La humillación del Estado

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La situación es bochornosa. Los independentistas que quisieron destruir España y lograr la secesión de Cataluña imponen sus reglas al Gobierno.

Estamos ante un escenario esperpéntico, porque el minipresidente de la Generalitat por delegación de Junqueras ha impuesto una reunión a Sánchez para exigirle que ofrezca explicaciones y, me temo, una disculpa formal sobre el espionaje.

No importa que sea una actuación amparada por la preceptiva autorización judicial y fundamentada, además, por la sucesión de actos ilícitos que han protagonizado los dirigentes de ERC y JxCat. Estamos ante la humillación del Estado por aquellos que han querido destruirlo.

Sánchez se equivoca, porque los secesionistas se crecen con la debilidad. Lo único que entienden es la firmeza. No hay que dejarles margen, porque no aguantan un pulso. Por ello, es fundamental ignorar sus bravuconadas. 

Aragonès es un presidente por casualidad y a duras penas podría ser consejero, ya que su currículo es la nada más absoluta. Una carrera universitaria como único mérito y haber medrado al lado del líder de ERC.

He tenido la oportunidad de tratar a todos los presidentes catalanes desde Tarradellas hasta Mas. Desde entonces, es una pérdida de tiempo, porque han sido políticos grises y anodinos. No es una opinión o una percepción, sino una realidad objetiva.

Es un signo inquietante del deterioro de la política catalana. Sánchez tiene otra salida. la humillación no le conducirá al éxito sino al deterioro de la imagen gubernamental y a cercenar las expectativas electorales del PSOE. No entiendo por qué se empeña en hacerle la campaña al PP. El ganar tiempo solo hace que alargar la agonía de un gobierno en crisis y profundamente fracturado. No resolverá la situación y la estrategia popular en las elecciones andaluzas debería centrarse, precisamente, en la política española como hizo Ayuso.

Hay que preguntarles si quieren una España dirigida por un gobierno débil dominado por una colección de inquietantes socios tóxicos o una Andalucía que siga creciendo económica y socialmente.

El dilema es saber si queremos un país que esté dominado por los comunistas, los antisistema, los populistas, los independentistas y los albaceas de ETA. A ninguno de ellos les interesa una España prospera. Por ello, Sánchez debería ignorar a Aragonès y a esa colección de mindundis independentistas. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]