Desde luego que es difícil, que un político marrullero o muy astuto con infinitas horas de experiencia en el arte de saber engañar a los demás y a los que siempre trata de ingenuos, se pueda pretender que sabrá entender cuando ha llegado el momento de pasar a un segundo plano y no porque abandone el quehacer político, sino simplemente, porque su ciclo natural de político activo va en vías de terminar.
Sin embargo y en los casos de los expresidentes Leonel Fernández y Danilo Medina, el problema intimo se les agudiza y al entenderse los dos que son una especie de caudillos redivivos que aún desde sus tumbas deberán seguir mandando en el ánimo de sus más fervorosos parciales.
Pero ese fenómeno tan antinatural y que se dio en los caudillos y expresidentes, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, así como en el exalcalde capitaleño José Francisco Antonio Peña Gómez, es uno tan irrepetible, que ya, hasta mucho esfuerzo mediático se tiene que hacer para mantenerlos vivos en el animo y simpatías de la gente. Y porque cada vez se van alejando en las sombras de un pasado que nunca volverá.
Y lo que ocurre, porque cuando un país se encuentra en transición generacional en su liderazgo y como está República Dominicana desde el año 2000, es sencillamente imposible que los viejos lideres y dirigentes que todavía pugnan por dirigir y orientar sus colectividades, se entiendan imprescindibles y que en hombres sesentones, es un atrevimiento mayúsculo el querer dirigir a individuos que francamente pueden ser sus nietos.
Aun así, esos dirigentes ya caducos, ellos no quieren entenderlo. Danilo y supuestamente, tiene ahora una supuesta enfermedad terminal, que milagrosamente le ha dado más vigor que nunca y ahora más dispuesto que antes a echar el pleito y frente a aquel o aquellos que osen desafiar su presidencia partidaria y para no hablar de su liderato ya en baja.
Leonel en cambio, lleva su vejez un poco más cómoda y para su suerte, tiene su sello de garantía futura, con el hijo diputado y ya senador electo y quien como lo más natural del mundo, se verá que, a más tardar dos años, le habrá relegado de la presidencia, control y mando de su partido.
Ahora, el que ambos y por ley de la vida tengan que pasar inexorablemente a un segundo plano, no debería significarles que tengan que ver el paso como un castigo, cuando con ese discurrir, la misma naturaleza les ofrece la oportunidad de recomponer sus memorias y en cierto modo, vivir hasta el final de sus vidas útiles, con el respeto y admiración de los demás.
Ambos han sido grandes presidentes, Danilo mucho más y porque siempre fue, no solo el que señaló a Leonel para que fuera candidato a presidente, sino el brazo firme en que aquel inexperto se apoyó para hacer su primer gobierno, ese en el que duró un noventa por ciento de su tiempo en el exterior, mientras Danilo ejercía el poder presidencial efectivo.
Ya mismo, la situación que tienen es distinta, ninguno de los dos es presidente y al contrario y por asunto de jerarquías, están subordinados al único presidente de la República y con mandato propio hasta el 2028 y lo que significa, que, si quieren un retiro de respeto y consideración, deberían mejor, comportarse como sanos consejeros, que como dirigentes que todavía entienden que pudieran ser el centro de las grandes decisiones.
Naturalmente, en gente que han mandado tanto, también es un asunto de egos y lo que en ocasiones es bien difícil de controlar.
Ahora bien, a Danilo y, de hecho, le tienen montada una conspiración interna, hija esta de no haber sido lo suficientemente firme como para defender las honras de los que no han robado mientras estuvieron en el poder y ahora arrastran el estigma de ser señalados como si realmente fueran ladrones y beneficiarios del poder que tuvieron corrido desde el 2004 al 2020.
Lo correcto debería de ser, que Danilo hiciera por señalar un nuevo grupo compacto generacional que de la pelea en el 2028 y si para el momento se encuentra saludable y sus resentimientos los ha dominado, quién sabe si pudiera resurgir, pero ahora le toca ser generoso y cerrar heridas.
En cuanto a Leonel, su situación es más difícil, se cree presidente en funciones, actúa como tal y subestima a Abinader, error que Danilo no comete y es que ahora y sin duda alguna, quien manda es Abinader y aun cuando todavía mucha gente todavía le subestima y comenzando por los del entorno de Hipólito, otro expresidente ya caduco. Abinader, es evidente que tiene más poder acumulado que todos sus antecesores y eso, en una situación de tránsito político generacional de transición, es más que decisivo en un primer mandatario de 56 años y con ganas de tragarse al mundo.
De hecho, a Abinader, quienes le dan dolores de cabeza son su misma gente y en particular los más cercanos y hasta los popis, porque del gran público, nadie que espera manes y mieles se aloca y mucho menos se pone arisco. Sí que deberá atender y corregir ciertos pasos de la gleba insurrecta de los comunicadores, periodistas y medios que controla y no meterse y por más que en el Banco Central le digan, de imponer más impuestos, cuando lo que debe hacer es una reingeniería financiera que le garantice tranquilidad y por lo menos hasta 2026 y paralelamente, “disciplinar” a todo ese empresariado que en estos cuatro años han duplicado sus fortunas y pagando impuestos a un nivel irrisorio.
Fuera de ahí, su futuro político inmediato es brillante y esto no es una lisonja y sí una verdad. Ahora y si se creyera Dios, entonces vendría el fracaso y fuera de tiempo y no creemos que pudiera suceder y porque Abinader, de “tayota” no tiene nada para caer en semejante error.
Resumiendo: La República y políticamente, busca un relevo político generacional y hasta ahora los caudillos no quieren ceder, mientras Abinader gana terreno e imponiéndose cada día más. Con Dios. (DAG) 03.07.2024
