Solo quienes por edad vivimos aquellos acontecimientos como mudos testigos expectantes, somos quienes ahora y a 58 años de aquel acontecimiento ya histórico, podemos opinar con mayor propiedad, que tantos que nacieron años después. Por lo tanto, el criterio de quienes vivimos aquello y por obligación, debe pesar más en credibilidad, frente a la sarta de individuos, periodistas, comunicadores y medios que tratan de elucubrar sobre acontecimiento político y social tan determinante.
Aquel día y bien de mañana, una estación radial anti-Bosch (La Voz del Trópico) emitió su transmisión con una soflama continúa y a la que se agregó luego la emisora de Pepe Justiniano, comunicando que se había producido un golpe de Estado y que el presidente Juan Bosch Gaviño, había sido depuesto por el alto mando militar y que dos horas después se conformaría una junta cívico militar.
Por lo que sabemos, diez horas antes y a partir de las nueve de la noche del día anterior, los militares, quienes en ese tiempo tenían el control de la parte oeste del Palacio Nacional, donde fungía la entonces Secretaría de Estado de las Fuerzas Armadas, los oficiales principales y entre ellos un abogado y coronel apellido Saldaña fueron al despacho presidencial a demandar del mandatario que retirara los cargos y acusaciones contra el jefe militar, Elías Wessin y Wessin y al mandatario negarse de plano y diciéndoles que convocaría al Congreso Nacional a media mañana del día 25, la idea del golpe de Estado cobró fuerza.
La tensión se marcaba en el despacho presidencial, donde un presidente trataba de evitar el colapso de su presidencia frente a cerca de veinte y tantos jefes militares armados con ametralladoras y pistolas y al momento que Bosch hizo intención de agarrar el teléfono para llamar al presidente del Senado, ahí mismo y siendo casi las once de la noche y por lo narrado años después a DAG por el mismo coronel Saldaña, “le arrebaté el teléfono y ahí mismo le hicimos preso en su despacho y decidiendo todos el golpe de Estado”.
A partir de ese momento, los militares buscaban como concretar su acción golpista, mientras la policía y los servicios de seguridad se tiraban a las calles a apresar en sus domicilios a los principales jerarcas de aquel régimen, en tanto y como acto realmente extraño, se apersonaban “en solidaridad” al despacho presidencial, los principales altos cargos civiles del régimen que caía.
Ya la mañana del 25, la susodicha estación radial mencionada empezó a emitir soflamas por parte de voceadores políticos anti-Bosch, encabezados por el fanático comentarista anticomunista, Tomás Reyes Cerda y otros individuos, también rabiosamente anti-Bosch, mientras para sorpresa de la nación, los altos miembros del PRD y encabezados por su secretario general Angel Miolán, ponían pies en polvorosa y se lanzaban a la clandestinidad.
Cuando cerca de las once de la mañana se instalaba en el Palacio Nacional el nuevo gobierno provisional producto de la conjura golpista, Triunvirato conformado por los señores: Emilio de los Santos, Ramón Tapia Espinal y Manuel Tavárez Espaillat, absolutamente nadie dentro de la militancia del PRD y a excepción del doctor Washington de Peña y un grupo de cercanos del partido, protestaba con vehemencia y públicamente, mientras el resto del PRD, sus miembros se lanzaban, a lo que se entendía, sería una acción de salvamento para proteger sus vidas.
En realidad, aquello no era necesario. Por un lado, la población se mantuvo en sus casas y las calles quedaban desiertas en la pequeña capital de entonces de no más 150 mil habitantes, en tanto por el otro, los militares y en líneas generales, no persiguieron a nadie. Sí, hubo una que otra encarcelación de políticos del PRD, pero al momento que el nuevo gobierno provisional golpista quedaba instalado, la nación empezaba a entender lo que ocurría, mientras la emisora en la que Reyes Cerda “perifoneaba” histéricamente, no paraba en sus soflamas, hasta que los militares decidieron que la estación debía salir del aire.
En los días previos al golpe militar, el comercio efectuó una huelga general, que fue incentivada por el sector financiero de aquel tiempo y entre los días 20 y 21 de septiembre y antes por una reunión “estratégica” efectuada en la sede de la entonces poderosa Asociación de Detallistas Inc., presidida por el comerciante Adriano Gómez Rodríguez y vicepresidente de la Asociación Dominicana Independiente (ADI) y que contó con la presencia del banquero Alejandro Grullón. La ADI era una especie de grupo cívico anticomunista que presidía el auditor del grupo Corripio, José Andrés Aybar Castellanos y quien luego fue alto cargo en los gobiernos de Balaguer.
El comercio había tomado la determinación, alarmado por las órdenes dadas por Bosch de apresar a todos los dirigentes que estuvieron en la reunión “golpista” de los detallistas y quienes, no es verdad que la hicieron para contribuir a tumbar el gobierno y sí alarmados por determinadas medidas represivas del régimen, que obstaculizaban sus actividades de comercio y que, si se las dejaba y ante la terquedad de Bosch a no razonar, podrían afectar seriamente la economía.
Por nuestras vivencias, creemos que todo se originó desde el mismo momento que Bosch se instaló en la presidencia de la República en diciembre de 1962 y mostró su cara de antiguo exiliado antitrujillista de más de 20 años y desconocedor de la realidad dominicana.
Fue un presidente con buenas intenciones, pero esclavo de su mentalidad cerrada, quiso hacer un gobierno abierto y en un país que venía de una dictadura desarrollista pero cerrada y al final, amplios sectores de la burguesía y la casi inexistente clase media, entendieron, que fue el mismo presidente y desde el primer mes de su gobierno, quien en verdad y para ocultar su incapacidad e incompetencia administrativas, el que acariciaba buscar las vías para salir del poder y como en efecto, meses después ocurriera. Todo lo otro de pleitos con los militares por Wessin, fue el pretexto oportuno para salir de un poder del que los mismos militares le escoltaron hasta abordar el busque insignia de la Marina de Guerra, que le llevaría y escoltado por los propios militares golpistas, hacia Puerto Rico, entre ellos, el antiguo trujillista y ex director de la Cédula y participante en el atentado que provocó la muerte violenta del dictador, Antonio Imbert Barreras, a ese momento, enganchado como general honorario del Ejercito y con el título de “héroe nacional”.
En resumidas cuentas y viéndolo todo en retrospectiva, tenemos que concluir, que, a largo plazo, el exilio hizo a Bosch un teórico político de valer y de amplio espectro ideológico altamente positivo para el discurrir de la vida nacional. Imbert Barreras terminó siendo un rectilíneo jefe militar y eficiente administrador público que llegó en uno de los (a ese momento) futuros gobiernos del presidente Joaquín Balaguer, a nada menos que ministro de las Fuerzas Armadas y realizando allí una muy eficiente labor de reestructuración militar.
Cómo también hay que decir y positivamente, del jefe militar trujillista y destacadísimo comandante del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA) la unidad militar más poderosa del país y la que incluía una rama aérea y otra blindada, del general Elias Wessin y Wessin, que llegó a ocupar la cartera militar luego de un accidentado periodo de acusación y juicio militar golpista en tiempos de Balaguer y su posterior salida al exilio. Acusación artera y veleidosa impulsada por una grabación telefónica del odontólogo y a partir de ese hecho, espía telefónico, Frank Cabral Calcagno, sobre los preparativos de un supuesto “golpe de Estado”.
Si se quiere ser cínico, habría que decir, que a largo plazo, el golpe militar contra Bosch del año 1963, terminó siendo positivo, pues terminó por hacerle ver a los ciudadanos, la importancia de ser regidos por gobiernos democráticos y constitucionales, a Bosch mismo entender mejor a sus conciudadanos y hasta convertirse en un verdadero como auténtico líder político moral y a los militares, asumir que el terreno de la vida política les estaba absolutamente vedado, mientras que a nivel de las fuerzas vivas, la sociedad civil y el empresariado como el mundo financiero, a no incursionar nunca más en afanes golpistas tan desacertados y que desde el 1963 les quedó como sello indeleble de su ingenuidad.
Mientras, concluimos diciendo que el 25 de septiembre de 1963, la incapacidad e incompetencia del presidente Juan Bosch, la huida del PRD, la ingenuidad política del comercio y la entrada del militarismo como factor de decisión de poder, fueron los parámetros determinantes de aquel golpe de Estado “cívico-militar” (DAG)