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Hasta ahora, la gran falta del Gobierno es carecer de un verdadero equipo en publicidad y propaganda de mentalidades geoestratégicas, y de Abinader haber dejado que sus enemigos de adentro le crearan la falsa imagen de que no tuviera autoridad moral

En la medida que llega la hora de que el primer año del segundo periodo de Abinader sea cumplido en este día, entendemos que se agudizarán las rivalidades en el poder, siempre acentuadas cuando se impone y de una u otra manera, lo necesario de hacer cambios en los cargos públicos y mucho más para un gobierno tan zarandeado por esa visión tan negativa que ha sido enraizada en la atrapada opinión pública.

Por lo que ha trascendido, parecería que hay un pleito de mascara contra cabellera por la que pocos funcionarios a este momento pudieran sentirse seguros de que continuarán en los cargos que ocupan. Por eso es tan difícil caer en el error de plantear opciones “espirituosas” y como hacen los comentaristas de estos tiempos, que rivalizan con el tarot pretendiendo adivinar los pasos e iniciativas que Abinader dará para aligerarse la pesada cargo, de un gobierno, cuyo partido y junto a Hipólito Mejía, es su peor peso muerto.

Sin embargo, creemos que el talón de Aquiles del presidente es su aparato de prensa y propaganda y mucho más ahora, cuando los que están, casi todos millonarios, se entienden con el peso suficiente para disputarle al mismo presidente la alternativa de que pudiera removerles.

No obstante, Hipólito no se ha amilanado y prácticamente y por lo que hemos sabido, ya tiene sus alfiles en cargos importantes como en Agricultura, Defensa y ahora en el sistema de prensa presidencial, y en este último y por lo que se ha insistido tanto en las redes sociales.

Parecería que un antiguo periodista, recién salido del cargo consular que su padrino Hipólito le diligenciara, sería su candidato para sustituir a Figueroa y que de suceder y hablando técnicamente, sería una escogencia de extremo peligro, dado que al posible señalado, es fama, que es experto en siempre eludir responsabilidades, mantenerse en mudez absoluta todo el tiempo y ser un maestro de la intriga.

Los que le conocen, dicen, que terminaría siendo una designación fallida y en momentos, que, si algo requiere Abinader, es disponer en prensa de alguien de mentalidad geoestratégica y que sepa no rehuir el debate público y jugarse el cargo cada vez que tenga que hablar.

¿Por qué hay que fijarse en esta probabilidad?, porque en los tres años que a Abinader le restan para concluir su segundo mandato, su mayor peligro sería designar individuos que quieran estar con Dios y con el Diablo al mismo tiempo y ni se diga si se trata del sector mediático oficial. Todavía más, mientras al presidente y aun cuando ha reiterado que no repetirá en el cargo, un fuerte segmento poblacional le entienda como potencial candidato presidencial, Abinader podrá jugar con esa ambivalencia de si va o no a la reelección y lo que les daría una ventaja competitiva frente a los potenciales aspirantes a la presidencia de la República y tanto desde el gobierno como de la oposición.

Pero ahora hay un ingrediente nuevo, que Abinader y desde que se supo que impulsó el proyecto de ley mordaza que con tanto descaro el presidente del Senado es uno de sus mayores patrocinadores, ha terminado por hacerse persona no grata en las redes sociales y en particular entre determinados influenciadores y en específico, uno, que entiende, que en base a cientos de miles de visitas diarias a su plataforma, estaría en condiciones -la ignorancia es atrevida- de permitirse la aventura de que llegado el momento, presentarse como candidato presidencial para el segmento más juvenil del electorado, ese cuyo peso propio es de 4 millones de electores jóvenes.

A este punto, también nos llama la atención, que la mayoría de los políticos adultos que pasan de cincuenta años, ninguno ha caído en cuenta de que ellos no existen para las nuevas generaciones y como por igual sucede en los medios, periodistas y comunicadores del sector tradicional de la prensa, generándose la cruda realidad, de que para el 2028, los posibles candidatos de mayor éxito electoral, necesariamente hay que encontrarlos con edades de 25 a 50 años.

Esto quiere decir, que Abinader, que para el 2028 es una persona que estará cerca de los 60 años y que, si ahora es muy mentado, se debe a que desde el 2020 es el presidente de la República, pero que, si se le mide por su edad y por sí mismo, no necesariamente que pudiera decirse que le ganaría las elecciones a cualquier ciudadano joven cercano a 45 a 50 años.

Entonces, si el presidente entendiera esta realidad, lo primero que debería de hacer, es quitarse de encima todos esos burócratas y seguidores de a tanto la paga y que le  fungen como sus consejeros más cercanos y abocarse a designar mercadólogos, publicistas, expertos en medición de opinión y periodistas que tanto sean tradicionales pero con visión digital y en este campo debe contar los años de experiencia y los éxitos propios y todos, con el arrojo necesario para entender que deben hacer de Abinader una personalidad de imagen dinámica y agresiva y muy capaz de despertar emociones y de dirigir a las masas con la necesaria dosis de demagogia y la que ni siquiera, los que están, no han entendido su aplicación como recurso fuerte para la guerra de la propaganda.

Y es que precisamente ese es el factor que de ahora en adelante Abinader tiene que articular, un aparato de gente con voluntades recias capaz de imponer una agresiva guerra de propaganda, que incluso sea a prueba de las células silentes que los jefes de competitividad tienen articuladas desde sus empresas, sector financiero y comercio y en donde lo que se debate, es como lograr que las masas apoyen sus opciones de poder como probables candidatos presidenciales a puestos legislativos y en los ayuntamientos.

Lo que debe puntualizarse, porque con los que el presidente ahora tiene, al ser adinerados, les ha hecho temerosos de perder los millones de pesos que han amasado desde las posiciones que ocupan, incluso, la lucha interna que se ha desatado entre los funcionarios que quieren que no se les quite y los aspirantes que van por todas para sustituirles, debería de ser el mejor indicador de que el presidente debería tener y para darse cuenta del terrible e inestable terreno en el que su gobierno pisa.

En consecuencia y si todo este menú se tiene en cuenta, podría entenderse por qué decimos, que, hasta ahora la gran falta del Gobierno, es carecer de un verdadero equipo en publicidad y propaganda de mentalidades geoestratégicas y de Abinader, haber dejado que sus enemigos de adentro le crearan la falsa imagen de que no tuviera autoridad moral. Con Dios. (DAG) 16.08.2025

imagen: El Nacional           Ultima actualización: 09:17 am.

 

 

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