En el principal matutino centenario capitaleño, un articulista, publicó ayer su mentirosa versión de una supuesta deuda impagable dominicana con Venezuela y la que, por su falsedad, es menester realizar las puntualizaciones de lugar.
Lo primero que debe decirse, es que siempre y entre naciones limítrofes o en el mismo Continente, se da la tendencia de que los ciudadanos de todos esos países limítrofes siempre tratan de protegerse unos a otros cuando se les presentan situaciones propias de los avatares continuos de la política latinoamericana y en donde nadie le debe a nadie y sí solo que se auxilian frente a las veleidades de la política o del destino.
Tomemos dos casos. El venezolano y el haitiano.
Lo segundo, en la mayoría de los países con grandes territorios y lo que se comprueba en México y la mayoría de los países sudamericanos, muchos de sus ciudadanos tienen la equivocada tendencia a mostrar cierta actitud entre arrogante y de prepotencia colonialista y tal como si los de territorio pequeños fueron unos “adyacentes” que debieran deberle determinadas pleitesías y “agradecimientos”.
Debido a esta falsa percepción son muchos los venezolanos y uno que otro de los dominicanos, quienes dé a verdad entienden que esta nación isleña debe una especie de “agradecimiento eterno” porque en el país sudaca, nuestro padre de la patria e ideólogo vivió un determinado lapso hijo de las persecuciones políticas y por ese detalle, hay equivocados que creen que a Venezuela siempre habría que darles las gracias, cuando lo cierto fue que Duarte fue allí como exiliado y nunca fue acogido por ningún gobierno, sino que como hijo de comerciante y él mismo también, invirtió en Caracas y como forma de validar su sustento como persona privada y que lo encontró en una fábrica de velas y velones en tiempos que no existía la electricidad propiamente.
Al Duarte poseer esa fábrica, se convirtió en un comerciante próspero, que no le debía favores a nadie y lo que historiadores enemigos suyos o favoritos de los gobiernos dominicanos de aquel entonces, escondieron y haciendo creer que el político había ido allí lleno de miserias y pobre y casi de solemnidad.
Lamentablemente la perversa mentira, todavía hay dominicanos que se la creen y lo peor, que nadie en la Academia Dominicana de la Historia, dominada por un grupo de burócratas y asalariados del Estado, ha tenido el coraje de opinar y dentro de la verdad más objetiva.
Por lo tanto, cuando se hable de esta mentira, los dominicanos deben rechazarla y por sí mismos ahondar sobre este particular.
Igual ocurre con ciertos hechos posteriores que han tenido de protagonistas a dominicanos y venezolanos exiliados en este país y como, por ejemplo, Rómulo Bethancourt, posterior presidente del país sudaca, quien vivió un lapso como exiliado y de quien nadie puede hablar de que hubo que mantenerlo ni cosa parecida.
Dentro del mismo contexto nos encontramos con un rosario de “deudas” que no son tales, como que “desde la lucha de Bolívar por la libertad de toda la América; el refugio y cobijo brindado a Juan Pablo Duarte; su apoyo fundamental en la lucha contra Trujillo y la caída de la tiranía; así como haber propiciado la salida de Balaguer en 1978, cuando lo conminó a aceptar los resultados electorales; o el haber acogido a decenas de miles de dominicanos en las décadas de los 70-80s, permitiéndoles trabajar y enviar remesas”.
Bolívar luchó por él y su país y desde su óptica clasista de miembro de la alta burguesía y con relación a República Dominicana, su papel fue de lo más desafortunado, pues cuando el patricio y padre de la independencia, José Núñez de Cáceres y Albor y a nombre de los pueblos de la provincia española de Santo Domingo, le solicitó que apoyara su independencia, Bolívar prefirió respaldar y garantizar la independencia de Haití, decisión que no hay por qué criticar, pues lo decidió dentro de su libre albedrío y sus intereses y como una manera de reforzar sus aspiraciones independentistas de España, ayudando a un Haití que provenía de ser colonia francesa y que le ayudaría en Paris frente a locales que veían con simpatías la independencia del país transfronterizo. Fue una decisión geopolítica y como tal se entiende.
Sobre el supuesto apoyo en “la lucha contra Trujillo y su tiranía”, quedaría encuadrada en la reciprocidad que los dominicanos tuvimos a favor de Venezuela frente a la dictadura de Juan Vicente Gómez y sobre lo de la salida de Balaguer en el 1978, es parte de la novela propiciada por el PRD de Peña Gómez, gente mentalmente subyugada a lo venezolano y porque le debían favores al presidente Carlos Andrés Pérez y en cuanto a la “acogida de miles de dominicanos”, exactamente lo mismo y al nosotros haber apoyado la decisión gubernamental dominicana de darle entrada a 35 mil venezolanos exiliados económicos, quienes desde el 2018 entraron en tropel a este país.
Por vía de consecuencia, no hay nada que agradecer y sí de reconocer la gran voluntad reciproca de ambos pueblos y naciones siendo solidarios uno con otro. Lamentablemente, en este país hay comentaristas y escribidores de mentalidad colonial y como la persona a la que nos referimos y que refleja su escrito, “Venezuela: nuestra deuda impagable” que el LD publicara ayer.
Finalmente, Haití tiene en República Dominicana lo más próximo a su seguro de vida, pues cada vez que tiene una crisis política, social o de desgracia natural, somos los dominicanos quienes primero le llegamos y que para nada significa, que los haitianos tengan una “deuda impagable” constante con esta nación. A lo sumo, las gracias y nada más y esto por una sola razón, que, entre pueblos y naciones vecinos y limítrofes, la solidaridad se impone y solo ello.
De ahí que hablemos y en sentido amplio, de que esa falsa historia de supuesta “deuda impagable con Venezuela”, nunca ha existido y sí la solidaridad propia entre personas solidarias y decentes quienes de acuerdo con las circunstancias se auxilian las unas a las otras. Con Dios. (DAG) 31.07.2024
