venir con una reforma fiscal, que rápidamente ha ido ganando oposición dentro de la atrapada opinión pública y desde el momento que todo el mundo no entiende el porqué de la drasticidad que se espera que Abinader aplique y que ya se ha bosquejado y cuando realmente su gobierno no tiene razón alguna para aplicarla de forma tan arriesgada?

En este plano, es obvio que hay que darle la razón al expresidente Leonel Fernández quien se ha pronunciado diciendo que, por ahora, la misma no es necesaria o la otra opinión tan contundente del exgobernador del Banco Central, Guillermo Caram, quien recuerda, que la reforma fiscal, que debe conocerse en el Consejo Económico y Social para lograr el consenso, “debe ser pactada con el objetivo de fomentar la producción y el empleo dejando de lado La ecuación fiscal”. Y asegurando, que “al aumentar la productividad y los empleos, se incrementará de manera automática el pago de impuestos, por lo que el componente tributario vendría por añadidura”.

Es decir, dentro del panorama de bonanza financiera que el gobierno tiene, racionalmente no puede entenderse el ángulo o parámetro por el que la nueva reforma fiscal fuera a ejecutarse, salvo que existan datos no conocidos todavía, de que al gobierno “se le ha ido la mano” en materia de gasto para subsidios o empleomanía en los más altos cargos.

Todavía más, el otro reputado economista y consultor estadounidense de origen dominicano, Víctor Canto y por entrevistas  recientes, entiende que están dadas las condiciones para que el gobierno se aboque a la dolarización de la economía, que implicaría que el gobierno no tendría que imprimir dinero o que el Banco Central tenga reservas en dólares estadounidenses, en tanto el comercio tendría facilidad para abrir sus cuentas en la moneda estadounidense y generando un flujo de inversiones y negocios mucho mayor. Aunque obligando a la burocracia privilegiada del Banco Central a autorregularse y no seguir en los altos niveles de privilegios irritantes que esta tiene.

La otra propuesta de Canto tiene que ver con que la reforma fiscal se haga para ampliar la base del contribuyente y para que los que ahora casi lo evaden todo o pagan pocos impuestos, se les aplique una tasa de un 11 % tanto para las industrias, el ITBIS y los salarios. El experto fue muy gráfico: “Si solo la mitad paga el 38%, pues que se ponga todo el mundo a pagar un 19% o el 20%, pues al ampliar la base, podemos bajar la tasa porque va a integrar a todo el mundo y va a aumentar la base impositiva, eso es lo que yo propongo y eliminando todas las exoneraciones”.

Como se nota, tanto Caram como Canto se inclinan por lo racional y pragmático y coincidiendo, en cuanto a que a quien la reforma fiscal debe beneficiar, es a la población y en específico de clase media-media a pueblo. Canto dio otro ejemplo: “Qué pasa si tú le pones a un burro toda la carga de un lado nada más, la respuesta es que se le cae, por eso hay que ponerla pareja en los dos. Y qué pasa si le pones muchas cargas, la respuesta es que se muere el burro. Por eso debe ser una carga pareja y razonable para que dure el burrito”.

Es imposible no estar de acuerdo con ambos expertos y mucho menos se entiende por qué los economistas del Estado, ni siquiera quieren entender las propuestas o sugerencias de ambos especialistas y que a los ojos del público, es un proceder totalmente incomprensible y como lo es lo otro propuesto por Canto, de que  se disminuyan los impuestos y para que de esa forma no hayan salarios de miseria y de esa manera se incentive la productividad y consecuentemente el gobierno tenga más ingresos fiscales y que con la liquidez que estos le generen, la economía de todos no esté afectada en iliquidez y como lo está ahora.

Desde luego, se podrá discrepar o aceptar a medias los planteamientos arriba esbozados, pero hay una realidad, el gobierno está en la obligación de crear y si es que finalmente sucede, una reforma fiscal nada traumática y sí racional y juiciosa y mucho más y lo que debe recalcarse, cuando el gobierno de Abinader y en toda la historia de la República y hablamos desde el 1844 a la fecha, nunca hubo otro con tanta holgura financiera y hasta dándose el lujo de acaparar esa liquidez y aun a riesgo de no mantener la dinámica económica tan necesaria para que la economía dominicana sea más sana de lo que ya es.

Por supuesto, analizamos desde la óptica independiente del análisis político de Estado, cuyo único interés trata de que los intereses permanentes de la República no sean afectados por las medidas temporales y a veces improvisadas de gobiernos y políticos, siempre atados al populismo y a la consecución del voto favorable que les perpetue en el ejercicio de un poder que se disfraza de democrático, cuando en la forma es de un  autoritarismo de corte cesáreo que solo marca diferencia entre el quehacer de uno que otro presidente y para colmos, con una estructura “democrática” de elección “directa” que privilegia al Poder Ejecutivo por encima de los otros poderes interdependientes del Estado, el Legislativo y el Judicial y los tres, arropados y atrapados por el avasallante poder mediático que no entiende de personas y sí de números favorables para sus empresas, inversiones y corporaciones.

Concluimos pues, diciendo que desde una perspectiva racional y de vocación pro-ciudadanía, la reforma fiscal debería de ser bien aceptada por todos. Sin embargo…(DAG)

 

 

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