Cuando la seguridad personal de cada individuo se encuentra en peligro y debido a que la autoridad policial que tiene que ver con la preservación del orden público, en los hechos no hace lo debido para que la ciudadanía se sienta segura y para colmos, ahora se descubre, que el principal recinto carcelario se encuentra en manos de una mafia criminal que la controla al completo y tanto, que hasta sistemas electrónicos de vigilancia y control de internet esta controla absolutamente y hasta presentándose como una empresa criminal a gran escala.
¿Qué es lo que puede presumirse realmente, en cuanto a que los dominicanos tenemos como mecanismo funcional de protección aceptable para todos, cuando es tan obvio, que la autoridad es prácticamente parte de la misma mafia criminal y ahora con características inquietantes, respecto a que las mismas patrullas policiales se las ve atropellando por doquier y cuando no, asesinando a cualquier ciudadano que pueda encontrarse desafortunadamente en medio de una refriega u operativo de uniformados armados y disparando a lo loco y como acaba de ocurrir con un miembro de la policía de tránsito, a quien policías regulares mataron de dos disparos al ir detrás de un delincuente?
Estas son situaciones que nadie entiende el por qué de su ocurrencia y lo más grave, es el comprobar que las autoridades y en sentido general, no tienen una respuesta satisfactoria frente a todo este tipo de inconducta, que por lo que se está viendo, es más que generalizada y ahora a mayor y al conocerse, que en la uniformada se ha vuelto a la política aquella de disparar a las piernas de los presuntos delincuentes y en lo que eufemísticamente, la mayoría de los mass media e irresponsablemente, han bautizado como situaciones de supuestos “intercambios de disparos”.
Desde luego, sería un exceso plantear, que por estas equívocas situaciones se pudiera decir que el estado de derecho realmente se encuentre en peligro, pero cuesta creer que pudieran calificarse de “hechos aislados” las situaciones de confrontaciones policiales que a diario se suscitan y prácticamente en todo el territorio nacional, en tanto lo de la mafia descubierta en el penal de La Victoria y por su amplio ejercicio de dominio, no deja dudas de que las autoridades militares, policiales y carcelarias, mantienen una complicidad desconcertante con la delincuencia en sentido general.
Pedir que el gobierno haga algo y en momentos, que por más reclamos que se formulen en cuanto a llevar a la policía al orden legal, luce que los ciudadanos hemos perdido la partida y esta, ahogada en una montaña de papeles y para una burocracia inútil que en connivencia con determinados mass media, sus responsables entienden que se podría ocultar la tremenda incapacidad operativa policial, sin duda, es una penosa demostración, de que en el aspecto de la seguridad ciudadana, la nación a retrocedido de una manera extrema como alucinante.
Así las cosas, la ciudadanía da muestras de preocupación ante tanta deserción de responsabilidades y por más que la propaganda oficial trate de ocultar la grave situación de inseguridad que se arrastra y en momentos, que ni el propio ministerio de Interior y Policía, parecería que su autoridad principal, no tiene idea de lo que ocurre en los recintos carcelarios y mucho menos, como frenar la sostenida violencia oficial que, a ojos vistos, compite con la violencia criminal.
Y lo que hay que plantear, por la simple como determinante razón, de que la ciudadanía y cada vez, da muestras de ser rehén de la delincuencia como de la violencia policial, que es imposible que se pueda ocultar y que ciertamente mantiene en un estado de terror primario a los ciudadanos.
Incluso, las mismas crónicas periodísticas y en sus páginas rojas, no dejan nada a la imaginación, cuando se comprueba que no hay lugar en el territorio nacional que pudiera estar libre de la delincuencia y que aun cuando se llegue a cualquier negocio y sin importar la cantidad de clientes que haya, los asaltos están a la orden del día y con la misma celeridad de como en las carreteras, las mismas patrullas policiales son incapaces de enfrentar con eficiencia la inseguridad reinante.
Para colmos, la gente tiene miedo de las patrullas policiales y nadie sabe a que atenerse al momento que se encuentra con un uniformado en actitud “de vigilancia” y ni hablar, cuando patrullas en vehículos dan vueltas en sus cercanías y de esa manera, poco a poco, por lo menos una pizca de terror empieza a apoderarse de la gente y tanto, que mientras se está en las calles y en las diligencias de cada quien, cada día son más los ciudadanos que se comportan como si alguien que no ven estuviera al acecho para afectarles en su integridad física.
Entonces, viene el colateral de ansiedad, miedo, paranoia y enfermedad mental, de las que tanto los expertos en salud proclaman o advierten que hay que tener cuidado y lo que se agrava, con ese inusitado incremento de armas de fuego en manos de ciudadanos que no saben cómo enfrentar a los dos tipos de delincuencia, la policial y la, llamémosla de algún modo, “profesional”.
Sí, el gobierno plantea y que entendemos de buena fe, que tiene una reforma policial en camino y sobre el particular, recordándose que recientemente creó una comisión multitudinaria para investigar las fallas policiales y dando por resultados de tanto hablar y presumir gran enjundia, 15 tomos que abarcan un conjunto de cuatro mil quinientas páginas de recomendaciones, sugerencias y señalamientos, pero realmente, esos estudios aun no arrojan nada y se recuerda por igual, que el Poder Ejecutivo plantea, que será a partir de este mes que la República verá como la uniformada será “transformada”, pero no hay nada y la angustia colectiva crece.
Pero a todo esto, hay una pregunta que todo el mundo se está haciendo, ¿será que las autoridades están dejando que la inseguridad aumente y para luego ensayar y de sorpresa, la imposición de alguna especie de estado policíaco, mediante el cual, los ciudadanos seamos victimas de un control policial estricto, mientras la delincuencia logra beneficiarse aun mucho más de su asociación, no hay como no decirlo, de su asociación probable con el poder?
En la cárcel de La Victoria, ya se ha visto de la existencia entre otras “singularidades”, de 89 cámaras de circuito cerrado de televisión para vigilar los movimientos de carceleros de uniforme y civiles, ¿no podría ser este el ensayo para una vigilancia aun mayor y dentro de un sistema paralelo a gran escala y parecido al 911, que ahora se tiene y del que las autoridades tampoco sean ajenas?
Con razón pues que digamos, que entre la policía y los delincuentes “de a verdad”, ya los ciudadanos no saben qué hacer. ¿Quién les socorre? En el gobierno deberían prestar la debida atención. Solo eso y que por ahora advertimos. (DAG)