El grado inmoralidad que se vive en este país, va parejo con el ánimo delincuencial que se proyecta desde su alta burguesía hacia el ciudadano de a pie y teniendo como base su estado delincuente

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Cada día que pasa, es más que evidente que la corrupción reinante ha atrapado a la mayoría de los dominicanos de clase media y también de su alta burguesía, donde y como si fuera el lema por seguir, hacer dinero sin importar como o que principio moral sea violentado, se ha convertido en la característica fundamental de muchos dominicanos de los últimos 62 años.

Aquí, matar para eliminar al contrario, al adversario o al que piense distinto al otro (abundan los sicarios mediáticos) y mucho más, cuando se trata de rivalidad comercial, es una situación extremadamente reveladora, de como el dominicano de ahora ha abandonado las costumbres de hogar de sus ancestros y desertando de una educación doméstica en la que la moral y cívica y principalmente de característica hostosiana, era la base fundamental del civismo de social.

Todavía más, el concepto religioso ya no es el mismo, pues las creencias religiosas y comenzando por la católica, han sido hechas polvo y en su lugar, ha salido una nueva generación de sacerdotes, predicadores, monjas y pastores y cada uno con mayores muestras de ser sepulcros blanqueados que predican lo que no practican y que entienden que la religión debe ser un eficaz instrumento de Estado para el control ciudadano y su enriquecimiento personal mediante préstamos de usura.

Pero si mayor grado de culpabilidad moral cabe a determinado nicho social o profesional, se tiene en el sector mediático, donde el afán de lucro de todos esos barones mediáticos y pequeños burgueses arribistas desde sus plataformas de redacción, han impuesto una especie de “nueva moral”, por la que la anarquía social lo ha cambiado y transformado todo y mientras más alarde se haga de sumisión, “ausencia de prejuicios” y terrible falta de compostura moral, ha dado como resultado una nación sin norte fijo en la que todo cuando sea amoral, es practicado sin vergüenza ni sonrojos de ninguna especie y comenzando por individuos de sus instituciones tutelares.

En este sentido, si una palabra debe describir las inconductas del dominicano en sentido amplio, es la corrupción como la perversidad de costumbres y en materia política, el enriquecimiento desproporcionado e ilícito y en donde solo se rinde culto al dios dinero.

De ahí que nada sea lo que aparenta y por eso, ante tanta inmoralidad, el ciudadano que quiere hacer las cosas bien, como se le enseñó en el hogar, debe esconderse de todo y de todos, no hablar y mucho menos hacer valer sus sentimientos, tampoco no aparentar vivir bien o tener riqueza y por eso la mayoría de los empleados públicos y privados deben someterse a un servilismo y degradación moral que en sentido amplio casi los abarca a todos. Y teniéndose además y como mayor punto de referencia, a la mayoría de quienes se han destacado a sangre y fuego, a robo y contrabando, como empresarios, financieros o industriales o políticos de renombre.

La contaminación amoral es tal, que solo con ver, leer o escuchar opiniones en las redes sociales y comprobar, en el terrible canal de inmundicias en que han sido convertidas y donde las peores bajezas humanas criollas son colocadas como epítomes del buen decir o hacer, es más que suficiente y para comprender, que socialmente hablando el dominicano no vale ni un chele y de los de antes, cuando el peso oro valía más que el dólar estadounidense.

En un ambiente así, ¿qué de extraño tiene que los médicos sean un nicho de criminales a los que poco les importa cometer el infame genocidio de cientos de muertes neonatales y siempre haciendo ver que los infantes mueren por otras causas y no por la negligencia médica y peor, que desde el sector mediático se trate de justificar lo increíble de tantas muertes de más de 39 recién nacidos por mes y en cada una de las tres maternidades públicas?

¿Qué se puede decir, cuando se comprueba que las cámaras legislativas son el antro más pernicioso de la amoral social y en donde todo lo peor ocurre y es hasta justificado o escondido o silenciado por la mayoría de sus miembros y como es el caso de un legislador preso en EEUU por narcotraficante y aquí en la Cámara de Diputados se discute la barbaridad, de que primero tienen que investigar las pruebas que hay en contra de ese sujeto y como si no fuera bastante que el sistema de justicia estadounidense lo hubiese detenido y a espera de ser enjuiciado?

¿Qué entender cuando y como fue nuestro caso, se recibe una comunicación por guasap y nada menos que desde un estado del sudeste asiático y por parte de un dominicano, donde se nos dice lo increíble, de que si nosotros podríamos hacernos eco de pasajes de la vida privada de un heredero empresarial turístico del este del país, cuya mujer le abandonó por una nueva pareja venezolana y casado y encima y como para “animarnos”, se nos habla de presentarnos el reenvió de la carta de la madre del individuo y dirigida a la madre del heredero y pidiéndole que amarre su loca y lo que rechazamos tajantemente?

¿Acaso no es cierto que hay barrios capitaleños de calles “animadas” como la 42, donde todo lo imposible de creer ver en materia de desenfreno y amoralidad a gran escala de las juventudes de allí, son expuestas con el mayor desparpajo e insolencia y sin que la autoridad no haga nada para corregirlo?

¿Se puede en un ambiente así, plantear que este país se perdió y que no hay solución a la vista y aun cuando se comprueba, que, de cada 100 jóvenes de 14 a 24 años, más de la mitad está en la droga ilícita, la prostitución sexual, tanto para turistas como para gente de dinero y que el noventa por ciento de los votantes, alquilan su intención de voto y a tarifa determinada?

El asunto, no es que se pueda ser más moralista que el otro, sino que simplemente, parecería que la ciudadanía está irremisiblemente pérdida y aun así, creemos que Dios ayudará a que en este país se dé en algún momento o tiempo, una revolución moral de raíz y comenzando desde su espectro político y lo que fundamentamos, en esa cuarta parte de la nación de comportamiento correcto y en todas sus variables sociales, cuya gente no está moralmente contaminada. Pues no es que estemos atacando la vida sexual de cada ciudadano adulto y lo que se corresponde a su libre albedrío, sino que simplemente, es hora de decir basta ya y por decencia propia reclamar un nuevo y definitivo cambio de conducta colectiva.

 ¿Se entiende el por qué planteamos, que el grado inmoralidad que se vive en este país, va parejo con el ánimo delincuencial que se proyecta desde su alta burguesía hacia el ciudadano de a pie y teniendo como base su estado delincuente? (DAG) 23.04.2023