Las dos caras de una fuerza política binacional que nadie quiere reconocer pero que está ahí viva y militante y de cara a las presidenciales y legislativas de mayo 19

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De buenas a primeras los dominicanos en capacidad de votar y que no hemos cambiado de nacionalidad, confrontamos una realidad inquietante y por la cual, casi un millón de ciudadanos “extranjeros” en capacidad de votar, también concurrirán a las urnas en mayo próximo.

Se trata de los casi 700 mil dominicanos de origen haitiano hijos de varias generaciones y que comenzaron a ser registrados en el centro nacional de población y familia de 1920 y quienes oscilan entre 18 y 80 años promedio, más todos los nuevos que se agregaron desde entonces y el promedio de los 300 mil estadounidenses de origen dominicano que han llegado desde los años ochenta del siglo pasado, viven en el territorio nacional y ambos grupos con más de dos elecciones en las que votaron y de promedio y como lo han estado haciendo desde ocho elecciones ya transcurridas.

Esta realidad, que no es angustiante y sí muy realista y que quienes residimos en el territorio nacional y en todas las provincias vivimos y somos testigos, cobra ahora un significado muy especial y ante el peligroso sesgo de propaganda alarmista contra la llamada tan inapropiadamente “invasión haitiana”, queriéndose describir de ese modo al nuevo inicio de haitianos indocumentados, que empresarios de nuestras ciudades y agro empresarios y cultivadores de azúcar de caña y lo nuevo, de trabajadores para la construcción y el turismo,  han traído continuamente desde los años sesenta y cuyos vástagos, la mayoría nacidos en nuestra nación, son dominicanos de origen haitiano, mientras una parte de sus padres, todavía y por absurda resistencia burocrática a censarlos y registrarlos, son víctimas de la mayor campaña de racismo y antihaitianismo y como nunca antes había ocurrido y por parte de los ultranacionalistas criollos.

Sin embargo y en contraste, a los estadounidenses de origen dominicano, contra esos extranjeros, una significativa mayoría nacional no se opone a reconocerlos como si fueran “dominicanos” y hasta se les celebra que voten en nuestros comicios y como si realmente fueran ciudadanos de este país, dándose el caso, de que tenemos legisladores, regidores y alcaldes con el supuesto de legitimidad de la ley de doble nacionalidad (creación de la partidocracia para conseguir fondos económicos de apoyo desde EEUU y sin importar su proveniencia delictiva en la mayoría de los casos y sin nunca declararlos a Hacienda) quienes públicamente y siendo extranjeros participan en la vida política activa y que es el terrible principio básico de pérdida de nuestra nacionalidad y en base a aceptar que otra esté por encima de la dominicana.

Cómo contraste, todavía y en la misma amplitud, no se ha dado la ocurrencia de candidatos a cargos de elección directa de dominicanos de origen haitiano y lo que es un asunto que no se debe ignorar y sí entender que habrá un momento, por ejemplo, las elecciones del 2032 que entendemos se empezaría a notar.

Ahora y como se está viendo con los perniciosos fanáticos ultranacionalistas que nos gastamos y que lidera el Instituto Duartiano y sus empecinados dirigentes, parecería, que se pretende que todos aceptemos la terrible política de odio y racista que esos fanáticos motorizan y en una situación tan ambivalente, que choca con su otra opuesta y tan contrastante, de celebrar y dar bienvenida a todos los que son estadounidenses de origen dominicano y no así a los dominicanos de origen haitiano.

Traemos el tema a colación, porque quisiéramos ver que la desacreditada Junta Central Electoral fije posición legal y legitima al respecto y sin afectar los derechos y fueros de los ciudadanos dominicanos de origen haitiano, así como de origen estadounidense, quienes de suyo conforman el abanico nacional de la nueva idiosincrasia dominicana y que en definitiva significará el nuevo tipo de dominicano de mediados de este siglo.

Y lo que hay que puntualizar, por la existencia de la realidad firme que existe, que desde el 2000 y hasta las elecciones del 2020 el ciudadano extranjero de origen dominicano y todos con sus documentos legales de identidad como ciudadanos dominicanos, han votado en todos los anteriores torneos electorales.

Hay zonas en este país como en la provincia de La Altagracia, donde el porcentaje de extranjeros como indocumentados para Migración, pero registrados con contratos de trabajo por las empresas de construcción, turísticas e ingenios, fácilmente son un 20 % de la población regular y quienes se confunden con los dominicanos de origen haitiano, por ejemplo.

Por esa presencia y que  su ilegalidad es culpa de todos los gobiernos que hemos tenido en los últimos 24 años y porque de ese modo prefieren mano de obra esclava, mal pagada y explotada miserablemente, dominicanos de origen haitiano como la comunicadora Consuelo Despradel, se desgañitan pidiendo su expulsión del país y lo que seguramente hace, porque tiene a menos el origen real y haitiano de una parte de su familia y lo que es un sin sentido, porque ninguna nacionalidad es mala o que tenga que ser discriminada y sus miembros perseguidos.

Muchos y como nosotros de pensamiento igual al nuestro, entendemos que los dominicanos de origen extranjero, sobre todo los que llegan o pasan de la tercera generación y como son los casos de las familias Abinader y Arbaje (dominicanos de origen libanes) no deben ser impedidos de ejercer sus derechos ciudadanos civiles y políticos y mucho menos que haya un privilegio a favor de unos y de rechazo de la mayoría.

De ahí que puntualicemos al respecto, pues mientras la República de Haití no hace como EEUU, que orienta sus ciudadanos de origen extranjero a que vayan a los países de origen de sus familias y sean una especie de células dormidas y para el momento que el Departamento de Estado les ordene que actúen en función de lo que se les mande y porque realmente y hasta ahora, a la existencia de la República Dominicana más peligro le representa la nación estadounidense que la haitiana, que creemos que es otra realidad que todos los dominicanos debemos tener muy presente y no pretender continuar ignorando.

Ya mismo, por ejemplo, todo lo que de malo tiene la subcultura estadounidense de la droga, el lavado de activos y el sicariato, ha penetrado de raíz en la mayoría de los jóvenes de nuestros barrios en las periferias de nuestras ciudades y al grado, de que hasta voceros tienen en los medios de comunicación y donde ejercen una fuerte influencia perniciosa contra nuestra idiosincrasia y lo que no sucede con el país transfronterizo al occidente de la isla, que solo nos provee mano de obra, es nuestro auténtico primer socio comercial y desde el 1937 para acá, nunca ha sido un peligro para el alma nacional.

Tómese lo anterior en cuenta y véase con objetividad y fría sensibilidad, la realidad que describimos y que en términos amplios, es la propia de lo que ocurre en Europa, donde los hijos de la población de origen en países africanos colonizados por ella, ahora es mayoría significativa y al extremo, de prácticamente están realizando una colonización al revés y en donde los europeos son ahora y casi mayoritariamente de origen africano y tanto negro como árabe y lo que significa que se va a un multinacionalismo integrador y forjador de una nueva nacionalidad común  o comunitaria.

Igual está ocurriendo en EEUU donde “los latinos” pasan de los 40 millones de personas y en este siglo serán la cara del nuevo EEUU con probabilidad de tener presidente y vicepresidente latino y no solo anglosajón y que conozcamos, nadie en el país del norte rechaza la probabilidad.

De este modo, es que hablamos, de las dos caras de una fuerza política binacional que nadie quiere reconocer, pero que está ahí viva y militante y de cara a las presidenciales y legislativas de mayo 19. Con Dios. (DAG) 06.04.2024