La responsabilidad social de la comunicación obliga a que sus responsables actúen con civilidad, comedimiento y …

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No ha logrado nada positivo, si quien comenzó como influencer  dentro del mundo de internet y luego pasó a destacado comunicador y eventualmente a admirado líder de opinión y dentro del público joven y mal hablado que le sigue, este mismo no logra entender su nuevo papel y por el que deja muy atrás su tigueraje de barrio y simplemente, por el propio peso de sus actos de opinión, se convierte en un referente social, que entre admirado y odiado, tiene y debe comportarse como un cabeza de medio de comunicación electrónico, que debe y tiene que entender cuál es su papel.

Es decir, en la medida que el individuo de que se trate gane público y se constituya en un referente obligado de opinión y para influir espontáneamente en otros y comunidades, mayor deberá de ser su responsabilidad social y sabiéndose una especie de modelo a seguir, debe y tiene que empezar por tenerse respeto así mismo y desde luego, a todo su entorno social y en su petulancia, jamás creerse que puede desafiar al poder.

En este plano, todos quienes de una u otra forma hemos llegado a ser lideres de opinión y abarcando los tres niveles de la comunicación periodística, en la prensa escrita, la radio y televisión e internet, llega un momento que debemos entender que el gran peso de responsabilidad moral y social que se tiene, obliga a ejercer su privilegiado derecho de opinión, pero sin afectar la libertad de disidencia y por la opinión de otros, quienes necesariamente no tienen por qué aceptar todo cuanto decimos y menos, que el líder de opinión se entienda que él tiene o dispone de una libertad tan extrema, que la decencia en el hablar y en el comportamiento personal, considere que puede tirarlas a un lado.

De ahí, que cuando un nuevo líder de opinión se tira el barrio encima, utiliza un lenguaje procaz y sobre todo, sin importarle herir los sentimientos de terceros, ese individuo que así actúa, no lo está haciendo con la responsabilidad social que la posición pública que se ha ganado le obliga, sino que atropellando el derecho de los demás, asume y muy equivocadamente, que puede desbarrar, decir lo que se le antoja y hasta convertirse en una cloaca en la que los sapos y culebras, las diatribas y la insolencia y unidos a la mala educación y la falta grave de no saber ubicarse en lugar de otros, tarde o temprano le minará el terreno por el que pisa y tanto, que el día menos pensado, cuando se dé cuenta que un amplio sector social rechace su discurso insolente y pedante y tampoco ahí se frena, terminará topándose con ser arquitecto de su propio fracaso.

Vamos más lejos, antes cuando la pasada guerra fría, si el ejercicio del periodismo y que ahora se dice y generalizándose, “de la comunicación”, se caía en el exceso del parcialismo político partidista o ideológico, por obligación y para aquellos que no quisieron o supieron saber manejar su equilibrio emocional y creyéndose que todo le estaba permitido, terminaban desapareciendo violentamente y los más afortunados con el registro de supuestas víctimas.

No se olvide esta realidad, y ahí están los que han muerto con violencia, que al final lo que les queda, es una simple y fría lápida y las muestras de dolor hipócrita de quienes vivos, todavía pretenden aprovechar políticamente sus memorias y no porque se les haya querido mucho y sí como cruel incentivo, para que nuevos valores caigan en los excesos de opinión y de ego en los que los que cayeron no supusieron o no quisieron prever a tiempo.

Incluso, si ese nuevo tipo de periodista o comunicador y como líder de opinión, no se detiene un momento y hasta caer en cuenta que de tonto se está dejando manipular por otros y llámense partidos, ideología, gobierno o empresarios, grupos de presión o compinches al uso, terminará dándose cuenta de que el ejercicio del periodismo es uno de etapas forzadas de superación y por las que, la responsabilidad social debe blindar a quien es objeto de interés, de halagos o rechazos y por su “delito” de ser un referente de opinión.

Y es que ser líder de opinión obliga a tratar de perfeccionar el ejercicio, haciéndose creíble y para nada un alocado que entiende que todo cuanto diga se le va a celebrar y mucho más si se le ve o escucha insultando a más no poder y descalificando moralmente a personas que solo ejercen su derecho a tener una opinión distinta y que en una sociedad abierta o democrática, es el puntal en el que el mejor periodismo se afianza y mucho más, el comunicacional electrónico en sus variables de radio, televisión e internet.

Todavía más, el precio que se paga y en esta o en cualquier otra sociedad, es y para decirlo llanamente, la de no morir en su cama y sí estropeado y vejado al no haber sabido controlar su propio ego.

Todo lo anterior viene a cuento al conocer las coincidencias de opinión entre mucha gente de la comunicación y el periodismo, que, aun rechazándose entre sí por sus evidentes disputas de egos sobredimensionados, aun así, tienen un punto coincidente: Respetar al gran público y no hacerlo participe de nuestras debilidades humanas, tan propias de quien, en breves momentos, el éxito comunicacional lo saca de perspectiva.

Razonando pues sobre este particular, creemos y solo por razones de experiencia y edad y como líder de opinión que ha sido victima del acoso y la fiereza de los envidiosos y de la misma profesión y al ver que no tienen el talento de uno, que entendamos que tenemos la autoridad moral suficiente para pedirle al emprendedor radiofónico y de las plataformas en internet, Santiago Matías, a que se detenga un alto, respire profundo y entienda que no todos de quienes les critican sean enemigos personales y sí simples competidores, quienes aun con sus resabios y en silencio, puede que le admiren, pero que las propias taras que exhibe, no les dejan aceptar que en tan breve tiempo, Matías, mejor conocido como alofoque, haya podido descollar tan exitosamente en la comunicación y ganándose un señero lugar entre las nuevas generaciones.

Por lo que se conoce, “El término “Alofoke” es empleado por los dominicanos para hacer referencia a una acción que es tomada a la ligera y sin pensar en las represalias que esta puede tener. En un intento de españolizar la palabra inglesa “Fucker”, surgió esta jerga dominicana. Otras formas de escribir esta palabra son: A lo foker, a lo foke y alo foker”.

Así se tiene, que el que Matías sea cabeza del movimiento o manejo de la comunicación extremadamente ligero, no creemos que le dé autoridad alguna para creerse que está por encima de los demás, de la ley y hasta del sentido común y como recientemente mostró al insultar agresivamente a una serie de personas que le criticaban y le pedían que se corrigiera.

Todavía peor, ante un llamado dado por la autoridad comunicacional en primera instancia, la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CNEPR) para que asistiera en fecha 30 de este mes, a una reunión a puertas cerradas que en principio trataría sobre la mejor manera de saber comunicarse y no solo a él sino también  a otros lenguas sin freno como él, no solo que mereció el más estrepitoso rechazo de parte del joven emprendedor y al decir: “No asistiré este próximo miércoles a las 11:00 de la mañana a sus instalaciones, allá en cultura, no vamos a perder el tiempo”, cuando lo correcto debió haber sido obtemperar al cordial llamado, sino que llegó más lejos pretendiendo obligar a la autoridad pública, a que vaya a su espacio, pero en calidad de recibir un fusilamiento moral y lo que es absolutamente inaceptable.

Pero Matías, en su yo intimo se sabe en falta y contra la moral y las buenas costumbres ¿y qué cree?, ¿Qué por ser mimado por el liderazgo político y el mismo gobierno, él no tiene que saber comportarse y responderle a la sociedad?

Excelente entonces, la respuesta del responsable de la CNEPR, Joseph Báez, ¨iremos si es necesario donde él porque yo creo que el país necesita que los actores del proceso de la comunicación pongan su granito de arena, esto es una responsabilidad social de todos, no siempre del organismo regulador¨.

Creemos pues, que Matías debe bajar su ego y con humidad calculada y si quiere, ir al diálogo que se le ofrece y no creerse, que como originario tiguere de barrio, lleno de odios, frustraciones y resentimientos y con él, todos los serviles analfabetos funcionales de su equipo, está en condiciones de enfrentar al Estado y mucho menos al gobierno de la República. Todo tiene su medida y quienes le patrocinan lo saben muy bien y tanto, que si continua de rebelde y de intolerante, serían los primeros en darle la espalda.

Justo por ello es por lo que enfatizamos, en cuanto a que la responsabilidad social de la comunicación obliga a que sus responsables actúen con civilidad, comedimiento y el accionar propio del periodista, productor o comunicador cívicamente responsable y quien contra todo pronóstico se ha labrado un inmejorable sitial en la sociedad de la comunicación. (DAG) 27.05.2023