martes, septiembre 3, 2024
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La guerra de Troya no tendrá lugar

Cuando se representó en París La guerra de Troya no tendrá lugar de Jean Giraudoux corría el 1935, menos de dos décadas después del armisticio del 11 de noviembre y la firma del Tratado de Versalles en 1918. La actualidad de la pieza de Giraudoux hacía referencia evidentemente al clásico poema homérico La Ilíada y a la posibilidad de otra guerra mundial. La inquietud del reconocido dramaturgo francés, así como de los pacifistas europeos no era simplemente una preocupación literaria. Hitler era desde 1933 canciller de Alemania y proclamaba a los cuatro vientos un discurso racista y una necesaria ampliación del espacio vital de un Reich que, para él y secuaces, debía durar mil años. En 1935 el futuro no era alentador

La obra de Giraudoux se sitúa poco después del “secuestro” de Helena por el troyano Paris. Eran tiempos de paz y la voluntaria partida de la mujer de Menelao motiva estas palabras de Andrómaco. “La guerra de Troya no tendrá lugar”; pero Casandra, sin vacilar, le responde: “La guerra de Troya tendrá Lugar”.

Con un decorado y un tema de la literatura clásica, Giraudoux logró restablecer con La guerra de Troya no tendrá lugar la misma situación que vivía Europa en 1935. Héctor, hermano de Paris, que había regresado a Troya victorioso sólo aspiraba a la paz. Por eso le había jurado a Andrómaco que la guerra que acababa de terminar era la última, pero Casandra le dice, cínica: “Era la última, pero otra la espera”.

Todavía no había cicatrizado la herida del horror de la Gran guerra, como se conoce en Europa la Primera Guerra mundial, no habían pasado 20 años y ya se hablaba de una nueva guerra que, como predijo Casandra a Andrómaco, comenzó en septiembre de 1939 con las consecuencias que todos conocemos.

Las guerras son recurrentes, pero no disuasivas. El poderío demostrado por los Estados Unidos en agosto de 1945 al lanzar la bomba atómica sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki era para que no hubiera otra guerra en la que se implicara la superpotencia del norte de América. Sin embargo, menos de diez años después, los Estados Unidos se implicaron en la guerra de Corea y de nuevo surgió la preocupación de una tercera guerra mundial mucho más devastadora que las anteriores. Esta vez atómica. La Unión Soviética (URSS), que apoyaba a Corea también poseía el arma nuclear.

A la paz de Corea le siguieron muchas guerras que no llamaron la atención de los medios de comunicación. Guerras anónimas que sólo devastaban a los que las sufrían. Hasta la crisis de los misiles en 1961 cuando Fidel Castro aceptó que la URSS instalara misiles en Cuba. Ese año el botón de un tercer conflicto mundial estaba al alcance de la mano. El coloso del Norte no podía permitir que el enemigo soviético hacía nido en sus narices. La diplomacia se impuso. “No existe guerra buena ni paz mala”, decía Benjamin Franklin quien, además de figurar entre los redactores de la Constitución de los Estados Unidos, inventó el pararrayos.

Tras la crisis de los misiles en 1961, el Pentágono enfiló sus cañones a Vietnam. No hubo entonces temor de una tercera guerra mundial, los vietcongs derrotaron al ejército más poderoso del mundo en 1975. Desde la guerra del golfo Pérsico en 1991 pasando por la de Yugoslavia o la de Afganistán de los últimos años se trata de hacernos aceptar el concepto de “guerra quirúrgica”, “limpia”, ¿para quién? Parodiando a Franklin, no hay guerra limpia ni paz sucia.

De nuevo soplan vientos de guerra. Desde que Vladimir Putin anexó a Rusia la Crimea y que no esconde sus intenciones de hacer lo mismo con Ucrania con el pretexto de que, según sus propias declaraciones, Ucrania y Rusia son el mismo pueblo.

Para evitar la anexión, Ucrania anuncia sus intenciones de formar parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Ni corto ni perezoso, Putin se opone a que las potencias europeas y Estados Unidos se instalen en sus narices. Como si la crisis de los misiles de 1961 se repitiera con la diferencia de que hoy día figura en el mapa geopolítico mundial China eventual aliada de Putin y principal rival económico de Estados Unidos.

Mientras las tres potencias se miran como perros de porcelana, Rusia moviliza cien mil soldados a la frontera con Ucrania. Putin por su lado, consciente de su poder nuclear, advierte que en una eventual guerra nuclear no habrá vencedores. Tiene razón.

La guerra de Troya no tendrá lugar si una de las potencias cede, si Putin retira sus tropas de la frontera; y la OTAN desiste en la integración de Ucrania al Tratado del Atlántico Norte y si, finalmente, Estados Unidos se muestra razonable y “cree” que Vladimir Putin no anexará ulteriormente Ucrania. Si se cumplen esas condiciones la Guerra de Troya no tendrá lugar. Entonces nadie pulsará el botón

Condiciones para la paz significa diplomacia, deformación y mentiras por doquier y la verdadera víctima de todos esos intercambios, como escribe Albert Camus, será la verdad. Y la guerra quedará pendiente como lo ha estado desde que aquel hombre cercó un terreno y dijo “¡Esto es mío!”. Por: Guillermo Piña Contreras. [Diario Libre-Ojo]

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