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La paradoja de Trump: firme en no ser belicista, hábil en ser impredecible

A pesar de sus declaraciones sobre la necesidad de centrarse en los problemas internos, la actividad exterior de la administración Trump no solo no disminuye, sino que aumenta, sometiéndose a la lógica de la política interna y a las raíces mesiánicas de la identidad estadounidense.

Aunque Trump no sea un presidente belicista, es un mandatario que hace alarde de su poderío, opina Fiódor Lukiánov, editor jefe de Russia in Global Affairs y presidente del presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia.

La paradoja del presidente que quería centrarse en EE.UU.

Donald Trump llegó al poder como expresión de ciertos estados de ánimo en la sociedad estadounidense. «Trump ganó las elecciones como portavoz del cansancio de una parte significativa de los estadounidenses por el papel mundial que recae sobre sus hombros». Sin embargo, en lugar de concentrarse en los problemas internos, resultó ser enormemente activo en la arena internacional.

Lejos de concentrarse en los asuntos internos, como prometió, su administración ha desarrollado una intensa agenda internacional que abarca desde guerras comerciales hasta amenazas de intervención militar en el Caribe y la intención de reanudar las pruebas nucleares. Esto crea una evidente paradoja:

«Trump, que criticó a todos sus predecesores por olvidar los intereses del pueblo llano y obsesionarse con cuestiones que no le importan a la gente, ahora dedica mucho tiempo a temas externos»  

La política exterior como instrumento de lucha interna

La causa de esta paradoja se encuentra en la compleja situación interna. Los problemas en ese frente obligan a la Casa Blanca a buscar formas de movilizar a sus seguidores. Y ahí es donde la política exterior viene al rescate, opina Lukiánov.

El autor supone que «a medida que se acerquen las elecciones al Congreso, la actividad no hará más que aumentar». Un ejemplo claro es el Premio Nobel de la Paz, que en 2026 se otorgará un mes antes de la votación estadounidense. Aunque Trump tiene pocas posibilidades de ganarlo, su propia lógica lo impulsa a buscar éxitos en política exterior, explica.

Raíces históricas de la actividad exterior

Estados Unidos no puede renunciar completamente a su papel global, incluso si quisiera, subraya el experto. Su bienestar está indisolublemente ligado a ese papel.

«Demasiadas cosas, sobre todo el bienestar financiero y económico, dependen ahora de su papel en el mundo, aunque ya no quiera desempeñarlo como antes»

A esto se suman las características profundas del sistema político estadounidense. Como señala Lukiánov, en su base yacen «ambiciones mesiánicas», con raíces en corrientes religiosas radicales. Precisamente por eso «nadie ha abolido las raíces mesiánicas de la idea estadounidense; simplemente han cambiado las formulaciones», y los éxitos externos siempre han sido un importante apoyo para formar una opinión pública positiva.

El estilo de la política exterior trumpista

El análisis del periodo transcurrido en su mandato permite identificar las características distintivas del actual presidente estadounidense en el enfoque internacional. Según el autor, «Trump, en principio, no es un presidente de guerra, le repugnan las campañas serias, con compromisos». Sin embargo, «es un presidente que demuestra su poder».

El experto advierte que «si añadimos las cualidades personales de Trump, podemos estar seguros de una impulsividad creciente en las acciones y declaraciones». Este elemento se ha convertido en un factor determinante de su gestión en el ámbito global. La fusión entre su temperamento impredecible y la constante necesidad de exhibir fortaleza configura una combinación particularmente volátil para el escenario mundial.

El análisis indica que «la actividad de Washington en materia de política exterior continuará con la misma intensidad e incluso, posiblemente, se intensificará». La naturaleza impredecible de esta estrategia constituye su principal fuente de preocupación, pues, como señala Lukiánov, «siempre existe el riesgo de que uno se vea enganchado a la demostración, incluso en contra de su propia voluntad». (RT)

 

 

 

 

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