Cada día que pasa nos llama mucho la atención como el presidente Luis Abinader actúa y al parecer, creyendo que tiene el consentimiento expreso de una fuerte mayoría nacional que le facilite comportarse como el presidente de un gobierno autoritario, que para nada tiene en cuenta a la opinión pública real.
Y es que ese refugio que Abinader ha hecho en base a disponer de un pelotón de comentaristas sicarios en las redes sociales donde los lupanares mediáticos se encargan de mostrar la especie de “verdad revelada”, mediante la cual, el presidente se entiende que debe actuar y al mismo tiempo, observándose como su ejército de trols, amplifican, difunden y distorsionan sus mensajes y palabras.
Se hace más que evidente que su gobierno plutocrático y para nada, toma en cuenta la opinión ciudadana y que, sin duda, es una falla de procedimiento, que no creemos que lleve el discurrir de su nuevo régimen dentro de una senda de confiabilidad ciudadana y menos, cuando es tan obvio como desde el Palacio Nacional se está actuando con ese olímpico desprecio hacia la opinión de los demás.
También llama la atención, que la autoridad nacional y como tal, parecería que quiere actuar como si realmente contara con el apoyo popular de lugar y lo que se desmiente, sabiendo que en las elecciones pasadas y tanto las municipales como las presidenciales y legislativas, de cada cien electores, cincuenta y cinco se abstuvieron de votar y con lo que abiertamente se muestra, que no toda la nación comulga con las directrices que dimanen del primer mandatario.
Para más preocupación, llama la atención, que las autoridades se comporten como si ninguna tuviera que rendir cuentas, ni dar explicaciones del porqué de ciertos actos o abusos de poder que tan ostensiblemente incurren y lo que achacamos, al hecho, de que los principales funcionarios que saben que serán removidos pero para ser trasladados al exterior como diplomáticos y agentes consulares, desde ahora se entienden casi absolutamente inmunes a que desde el Poder Judicial se les pudiera llamar y para que en consonancia con el mandato constitucional, demuestren que ninguno incurrió en excesos de poder.
De esta manera y por la escenografía a gran escala que Abinader a creado para que oficialmente esos funcionarios hagan lo que ellos denominan “rendición de cuentas”, que no es más que el ocultamiento directo de la parte de su accionar más cuestionable y “difuso” constitucionalmente, se nota y no existe otra forma de describirlo, como ese silente desprecio que la autoridad nacional tiene y tal como si su poder de gobernante no estuviera organizado dentro de un Estado social de derecho y sí como si las reglas de un califato fuera la razón y motivo para que su gobierno actúe sin llevar cuenta de críticas u opiniones disidentes.
En este sentido, es más que preocupante, el accionar policial de represión absoluta y que, debido a esta, cada mes son asesinados supuestos delincuentes en supuestos “intercambios de disparos”, en tanto la agresividad de los uniformados, se observa que ya está llegando a cualquier ciudadano que un simple policía entiende como “sospechoso”.
Hasta ahora la ciudadanía luce contenida, pero sí sabiendo que la autoridad está actuando con mucho de arbitrariedad y abuso de poder y al extremo, de que la reacción de la parte de la población joven que vive en las periferias de las principales ciudades muestra su desasosiego con una actitud de rebeldía juvenil, que, en muchos aspectos, de lo único que habla es de un posible estallido de inconformidad social a gran escala.
Al darse este tipo de situación, que, de seguir, perfectamente que podría afectar la gobernabilidad, entendemos que las autoridades deberían ajustarse a derecho y no demostrar esa actitud abusiva de abuso policial extremo, que desde diversos nichos sociales se están dando y cuyo mayor reflejo es el de notar que la ciudadanía y en todos los niveles, se muestra sintiéndose acosada por un poder gubernamental arbitrario y extremadamente abusivo y lo que no ocurre con el aumento de la delincuencia de parte de miembros de la población flotante haitiana y su ramal de haitianos indocumentados.
A todo esto, también se observa que la gente empieza a tener miedo y que se nota en los carros de conchos como en las guaguas de transporte público y para no hablar de esas muestras de terror abierto que se observa cuando las patrullas policiales van a los colmadones o antros de diversión para adultos donde las reacciones de los parroquianos no son precisamente las propias de cuando los ciudadanos entienden que se vive en un verdadero estado de derecho y sí en lo más parecido a una dictadura encubierta.
Por ejemplo, en la parte de las redes sociales que no responden al aparato de propaganda oficial, prácticamente se están haciendo abiertos llamados de enfrentar a la autoridad policial y para colmos, las amenazas a cargo y para esos casos, de simples ciudadanos y lo más atrevido, también por parte de haitianos indocumentados, amenazando directamente a Abinader con agredirle o matarle, mientras el gobierno guarda un silencio más que preocupante.
Lo que vemos, es que al gobierno no se le tiene respeto y que no es un buen síntoma para la paz social y sí un aviso ominoso de ese mal latente e inconformismo generalizado, que, de continuar, es seguro que no llevará a nada bueno y sí a una sorpresiva ruptura de la paz social.
¿Hacia dónde se llegará?, no se sabe, pero sí es evidente, que, de darse un serio derrumbe institucional, nada ni nadie impedirá que al final se entienda, que, entre espectáculo y pantomima, parecería que así es que el nuevo gobierno quiere arrancar, mientras de lejos se nota, que muchos le faltan el respeto y lo que no es ningún buen presagio. Con Dios. (DAG) 25.07.2024
