La última gran crisis político-electoral del 1994 produjo la etapa más que sorprendente y desarrollista de crecimiento económico y de corrupción política y social y que empuja a la nación hacia una nueva etapa generacional de conducción nueva y atropelladamente distinta

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Cuando para el miércoles 10 de agosto de 1994, dentro del país político se entraba a tropezones hacia la concreción de una nueva etapa generacional de conducción política, empresarial y pública, nadie supuso que la misma y 28 años después, habría generado la más grave falla moral personal de conducción que los dominicanos podríamos haber supuesto.

Fue como si lo peor del Balaguerismo y sabiendo que estaba a los finales de su tránsito por el poder y que se concretó para el 16 de agosto de 1996, se hubiese decidido por salir a lo grande de un ejercicio traumático de poder y del que todavía se discute si fue verdad que tuvo etapas de crecimiento y desarrollo económico esplendorosos o del nacimiento y forjamiento de algún tipo de generación política que hubiese dado la marca y sello al siglo XX dominicano.

Ahora y con el correr del tiempo y viendo los resultados, habría que decir que la etapa de gobiernos autoritarios y democráticos de conducción personal y de concentración absoluta de las decisiones de poder en una sola persona, no que se hubiese perfeccionado y sí que le dio espacio y para que en el país se diera una especie de evolución accidentada pero concreta, de lo que es el poder presidencial y sin que en la nación hubiese una dictadura o tiranía formales, pero sí determinantemente atrofiada por la sed de poder de los nuevos valores de conducción que se entronizaron a partir de agosto de 1996 y justo hasta la misma fecha en el 2022.

En cierto modo y para entender la situación, habría que decir que la política dominicana giró en círculos y mucho mejor si los clasificamos de concéntricos y por el alto grado de repetición de las mismas acciones y actitudes  y origen que al país le han marcado los años de los gobiernos de Ulises Hereaux, así como las acciones y actitudes de ese capitalismo salvaje que al amparo del poder, se impondría a  generaciones luego, como tiranía de hábitos de poder totalitario familiar de la que parecería que todavía la nación no pudiera desprenderse.

Para decirlo específicamente, más de diez generaciones de dominicanos han nacido y desarrollado como lo más parecido a una población incapaz de entender y accionar su propio destino y debido fundamentalmente a la apetencia desenfrenada de riquezas que a su vez a dado espacio a una suerte de sistema oligárquico de control empresarial autocrático y sin que sus representativos, alguna vez siquiera hubiesen tenido que responder por sus actos ante el pueblo dominicano.

También habría que hablar, de que el factor inmigración europeo y preponderantemente italiano y español y por veleidades del destino y sin duda alguna, ha sido el fundamento de la vida dominicana desde entonces.

Debido a ello, decir que los dominicanos hayamos evolucionado sin habernos podido desprender de las taras y complejos de una inmigración de mercaderes de poca monta, pero extremadamente solidarios entre sí, sería poco, cuando también se descubre el terrible grado de sumisión y degradación moral que existe entre los representativos de los sectores económicos y financieros tradicionales, como materia prima de la mentalidad oportunista y moralmente degradada de la mayoría de los dominicanos y de sus políticos y conductores en particular.

Hemos pasado, de una claustrofóbica etapa de espejos e imágenes rotas, que por un lado, ha sido la protagonista del poder político y económico grupal como factor político de imposición de límites a la libertad individual, así como también a la misma creatividad personal y al extremo, de que del trujillato para acá, las viejas familias de inmigrantes y entendiendo que se le imponían a una tierra de criollos simuladores, sin instrucción y mucha doblez moral desconcertante, hubiesen podido arraigarse en la mentalidad e idiosincrasia criolla y como si lo natural fuera, que la gente naciera esclava y de costumbres limitadas.

Es por ello, lo de ahora, que ya idos y gracias a Dios los viejos caudillos políticos de antaño que frenaban la evolución de la vida nacional, los que les sobrevivieron le dieron un golpe de bastón a la formación de las instituciones políticas y de gobierno saludables democráticamente hablando, para dar paso a la misma concentración de poder en pocas manos, pero desde la óptica de nuevas generaciones que en líneas generales no han sido nada diferentes de las anteriores.

Y es de semejante manera que los inmigrantes del siglo XVII, vale decir, sus descendientes, han podido imponérsele a una nación digna de mejor suerte y de la que y tal como están las cosas, solo podría resurgir como democrática, si básicamente le da un punto final a la grosera tiranía generacional de no más de diez familias y encabezadas por Vicini y Corripio, quienes con la plataforma de mercaderes de todo y prestamistas usureros al mejor postor, con sus descendientes y por aquello de tener facilidad para una mejor educación, han sabido imponérsele a toda una nación manipulada en extremo dentro de la servidumbre más abyecta.

Precisamente por ese entrampamiento constante del alma nacional y ahora las familias oligárquicas con todo el control sobre la concentración abusiva de medios de comunicación y de información de masas en pocas manos, pero frente a una población nueva que busca su destino, su propia expresión y liberación de los viejos dogmas y costumbres, que poco a poco los dominicanos nos acercamos a la nueva crisis político-electoral, pero de profunda nueva raíz generacional y que no podremos eludir.

Balaguer, Bosch, Peña Gómez y todos los demás y como sirvientes de la oligarquía, han dado paso a un nuevo tipo de sirviente de cierta ilustración o de poca idoneidad moral, pero caracterizados por un desmedido afán de lucro personal: Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina y quienes contra todo pronóstico, se han convertido y con tal de mantenerse en la cúspide del político, en los instrumentos serviles más preclaros de solo dos familias económicamente fuertes y gracias a Dios nada poderosas como para impedir el gran cambio generacional nacional, que a la vuelta de la esquina le espera a esta nación y desde que las generaciones del internet y las redes sociales terminen por desafiarles y exigir todo el poder que en realidad solo le corresponde a las nuevas generaciones e incluidos aquellos individuos dentro de esas mismas familias que hayan sabido evolucionar hacia una posición de manejo y desprendimiento que no afecte el desarrollo y crecimiento dinámico de los nuevos valores de conducción.

La oligarquía tradicional, formada por todos esos mercaderes y prestamistas usureros y su variable de suplidores monopólicos del Estado deberá confrontarse  y si en verdad quiere sobrevivir al gran terremoto generacional y político y que como cataclismo natural, ya pronto se nos viene encima a todos los dominicanos y de ahí que antes del 16 de agosto de 2024, entendemos y adelantándonos a tiempos nuevos, que habrá la nueva como definitiva crisis política y electoral de honda repercusión institucional que sacará del estancamiento generacional, a todo un país digno de la mejor suerte y necesitada de gente nueva con mentalidad abierta y libre y sin dejar de ser autoritaria pero adaptada a las circunstancias.

Recreando pues tantas vivencias y experiencias de nuestro propio ejercicio profesional, es que decimos, que la última gran crisis político-electoral del 1994 produjo la etapa más que sorprendente y desarrollista de crecimiento económico y de corrupción política y social y que empuja a la nación hacia una nueva etapa generacional de conducción nueva y atropelladamente distinta. Con Dios. (DAG)